CONVIVENCIA ESCOLAR
6 de cada 10 alumnos sufrieron alguna agresión de sus compañeros en el aula o en redes sociales

Los datos surgen de un informe que analiza las respuestas de alumnos de 6° grado sobre clima escolar en el cuestionario de la prueba Aprender de hace dos años. En Argentina el 36% de los estudiantes se sintió discriminado en la escuela y un 63% sufrió algún tipo de agresión. Los números son similares en la provincia y en la ciudad. Los especialistas advierten que faltan estrategias integrales, para desarrollar habilidades socioemocionales y vínculos positivos que mejoren la convivencia.
La realidad de las infancias en el ámbito escolar es preocupante: 6 de cada 10 alumnos (63%) de 6° grado de primaria reportan haber sido víctimas de una agresión y casi 4 de cada 10 (36%) se sienten discriminados en la escuela. Según los estudiantes, los motivos de discriminación más frecuentes son el aspecto físico, los gustos e intereses personales y la orientación sexual o identidad de género.
Los datos surgen del informe “Desafíos de convivencia en la escuela primaria: discriminación y conflictos entre pares” de Mercedes Sidders (Innovations for Poverty Action) y María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén (Argentinos por la Educación). El documento analiza las respuestas de alumnos de 6° grado sobre clima escolar en el cuestionario de la prueba Aprender de hace dos años. Además, reseña la evidencia internacional sobre las estrategias que mejor funcionan para abordar los conflictos en la escuela.
Cuando estos conflictos ocurren, los alumnos señalan que las escuelas suelen responder de manera tradicional: primero intervienen los docentes o directivos y luego se informa a las familias mediante notas o reuniones. Aunque estas acciones son importantes, se trata de estrategias que no abordan las causas profundas de los problemas de convivencia.
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Otro número muy llamativo es que más de la mitad de los alumnos (56%) dice haber presenciado situaciones de agresión entre pares durante el último año, mientras que 3 de cada 10 (34%) reconocen haber agredido a un compañero o compañera. Pablo Mainer, fundador de Hablemos de Bullying y la Alianza Anti Bullying Argentina, sostiene que “este tipo de situaciones no se resuelven con medidas aisladas: necesitamos un abordaje sistémico, que involucre a toda la comunidad educativa en todos sus ámbitos, que fortalezca vínculos y que implemente prácticas preventivas y reparadoras. El gran desafío es animarnos a convertir esas estrategias –que sabemos que funcionan– en prácticas comunes en las escuelas”.
En diálogo con Ahora ElDía, María Zysman, psicopedagoga y fundadora de “Libres de Bullying”, explicó de qué se trata el bullying: “Es una conducta intencional, agresiva, deliberada y sostenida en el tiempo, que se da entre niños, niñas o adolescentes en contextos de grupalidades. Algunos de ellos hacen uso de estrategias para humillar a un par, dejarlo avergonzado frente a otros, y de esa manera elevar el propio poder. Se ejerce desde lo físico, lo simbólico, lo emocional y la exclusión”. Asimismo, destacó que en estos casos existe un rol importante del grupo de pares, ya sea por acción u omisión: “Hacen cosas (se ríen, se burlan, se divierten, sacan fotos, filman), o no hacen nada (por no saber qué hacer, sostienen este desequilibrio de poder). En cambio, no existe nada en la víctima del bullying que justifique las agresiones, sino que la cuestión está en aquel que decide hostigar, en lo que está consiguiendo con ello, en los compañeros que no intervienen, y en un corrimiento del rol de los adultos. Falla algo en la formación desde la casa, la escuela, o los medios, sobre cómo hay que tratar, mirar o registrar al otro. Es importante marcar que no hay que nombrar bullying a cualquier tipo de conflicto entre los chicos. Hay que investigar, escuchar, acompañar, ir a la escuela a hablar: no a acusar, reclamar, enojarse, o desbordarse como padres. Cuando un chico está sufriendo no quiere a sus padres desbordados, no quiere a sus padres hablando de esto en los grupos de WhatsApp o en las páginas de Facebook. Necesita confidencialidad, confianza, cercanía, acompañamiento, desdramatización, pero firmeza a la hora de pedir al colegio ciertas cuestiones”.
“El clima escolar no es un complemento, es el núcleo de toda experiencia educativa: define cómo se vinculan los estudiantes, cuánto confían en sí mismos y en los adultos que los rodean”, afirma Paola Zabala, directora de la Comunidad Antibullying Argentina. Y agrega: “Las respuestas institucionales siguen siendo mayormente formales y reactivas. Se habla con los docentes, se envían notas a las familias, se hacen reuniones. Pero no alcanza con contener el conflicto: hay que transformarlo en una oportunidad pedagógica; las intervenciones integrales, sostenidas, que involucran a toda la comunidad escolar, son las que realmente transforman el clima escolar porque el derecho a aprender solo se cumple si también se garantiza el derecho a sentirse seguro, incluido y valorado”.
Por su parte, Natalia Báez, directora Departamental de Escuelas con una formación en modalidad especial y de la tutoría, reconoció que la violencia entre pares está presente en todas las instituciones: “La escuela refleja mucho de lo que pasa afuera, una sociedad que no siempre es tolerante ni asertiva. Como escuelas, tenemos un dispositivo institucional: el Acuerdo Escolar de Convivencia, que es lo que nos permite detectar si hay situaciones en los grupos de pares que podrían encuadrarse en alguna situación de violencia. En el Departamento, existe el Pasec (un equipo interdisciplinario conformado por profesionales de la psicología, la abogacía, el trabajo social y la pedagogía, entre otros), que trabaja en estos casos. Pero no sólo existen las situaciones de conflicto entre alumnos, sino también entre los mismos padres o hacia los docentes”.
Adicionalmente, resaltó la importancia del rol de la autoridad dentro del aula: “Así como uno tiene que trabajar con los chicos para que frente a una situación de violencia puedan reaccionar pidiendo ayuda, los docentes no podemos hacer oídos sordos frente a algunas situaciones. Tenemos la obligación de actuar. Se puede entender que un niño que ve a otro pegarle a un compañero no hable, porque puede estar asustado. Pero no se puede aceptar que un docente conozco lo que sucede y no lo aborde. Somos los adultos a cargo y si no los protegemos, es muy difícil que se sientan cuidados”.
Báez compartió su mirada sobre este tipo de violencia que se sostiene a lo largo de los años, pero de diferentes maneras. “Lo que se define como bullying siempre ha habido. Lo que ha cambiado es la mirada social y cultural sobre el tema. Cuando ingresé en la primaria, había un montón de situaciones de violencia que estaban naturalizadas (cargadas, sobrenombres, dichos despectivos), y difícilmente el adulto se metía. Hoy tenemos una sociedad que, frente a la violencia, reacciona distinto”.
Por otro lado, la licenciada y profesora en Psicología, Nora Ladux (M.P. N° 626) advirtió sobre las consecuencias de la presencia constante del hostigamiento en niños y adolescentes: “Puede ocasionar crisis de angustias muy severas y provocar desde una disminución de su rendimiento académico hasta aislamiento, baja autoestima y la imposibilidad de poder asistir a los establecimientos educativos, al manifestar somatizaciones tales como dolores de cabeza, palpitaciones o afecciones gastrointestinales. También pueden presentarse fobias escolares, estados de tristeza, desgano y en casos más extremos hasta cursar cuadros depresivos, que pueden llevarlos a actos suicidas. Todas estas manifestaciones dependen de la posibilidad que tiene cada persona de metabolizar la situación traumática que atraviesan y las condiciones históricas preexistentes de cada sujeto”.
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La profesional, que trabajó en Equipos de Orientación Escolar de Nivel Inicial y Primario en gran parte de las escuelas públicas de Gualeguaychú y zonas rurales, aportó su mirada sobre el tratamiento que debe tener el bullying: “Como adultos no debemos ‘criminalizar’ los actos de los chicos, sino ayudarlos a revertir la situación comprendiendo las causas y motivaciones que llevan a ese accionar y, sobre todo, generar una cultura más empática y tolerante con el otro, donde la diversidad y la diferencia nos enriquezca en el intercambio. Que lo diferente del otro no nos lleve a desubjetivarlo, ignorarlo, destratarlo, hasta llegar al extremo de aniquilarlo, como lamentablemente se puede evidenciar en estos tiempos históricos que estamos atravesando”.
El informe y la opinión de los profesionales deja en evidencia la persistencia de prácticas violentas dentro del ámbito escolar y el impacto que generan en el bienestar de los alumnos. También muestra que las respuestas institucionales, aunque están presentes, no siempre resultan suficientes para transformar el clima de convivencia. La presencia de programas, equipos interdisciplinarios y protocolos escolares indica un abordaje cada vez más organizado, pero el problema continúa siendo complejo. Este fenómeno debe ser tratado de manera integral, considerando tanto las manifestaciones visibles como las dinámicas más sutiles que sostienen las situaciones de hostigamiento entre pares.