
La historia reciente de la Argentina no ha sido feliz con la prensa en general. Cuando desde 1.983 a esta parte, el Poder vio cuestionado su rol por el resto de la sociedad, la prensa siguió el camino inverso y escribió capítulos importantes. Jorge Barroetaveña
Redacción elDía de Gualeguay ¿Alguien se olvidó acaso de los pollos de Mazzorín o de los escándalos de la Aduana en la época de Alfonsín? ¿Quién no recuerda las denuncias por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia o los guardapolvos de Bauzá, ambos en los años en que Carlos Menem era Presidente? Con De la Rúa apareció la Banelco, con Duhalde aquellas fotos terribles del asesinato de Kosteki y Santillán y con Néstor Kirchner el crecimiento desmesurado de su patrimonio y la valija de Antonini Wilson, ahora otra vez en el tapete. En todos estos casos, el periodismo y los medios de comunicación tuvieron un rol preponderante. Contando, mostrando, echando luz sobre lo que se quería ocultar. Y fueron gobiernos peronistas y radicales, con matices, pero con diferente raíz ideológica.La mayoría de los gobiernos son intolerantes ante la crítica. Suponen que hay una campaña orquestada detrás de ella, un plan maquiavélico para destronarlos o una conspiración en ciernes que los quiere perjudicar. En los gobiernos de Menem y Alfonsín hubo presiones. Periodistas que se quedaron sin aire y discusiones públicas fuertes. De la Rúa llegó a atribuirle a un sector de la prensa, cercana al espectáculo, y concretamente al programa de Tinelli y la imitación que hacía Freddy Villarreal, la caída de su popularidad y su posterior desbarranque. El propio Menem incluso, contó que todas las mañanas esperaba ansioso ver la tapa del Diario Página 12 (dirigido por Jorge Lanata) que todos los días desayunaba a los argentinos con alguna nueva sospecha sobre un caso de corrupción.Pero fue, como en otras cosas, Néstor Kirchner el primero en inaugurar y explorar nuevos caminos. ¿Por qué? Menem en la década del '90 optó por privatizar y sacarse de encima los canales de aire. El 13 y el 11 pasaron a manos privadas y sólo quedó el 7 como canal estatal. Imaginó, lejos de una política comunicacional seria, que eso le generaría una eterna buena relación con los dueños de esos medios. Error. Néstor Kirchner, desde el día que llegó a ser presidente, imaginó lo mismo pero se dio cuenta al tiempo que no le serviría demasiado. Sólo así se explica su excelente relación con el Grupo Clarín, al punto de autorizarle de puño y letra la fusión de Cablevisión con Multicanal hace unos años. Pero el ex presidente fue armando su propia estrategia durante su presidencia y desnudando su verdadera visión sobre los medios de comunicación en general y los periodistas en particular. Fue Kirchner quién inmortalizó el atril como lugar de respuesta a lo que decían los diarios, especialmente La Nación o algunos periodistas como Joaquín Morales Solá. Durante el conflicto del campo, esa visión conspirativa sobre los medios, se volvió casi enfermiza. Lo peor es que la trasladó a su esposa, convertida en el 2.007 ya en Presidenta. El último año y medio no ha habido discurso del matrimonio presidencial que no haya contado con alguna descalificación sobre la prensa, a quién le enrostran siempre oscuras intenciones. Con la pelea con Clarín desatada, apareció la Ley de Medios, a la postre un intento claro de mordaza para el periodismo en general. La cuestión no es terminar con los monopolios ni garantizar que cualquiera (un concepto extraño) pueda acceder a un medio sino cambiarlos de mano. Kirchner ya lo demostró en Santa Cruz y pretende hacer lo mismo en el resto del país.Lejos quedaron aquellos intentos y reuniones privadas que el ex presidente mantuvo con algunos periodistas. Aquel Kirchner, afable, amable y hasta casi infantil, de esas conversaciones, mutó por uno mucho más duro y descalificador, que optó por encerrarse en sí mismo y no conceder más entrevistas. En el zafarrancho de combate ahora contra el Grupo Clarín sigue cayendo gente en la volteada, y se están pasando límites peligrosos. Hace dos años, cuando los escraches en medio del conflicto del campo recibían repudio generalizado, no había dudas: estaba mal. En cualquier caso. Los afiches contra periodistas del Grupo Clarín, y el incidente del que le tocó ser víctima a Fernando Bravo en plena vía pública son parte de la misma estrategia. Denostar, agredir, descalificar y acusar permanentemente de segundas intenciones, nunca termina bien. Es probable que José Luis Cabezas haya muerto porque alguien hizo un comentario y otro resolvió ejecutarlo.En la Argentina, como en cualquier democracia del mundo, la libertad de prensa es uno de los pilares básicos. Tampoco existe la libertad de prensa sin la libertad de empresa. ¿O creen que los periodistas son autodidactas y librepensadores? Grandes, medianas o chicas, son empresas las que respaldan la tarea periodística, desde un modesto periódico o revista hasta el canal de cable más importante. No sería posible hacer periodismo sin los dueños de los medios de comunicación. El secreto está en la diversidad de medios existentes y en la multiplicidad de opiniones que esto genera.En el fondo, parece subyacer aún, un evidente menosprecio al ciudadano común. El argentino promedio hoy, está infinitamente mejor informado que hace 30 años, tiene más y mejores medios para hacerlo a su disposición y elige con mayor libertad a través de quién lo hace. Creer lo contrario es suponer que la gente puede ser llevada de las narices hacia donde les plazca a los poderes de turno. Puede que, bajo ciertas circunstancias eso todavía sea posible. Pero no se puede hacer por mucho tiempo. La pena es que algunos persisten en el intento suponiendo que es la mejor manera de mostrar 'su' realidad.