ANTE EL NATALICIO DEL MARINO Y CIENTÍFICO DE NUESTRA CIUDAD
Alférez Sobral, el héroe gualeguaychuense que conquistó la Antártida
Su nombre está irrevocablemente asociado a la presencia argentina en el continente blanco. El Alférez José María Sobral, cuyo natalicio se recuerda hoy, pasó a la historia como el único argentino que protagonizó la épica expedición sueca de Otto Nordenskjöld, entre 1902 y 1903.
El Alférez José María Sobral es una de las personalidades relevantes de Gualeguaychú. A 144 años de su nacimiento, la figura de este explorador, marino y geólogo no pierde vigencia.
Su hazaña en la Antártida, que lo proyectó en su época a nivel nacional e internacional, sigue atrayendo a los historiadores. Sobre todo a los de la marina argentina, que tienen al gualeguaychuense como un verdadero héroe nacional.
Al respecto en 2023 la vicepresidente de la Nación, Victoria Villarruel, en su cuenta de X (exTwitter), recordó con orgullo que su abuelo, el contraalmirante Laurio H. Destéfani, historió la gesta de Sobral, en base a los archivos personales que le regaló.
En efecto, Destéfani fue el autor de los libros “El alférez Sobral y la soberanía de la Antártida”, publicado en 1974, y de “100 años de un rescate épico en la Antártida”, aparecido en 2004, ambos trabajos editados por el Instituto de Publicaciones Navales.
Sobral, con solo 21 años, fue el único integrante argentino de aquella mítica expedición y sus trabajos sobre la Antártida, tanto como el diario que escribió en sus casi dos años entre los hielos, merecieron el reconocimiento nacional e internacional.
La expedición conducida por el científico de origen sueco Otto Nordenskjöld -una comitiva de seis personas, entre los cuales estaba Sobral- a bordo de la nave nórdica Antarctic, tenía el objetivo de realizar investigaciones en esa área para conocer su geografía, clima y especialmente sus recursos naturales.
En febrero de 1902, el grupo desembarcó en la Isla Cerro Nevado -en cercanías de la actual base Marambio- mientras el Antarctic, con su tripulación de veinte personas, tomó rumbo norte para hacer investigaciones en zonas más cercanas al continente.
En el lugar los seis hombres levantaron una casilla de madera prefabricada de 6,30 m. por 4,00 m.
El plan era que el Antarctic volviera por ellos en el verano, pero el barco naufragó al ser atrapado por el hielo cuando navegaba en busca de los invernantes a principios de 1903.
Veinte meses durará esta heroica estadía, llena de peligros y acechanzas, de la cual Sobral dejará constancia después en su libro “Dos años entre los hielos”.
La Argentina asumió la misión de búsqueda y la Armada alistó a la corbeta Uruguay, la cual zarpó el 8 de octubre de 1903 en una misión sin precedentes; y finalmente en diciembre de ese año arribó de regreso con los hombres a salvo.
El capitán de la nave de búsqueda y rescate fue el Teniente de Navío Julián Irizar y de esa expedición de salvataje participó el Teniente Ricardo Hermelo, oriundo de Gualeguaychú.
Una hazaña sin precedentes
Cuando la corbeta Uruguay llegó de vuelta a Buenos Aires con los expedicionarios y la tripulación del Antarctic, la recepción revistió carácter de apoteosis.
La Uruguay entró en el puerto de Buenos Aires, acompañada de una multitud de vapores. Arribó al muelle en la Dársena Norte, donde unos cien mil porteños la esperaban.
El presidente de la comisión de recepción y festejos, Dr. Manuel Montes de Oca, aludió a Sobral al expresar: “La República Argentina […] no puede olvidar que hay entre estos un hijo de su suelo, representante de nuestra joven armada”.
Para calibrar la importancia de esta expedición, hay que decir que fue una aventura con final abierto. Fue una verdadera hazaña para la época, no sólo dada la precariedad de los elementos con que se hizo la expedición, sino porque fue casi un milagro el rescate de los expedicionarios.
A raíz de esta aventura científica, Sobral se convirtió en un personaje destacado. Así se lo hizo saber el pueblo de Gualeguaychú, quien le ofreció un recibimiento extraordinario el 27 de diciembre de 1902.
En su libro sobre el aporte de Sobral a la soberanía antártica, Destéfani califica al gualeguaychuense de “héroe”, lo presenta como un pionero de la presencia argentina en esas latitudes, el protagonista de uno de los hitos de la grandeza nacional.
Ahonda en la figura del alférez, destacando sus aptitudes, personalidad y condiciones excepcionales, sobre todo en consideración a que era alguien que tuvo que aprender el idioma y las costumbres de los integrantes de la misión científica.
Añade gran mérito a sus trabajos científicos fruto de su viaje, pero principalmente de la obra efectuada en los últimos años de su vida, donde encarnará el rol de propulsor de las actividades antárticas.
Una característica singular de Sobral era el hábito que tenía de registrar todo en una libreta que llevaba consigo. Durante su viaje, anotó diligentemente sus hallazgos, reflexiones, predicciones y las primeras mediciones meteorológicas en la Antártida, algo que sentaría un precedente histórico para el país.
Marino y científico
José María Sobral nació en Gualeguaychú el 14 de abril de 1880, siendo el mayor de ocho hermanos de la familia encabezada por Enrique Sobral y María Luisa Iturrioz.
José María cursó parte de sus estudios primarios aquí y, en el año 1890, se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, donde concluyó los estudios secundarios en el Colegio Nacional del Norte (el Nacional Sarmiento de la actualidad).
Realizó estudios en la Escuela Naval de Palermo, donde egresó como guardiamarina en julio de 1898. Tuvo, entonces, el privilegio de integrar la tripulación del primer viaje de instrucción que realizó la fragata Sarmiento alrededor del mundo.
Luego sirvió en distintos buques de la armada. El 6 de diciembre de 1901 fue designado, con el grado de Alférez de Fragata, para integrar la expedición científica polar que dirigió el Dr. Otto Nordenskjöld.
“Sobral era un definido tipo latino, de cutis blanco, cabellos oscuros y estatura mediana. Su aspecto general era muy agradable, y dejaba traslucir energía y voluntad. Vestía con pulcritud y corrección su uniforme y tenía un firme sentido del deber y de la responsabilidad. La impresión que provocaba en sus nuevos conocidos era sumamente favorable, lo que causaba una rápida y espontánea simpatía”.
Esa descripción del alférez la hace Enrique Aramburu, miembro de número de la Academia del Mar, miembro del Instituto de las Islas Malvinas y Tierras Australes Argentinas y Académico Secretario de la Academia de la Antártida.
Luego de volver de los hielos continentales, Sobral siguió en la marina hasta 1905 cuando pidió la baja del servicio. A partir de allí comenzó su período de estudios en el extranjero.
Viajó a Suecia a estudiar geología, obteniendo el título de Doctor en la Universidad de Upsala. Fue, así, el primer geólogo argentino con título universitario. En ese país se casó y tuvo 9 hijos.
“Al joven oficial de marina le sucedería el geólogo, el Doctor Sobral”, escribirá al respecto Laurio Destéfani.
Sobral regresó a la Argentina en 1914 y fue designado director de Hidrología, cargo que desempeñó hasta 1930. Luego el gobierno nacional lo nombró embajador en Noruega.
Nuestro personaje hablaba 9 idiomas. Escribió artículos relacionados a su conocimiento en Europa y en Suecia fue admirado por la comunidad científica. Algunos biógrafos señalan que la Sociedad Hispánica de Nueva York lo nombró en 1930 el sabio geógrafo más grande del hemisferio sur.
Este ilustre gualeguaychuense murió en Buenos Aires el 14 de abril de 1961. Su casa paterna aquí, en San Martín 633, es patrimonio histórico de la ciudad, en tanto que la EET Nº1 y el Acceso Noroeste llevan su nombre.
Un nieto suyo, en una carta al sitio web “Patagonia austral”, define a su abuelo como un “marino, […] hombre de mar y de armas”, que “no logró su prestigio en el combate, sino en la misión heroica”.
Quizá el espíritu de Sobral quede reflejado en el último párrafo que escribió en su libro “Dos años entre los hielos”, donde declara: “El hombre nunca debe contentarse con la victoria adquirida; el éxito no solo no debe ofuscarle, sino que debe darle nuevo aliento para atacar lo más difícil, porque precisamente en eso se encuentra el placer de la vida”.