DEMENCIA Y SOLEDAD
21 de septiembre de 2020, ALZHEIMER Y PANDEMIA

El 21 de septiembre, además de ser el día de la primavera y del Estudiante, el día de la Sanidad y el día internacional de la Paz, se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra la Enfermedad de Alzheimer.
Por Dr. Julio Zarra* En la Argentina, actualmente una de cada seis personas mayores de 65 años (el 17%) y tres de cada diez personas mayores de 85 años (el 30%), padece enfermedad de Alzheimer. Desde hace muchos años, en casi todos los países del mundo, todas las organizaciones que trabajan en la lucha por la prevención de la enfermedad de Alzheimer se vinculan y generan eventos populares que tienden a promover la prevención de esta enfermedad orgánica cerebral. Este mundialmente oscuro 2020, por el aislamiento social impuesto por la pandemia del COVID-19, será el primer 21 de septiembre que en ningún país del mundo habrá actos en relación a difundir los cuidados a familiares y enfermos de Alzheimer y promover la prevención de la enfermedad. La pandemia afecta especialmente a enfermos de Alzheimer y sus familias Ya todos sabemos que las personas mayores de 65 años son el grupo poblacional más afectado por el coronavirus, que a mayor edad peor pronóstico y que la edad promedio de fallecimientos por el virus es de 83 años. Pero de esta fracción de la población, conjuntamente con los que poseen antecedentes de enfermedades del aparato respiratorio, los enfermos de Alzheimer son el grupo de mayor vulnerabilidad frente al COVID-19. Así, son muchas las causas que confluyen en oscurecer el pronóstico de estos enfermos, tanto para contraer el virus con más facilidad, como para empeorar notablemente el estado de la Enfermedad de Alzheimer (E.A.). Aumento del riesgo de contagio Aunque la E.A. no conlleva por sí misma un aumento del riesgo de contraer el virus, las limitaciones para comprender los cuidados necesarios, las dificultades para adaptarse a situaciones nuevas y poder acceder a la información y comprensión de la infección viral y la imposibilidad de recordar las medidas higiénicas (lavado de manos, uso de barbijo y mantener la distancia social), aumenta considerablemente el riesgo de contagio en estos pacientes. Además a la hora del diagnóstico, debemos tener en cuenta que si una persona con Alzheimer se infecta con COVID, es muy difícil detectar tempranamente los síntomas, dado que es muy posible que por su estado de demencia, el paciente no los exprese e incluso que la sintomatología inicial del COVID pueda estar enmascarada y presentar síntomas iniciales atípicos, como irritabilidad y trastornos de la conducta, inquietud, agitación, pérdida brusca de sus capacidades funcionales o incluso delirios y alucinaciones, lo que retrasaría mucho el diagnóstico, con todos los riesgos que eso significa para el enfermo y también para toda su familia. Empeoramiento de la enfermedad de Alzheimer Ya empezamos a darnos cuenta que nos encontramos en una de las peores crisis sanitarias de los últimos tiempos, donde los sistemas de salud de todo el mundo comienzan a colapsar y muchas muertes son no solo por la gravedad de la enfermedad respiratoria del virus, sino también por la falta de recursos para la asistencia adecuada. Una crisis de salud pública mundial que limita también el acceso a los servicios sanitarios para tratar otras patologías que están “desplazadas” por el COVID, que se ocupa todo, las camas, las unidades de terapia intensiva y el personal médico, etc. Así los enfermos de Alzheimer por ejemplo, por la cuarentena en la pandemia, se ven sometidos a la imposibilidad de poder concurrir a los consultorios en los sanatorios, a cancelaciones de las consultas médicas para sus controles periódicos donde se ajustan dosis de medicación o se imparten pautas de tratamientos. Aun los que se encuentran estables en sus domicilios, por la cuarentena estarán perjudicados por la interrupción de sus terapias no farmacológicas (rehabilitaciones neurocognitivas), por la alteraciones de sus rutinas y actividades diarias asistidos por personal que no podrá concurrir a los domicilios, lo que conllevará un peligroso avance de la enfermedad cerebral y el consecuente empeoramiento en su calidad de vida y por ende, la de toda su familia. Una conclusión Por todo esto, entre la falta de accesibilidad a los servicios sanitarios (copados por la pandemia), las imposibilidades de consultas médicas presenciales en forma oportuna, más el aumento de la vulnerabilidad y el riesgo de contagio del virus en los enfermos de Alzheimer, hoy ya sabemos que la pandemia ha agravado la situación de las personas con demencia y la de todas sus familias. Situación que cabalga sobre el malestar general que ocasiona la gran incertidumbre que vivimos, que expone aspectos ante las situaciones límites, poniendo en crisis más de una vez a toda la estructura familiar: hijos que ya no visitan a sus padres, cuidadores familiares o profesionales que alteran sus rutinas del cuidados o que se ausentan bruscamente por aislamiento, y enfermos que se descompensan por el solo hecho de encontrarse en este contexto. Así, una vez más, por la extrema fragilidad del paciente con enfermedad de Alzheimer y por la desprotección en la que generalmente se encuentra su cuidador, ambos siguen siendo las victimas olvidadas y no visibles de esta profunda crisis. No los abandonemos. Nos necesitan. *Médico Especialista Jerarquizado en Psiquiatría y Psicología Médica y en Neurociencias. Investigador Clínico. Fundador y Presidente de la Asociación de Lucha en la Enfermedad de Alzheimer (ALEA).
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