LA HISTORIA DE DOS GUALEGUAYCHUENSES
Alfredo y Margarita: "Volvimos a la calle para seguir viviendo con dignidad"

Alfredo es un jubilado de 75 años. Hace 12 temporadas, junto a su esposa, vende tortas fritas en la zona de costanera y en otros puntos de la ciudad. También comercializa sus productos de panificación y pastas en su domicilio. Con 75 años irradia optimismo. Dijo que se guardó unos meses pero llegó un momento que tuvo que salir a la calle para vivir dignamente.
La gente hace lo que puede: agudiza el ingenio para tratar de llegar al fin de mes, tener un plato de comida al mediodía y a la noche, pero cada vez se hace más difícil. La maldita pandemia y una crisis económica que se profundiza día a día, han generado un combo difícil de soportar para los argentinos. Cada vez son más los adultos mayores que salen a la calle a buscar el devaluado peso argentino. Alfredo hace años que la viene peleando, aunque la pandemia lo mantuvo alejado de su puesto 8 meses. “Me tomé unos días en verano para descansar, y cuando quise volver me agarró la cuarentena. Me guardé unos meses en casa, trabajando con pedidos que nos hace la gente, pero llegó un momento que, junto a mi señora, no aguantamos más y decidimos salir a vender como lo hacíamos antes de que comenzara este desastre”. Mientras charlábamos “gente que circulaba por la Costanera se detenía para preguntar precios y adquirir algún producto”. El jubilado comentó que “el vecino nos conoce, sabe lo que hacemos en base a sacrificio, y nos da una mano comprando lo que elaboramos en forma artesanal”. Alfredo- contó que percibe en mano la “jubilación mínima; en mi caso no llega a los 17.000 pesos, y mi esposa percibe un monto menor”. Consultado sobre como hace para vivir con esa cifra, señaló que “somos gente de trabajo, no le mezquinamos al laburo y nos rebuscamos fabricando pan, pastas, facturas, churros, bolas de fraile y demás productos que vendemos. El trabajo es nuestra vida, para vivir con dignidad, para que nunca nos falte nada y poder afrontar, lo que generalmente necesita un adulto mayor”. “Empezamos con una bicicleta y luego, con mucho sacrificio, adquirimos una camionetita furgón que nos permite armar las canastas con los productos e instalarnos en distintos lugares”, contó a ElDía. “La calle fue mi suerte”, dice y detalla que laburó como “verdulero, vendedor ambulante de kerosén y cabezas de chancho en las villas cuando vivía en Buenos Aires, en la pesca, entre otros laburos. Criamos a cuatro hijos que nos regalaron 16 hermosos nietos”. En el cierre, agradeció a la “gente de Gualeguaychú que hace 14 años me recibió muy bien, como si fuera uno más de los vecinos. Llegamos con un ropero, una cama y 20 pesos en el bolsillo y muchas ganas de trabajar un 31 de diciembre”.
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