
El viernes pasado se celebró el día de los abuelos, con ocasión de la fiesta de Santa Ana y San Joaquín, papás de la Virgen María y abuelos de Jesús.Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social Los llamamos de diversas maneras: adultos mayores, ancianos, viejos... Algunos son nombres más técnicos, otros más cariñosos. Lo cierto es que en justicia debemos reconocer y homenajear su dedicación y el ejemplo de su vida.Cada día conocemos más y más "abuelos jóvenes" que siguen con su actitud laboral, colaboran con el cuidado y la educación de sus nietos, son muy activos. Otros han visto pasar muchos inviernos y primaveras, desarrollan menos actividades. Sobre todo estos últimos a veces sufren situaciones de abandono social y familiar.Los abuelos dejan grandes aportes a la sociedad. Se dedican a transmitir aquellos valores perennes que deberán estar reflejados en la vida de nuestra cultura: aprecio por la cultura del trabajo, la sobriedad, la paciencia, la solidaridad, la honestidad pública y privada; transmitir en qué creemos porque eso también nos define y nos moldea como seres humanos, y podemos hacer una larga lista de sus enseñanzas. Principalmente nos han dejado el don de la fe que reconoce a Dios como Padre y a los demás como hermanos.Ellos se juegan por la unidad de la familia promoviendo el encuentro, la mesa compartida ante comidas con historia, la comprensión, y cómo sufren con los desencuentros y peleas. También tienen el anhelo de la amistad social que se logra por medio del diálogo y la búsqueda del bien común: hay que tirar juntos del mismo carro, se suele escuchar en boca de los abuelos.Disfrutan de salir a pasear con otros con quienes se encuentran en centros de jubilados o grupos en Capillas y Parroquias. Rezan pidiendo a Dios por las necesidades de la propia familia y del mundo entero. Sus horas transcurren entre pensamientos dedicados a los trabajos, preocupaciones y anhelos de sus seres queridos, reemplazando muchas veces los propios.Son un tesoro social al que cuidar con delicadeza y ternura. Tanto hemos necesitado de ellos, y ahora, las vueltas de la vida los hacen dependientes de nuestra atención. En justicia se merecen lo mejor: Un lugar en el corazón de cada uno. Necesitan saber que tenemos tiempo para dedicarles; lo que a ellos les sobra y a nosotros nos falta. Un lugar en la familia. Les gusta compartir la mesa con todos, escuchar los diálogos, que todos compartan la vida. Un lugar en la sociedad. Aún cuando sus valores están lejos de la competitividad y la eficacia en la producción, nos hace muy bien su presencia. Una sociedad que no cuida a los mayores es una sociedad injusta y desagradecida. Ellos tienen derechos que deben ser respetados: a la salud, la vivienda, la jubilación digna. A que se les haga justicia.Desde el Foro "De habitantes a ciudadanos" se está promoviendo la campaña "no hay edad"... para el amor, para la alegría, para la familia. Se quiere generar la conciencia necesaria que ayude a fortalecer una sociedad que mire a todas las edades como importantes. Todos somos protagonistas.Es una gran verdad la que expresa la canción:
"el tiempo pasa / nos vamos poniendo viejos...". Pero aunque esto sea cierto, también debemos decir que siempre es buen tiempo para compartir la vida y la alegría.Hace poco un grupo de personas que visitan hogares geriátricos me contaron con dolor que en algunos lugares los abuelos son maltratados, dopados, olvidados por sus familias que los visitan cada vez más espaciadamente. Si sabemos de estas situaciones debemos buscar restaurar la justicia. Busquemos a sus familiares, hablemos con las autoridades pertinentes. No hay derecho a maltratar a ninguna persona por razón alguna, tenga la edad que tenga.Disfrutemos de nuestros mayores, y que también ellos tengan una vida feliz. Los abrazamos con cariño y gratitud.También nos sentimos cerca de quienes peregrinaron hacia San Pantaleón el 27 de julio. Ponemos nuestras limitaciones y especialmente nuestra salud en su santa intercesión.