43º edición de la Marcha a Luján: Caminar por la vida
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¿Qué lleva a alguien a caminar 60 km hasta una iglesia? Cuando la fe vence al dolor físico. Quiénes son los "ángeles guardianes que hacen el aguante"Florencia CarboneCon el alma a flor de piel y la piel llena de ampollas. Con calambres que pondrán a prueba músculos que ni siquiera sabían que existían pero que seguramente fortalecerán el corazón. Y si no, ¿cómo se explica que apenas pongan un pie en tierra propia nuevamente, la primera autopromesa sea la de volver al año siguiente?Desde hace 43 años un grupo cada vez más numeroso camina a Luján. No importa si llueve -como pasó la semana pasada en la que hasta hubo granizo-, hace frío o calor, una multitud que desde hace varias ediciones se mide con siete cifras, marcha.¿Qué los motiva? ¿Cuál es el sentido y el objetivo de peregrinar, en promedio, 12 horas?Valeria Kablan tiene 49. Es comerciante, vive en Gualeguay, y cuenta que la primera vez que participó de la caminata a Luján fue cuando tenía 18 años."Fui con Luciano Razetto, Carolina Cáceres, Claudia Burruchaga y Mónica Valsagna. Salimos con un grupo desde Liniers y llegamos con bastones, muy cansados. Ni siquiera me acuerdo qué me movilizó en ese momento. Siempre me gustaron las procesiones. Esta es la cuarta vez consecutiva que fui a Luján. Cuando me enteré de que la Parroquia San José la organizaba, me anoté enseguida. Fue el primer año que empezamos con los problemas de salud de Fabricio (su marido, al que le diagnosticaron ELA). Lo primero que hice fue pedir por él. Y a pesar de como siguieron las cosas sigo yendo", relata Valeria."¿Las sensaciones que se te cruzan por la cabeza? -se pregunta y responde- ¡uf! desde que salís hasta que llegás son un millón y medio: alegría, tristeza, esperanza, fe, cansancio. Te preguntás para qué mierda estoy haciendo esto. También ves cada cosa que decís, soy una joya". Casi de inmediato menciona que esta vez -la marcha de este año se hizo el sábado pasado- la movilizó mucho un chico que iba descalzó. "Es la primera vez que veo a un chico marchando así, y también una señora que entraba de rodillas a la Basílica."Valeria es de las que logró completar el recorrido completo (de Liniers a Luján hay aproximadamente 60km) desde la primera vez, pero asegura que eso no sólo no es el objetivo sino que "llegar acompañando a alguien es aún más valioso".María Amalia Kablan (45) cuenta que hace tres años se sintió motivada por la decisión de su hermana Valeria y decidió sumarse."Ese año no llegué. Me quedé en Rodríguez, pero me pareció tan maravillosa la experiencia que bajé del colectivo en Gualeguay y dije: el año que viene la hago y llego. Volví a ir el año pasado y este, y llegué los dos. Es una experiencia espectacular, pero para poder darte una idea de lo que se siente hay que hacerla. Ves gente de todas las clases sociales y edades, caminantes que arrancan desde Liniers -como nosotros-, otros desde Moreno, los que hacen más km, los que hacen menos, los que rezan, los que cantan, los que van con carritos con nenes chiquitos que decís cómo hacen, y lo hacen; los que llegan y los que no, pero el no llegar no te frustra porque es maravilloso el poco o mucho camino que recorras", describe.A la hora de contar cómo transcurren las 12 horas de caminata, Amalia dice que en los primeros tramos rezan el rosario, escuchan la música que lleva alguna gente cercana, si van con alguien que está más cansado tratan de distraerlo, y describe el momento de llegada al campamento de la parroquia -a 10 cuadras de la Basílica-, como uno de los más emocionantes."Cuando llegás y ves a la gente que te aplaude y te alienta, es una emoción tan especial que sólo el que la ha vivido puede entenderlo. Es muy difícil transmitirlo en palabras, de hecho no se puede explicar lo valiosa que es la gente que organiza todo. Nosotros vamos con la Parroquia San José de Gualeguay y no hay palabras para agradecer el aliento, la contención y el cuidado."El periodista deportivo Gastón Recondo también cuenta su experiencia.Participó de la caminata por primera vez en 1988, cuando tenía 15 años. "Fui con una parroquia de Flores, con mi grupo de amigos. Fue el único año que no llegué. En Rodríguez sentí que no llegaba. Ese último tramo hasta Luján es el más largo. Son 17 km y no me animé. Al año siguiente y las otras 11 veces llegué", recuerda. La última vez que marchó fue hace tres años."Lo que hacen las parroquias que trabajan bien es pensar en todos los ritmos: hay gente que puede ir más rápido. En cada parada hay un puesto de apoyo que te ayuda dándote de comer, teniéndote los bolsos, donde tenés el abrigo para la noche. Cuando cae el rocío es mejor que las piernas estén abrigadas porque si no se acalambran más fácil. Hay un montón de secretos que vas descubriendo con el correr de los años", cuenta.Explica que "siempre es diferente. No hay un año que se parezca a otro" y que participar en las peregrinaciones le permitió ver la realidad de modo directo sin que nadie se la cuente."En Luján ves al país entero. Camina gente de todas las provincias, muchos del conurbano, hay gente de todas las clases sociales. Los puestos de apoyo están formados por gente que lo hace vocacionalmente, nadie cobra un peso; en los puestos sanitarios socorren y contienen a todos sin distinción", agrega.Para Sebastián Salem (47), abogado, padre de Inés (5) y Justo (7 meses), a cargo del Juzgado de Paz de Gualeguay, haber participado en la peregrinación de este año fue casi como haber saldado una deuda con su madre, que falleció hace 5 años."Ella siempre quiso ir. Hace dos años mi esposa fue con un grupo de amigas y este año decidí ir yo. Salimos de Gualeguay alrededor de las 3.30 de la mañana del sábado. Partimos caminando desde Liniers a las 6.45 y en mi caso llegué a la Basílica a las 20. Aunque estés medianamente en movimiento, hagas gimnasia o nades, caminar 60km no es cosa de todos los días. El desgaste se siente mucho, sobre todo a partir de los 20 km que es cuando pueden aparecer las primeras ampollas o contracturas. Llegué destruido. Aunque tenía un buen calzado me equivoqué con las medias. En el puesto 4 casi riéndome compré un bastón que fue lo que me ayudó a llegar. En los puestos te auxilian con medicación, alimentos, masajes que te alivian los calambres y contracturas, agua para no deshidratarte. El cambio de temperatura a lo largo de las 12 horas es un tema y en ese tiempo vas viendo gente de todas las clases sociales y edades que marchan con mucho entusiasmo. Cuando llegué a la Basílica me quebré. Tuve la desgracia de perder a mis Viejos en 2012: mamá después de un cáncer de más de 10 años murió el 18 de marzo de 2012, y papá, 6 meses después producto de una mala praxis en Concepción del Uruguay", describe.Las 12 horas de caminata son un desfile de sentimientos continuo."Se cruzan todas esas carencias y emociones, y también agradecés a la Virgen todo lo que has logrado producto de tu esfuerzo y el trabajo. También pedís por la salud, trabajo y felicidad. Te quebrás, te acordás mucho de los momentos de la infancia cuando eras una familia plena porque estábamos todos presentes. Se mezclan tristeza y alegría... En noviembre perdí a un amigo muy querido que era como un hermano para mí. Se mezcla todo. El recibimiento final en el campamento de la parroquia es con un afecto que pareciera que te conocen de toda la vida", agrega Sebastián."Es muy conmovedor eso de que caminás y para adelante ves gente, gente y más gente. Y para atrás es igual. Uno piensa que la gente no tiene fe, pero vas ahí y te das cuenta de que no es así. Si Dios me da vida y salud, el año que viene la vuelvo a hacer. Más allá de pedir por motivos familiares, para que a personas que están pasando un mal momento les sea lo más leve posible, voy para agradecer a Dios por todo lo que tengo. Pido por el mundo, porque cambie, por la salud de la gente que me rodea", dice Amalia.Hay una exquisita definición que le atribuyen al escritor uruguayo Eduardo Galeano aunque en realidad -y como él mismo aclaró muchas veces- fue una descripción que hizo el cineasta argentino Fernando Birri en una charla que ambos compartían cuando un grupo de estudiantes le pidió que definiera qué es la utopía.Entonces, Birri dijo: "La utopía es algo que está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar".Cada año, millones de argentinos caminan hacia Luján. En este caso su utopía parece alcanzable.Ángeles guardianes que hacen el aguante Verónica Sturzenegger (38 años) forma parte desde hace 5 años junto con Alberto González y otros colaboradores del grupo organizador de los peregrinos de Gualeguay a la Virgen de Luján."Nuestro trabajo consiste en organizar y coordinar las actividades para la participación de nuestra comunidad en la Peregrinación a pie a Luján. Nos encargamos desde contratar los vehículos necesarios para trasladar a la gente hasta Liniers como a los que sirven de diversas maneras al grupo de caminantes durante el trayecto, planificar la estadía, los alimentos -la logística en general- como también la preparación espiritual con charlas de catequesis y la distribución de tareas a los diferentes servidores", explica Verónica.Respecto del perfil de los participantes, cuenta que es muy variado: el menor tiene 15 años y el mayor, ¡80! "Esto da una idea de la franja etaria de las personas comprometidas", agrega."Es verdad que muchos vamos a pedir, pero también vamos a agradecer por todo lo que recibimos de nuestra Madre y su Hijo", dice antes de contar que el grupo lleva las intenciones de toda la comunidad ya que días antes de la peregrinación se confecciona una urna ubicada en algún lugar estratégico de la ciudad para que todo aquel que quiera pueda depositar allí sus pedidos."Lo que moviliza a la gente a caminar tantos km o a ponerse al servicio de los demás es algo inexplicable. Es María la que nos convoca. Sin ningún lugar a dudas, sentimos su atracción amorosa. Creo que el número de peregrinos crece año a año por la necesidad cada vez más urgente que todos tenemos de Dios", responde cuando se le pregunta a qué atribuye el hecho de que cada año haya más participantes.Con orgullo -y sencillez- describe su tarea. "Mi participación todos estos años mientras se realiza el peregrinar es caminando como vagón de cola. La función es ser el último grupo caminando del grupo Gualeguay. La idea es controlar que todos pasen por los puestos o saber si alguien se queda en el camino para brindarle contención y seguir peregrinando, o buscar los medios para que llegue al grupo central donde se le brinda la asistencia necesaria"."La experiencia de ayudar a que otro llegue -hacerle el aguante como decimos comúnmente- es muy enriquecedora. El que está en algún puesto de servicio o en el grupo de base también es, y se siente, peregrino porque se peregrina hacia adentro y hacia la casa de la Madre. La peregrinación favorece la práctica de los valores cristianos y es una manifestación pública de nuestra pertenencia a la iglesia que implica salir al encuentro del otro pero también dejarse encontrar", concluye.
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