Berta Giménez: La enfermera que mantiene vivo al Dispensario de Lactantes

Estela Gigena
Especial para El DíaServir: estar al servicio de alguien; ser soldado en activo; obsequiar a alguien o hacer algo en su favor, beneficio o utilidad; querer o tener a bien hacer algo; valerse de una cosa para el uso propio de ella.Todas y cada una de las acepciones de "servir" describen a Berta Giménez, la enfermera profesional que ha dado casi 40 años al Dispensario de Lactantes de Gualeguaychú, sin cobrar nunca un sueldo. Es que es una filántropa; ha dado todo por amor. No tuvo hijos de su sangre, pero hizo suyo cada uno de los miles y miles que día a día en más de 30 años requieren de su mano en las vacunas, de un remedio para su enfermedad, de la leche para su alimento y de la báscula para su control.Por lo tanto, hoy es un acto de justicia reconocer la labor de esta enfermera, cuando un hijo de Gualeguaychú, como el abogado Jorge Pedro Jurado, -nieto de quien fue un prestigioso intendente, Don Pedro Jurado-, haya decidido destinar el producido de la venta de los primeros ejemplares de su nuevo libro, titulado "Don Pedro", al Dispensario de Lactantes. Claro es que hay un buen motivo en dicha decisión: esta magnánima obra solidaria se fundó en el año 1936, durante la intendencia de su abuelo, quien imprimió fuerte contenido social a su gestión, creando además, la Asistencia Pública y en su órbita, la Escuela de Enfermaría.
Inolvidables profesionalesBerta, en diálogo con El Día, recordó a los entrañables médicos que la han acompañado durante estas décadas, todos filántropos, por cierto. Con emoción, nombró al querido pediatra Luis Antonio Ladislao "Patico" Daneri, amigo de Don Pedro Jurado e iniciador del Dispensario en 1935. Él, en una oportunidad, hace añares, le manifestó a Berta la admiración por su trabajo, pero destacando sobre todo su seriedad en la tarea. "Eso nunca me lo olvidé y con la premisa de ser siempre así, es que he trabajado toda mi vida", confió casi en secreto y con absoluta humildad. Con cariño enumeró a Jorge Portela, Edgardo Castiglioni, Arturo Elgue, José Santarelli los médicos que por amor, y sin cobrar un centavo, han atendido a los niños en toda la historia del Dispensario hasta el presente, como a las voluntarias que acompañaron su tarea y citó a María Elisa Hermelo, Dora Burlando, Teresa Devoto Forte, Graciana Harispe de García Posse, Ana Harispe Lucuix (Chola) y Tita Chichizola de Carbone, entre muchas otras.
La agenda del servicio
Berta se levanta muy temprano y sale de su casa raudamente a fin llegar con el tiempo necesario para limpiar y ordenar el consultorio del Dispensario. Chequea la existencia de vacunas, anota las faltantes; cuenta las jeringas descartables en existencia y las que necesitaría; higieniza priorizando todo lo que tendrá contacto con el bebé, luego sigue con la sala, la cocina, el baño, el patio, el hall. Se calza los guantes de látex y recibe al primer niño con una sonrisa. Pide el carné de vacunas y cambia de humor cuando la mamá olvidó de traer al niño a vacunar en la fecha que ella anotó en el esquema. No entiende cómo las madres se pueden olvidar de las vacunas y le preocupa tanto, como si fuera su hijo el que quedó vulnerable. Pincha el brazo del niño, frota enérgicamente con algodón embebido en alcohol y se sienta a completar carné y planillas. Despide a madre e hijo recomendando que no se olviden la fecha del refuerzo y vuelve a empezar. Prende la radio, "que hace compañía", e intenta llamar al Hospital Centenario -que le provee las dosis-, para hacer una consulta. El teléfono no funciona todavía; hace bastante que se "murió", pero no tiene tiempo ni para hacer el reclamo a Telecom, porque cinco niños esperan su prevención. Tendrá que pasar por una cabina telefónica cuando termine.Ésa es su vida, su cotidianidad.
Socios se necesitan
El Dispensario de Lactantes es una entidad privada que recibe las vacunas y algunos medicamentos provenientes del Hospital Centenario, pero que afronta los gastos de compra de medicamentos, descartables, algodón, alcohol, etc., como luz, teléfono y mantenimiento del edificio, con lo recaudado de las cuotas de unos 100 socios que aportan 5 pesos por mes. Sí, hacen maravillas.Hoy el Dispensario atiende a cientos de niños afincados en el radio céntrico y a muchos provenientes del campo. Mamás y papás que llegan al vacunatorio pueden observar la colorida alcancía instalada en el hall, como llamando a colaborar, pero no todos la ven.Hoy, en lugar de cien, debería haber mil ó diez mil socios gustosos de colaborar con la institución que atendió a sus hijos, nietos y bisnietos con tanto amor.Berta Giménez nunca faltó a su trabajo; no se excuso por ningún motivo; nunca se enfermó. Pagó su propia jubilación de autónoma y se jubiló, pero sigue trabajando, porque no puede imaginar su vida sin el Dispensario.Pero, ¿qué pasaría si un día se cansa y decide retirarse? Habrá que bucear en la reconocida solidaridad gualeguaychuense hasta encontrar voluntarios decididos a servir de corazón, sin nada a cambio, como Berta.
"Don Pedro y el Dispensario"Mañana sábado, a las 20,30, en el salón de la Biblioteca Sarmiento, Jorge Pedro Jurado presenta su libro. En la oportunidad, se venderán ejemplares y su producido será donado al Dispensario de Lactantes.
Una historia de entrega
- El inspirador de la iniciativa fue Patico Daneri, quien desde que era estudiante tenía esa idea, por cuando había visto cómo funcionaban los dispensarios en Buenos Aires; y además por su relación con el Dr. Bortagaray, un especialista en el tema.- Se fundó a fines de 1935, pero su fecha oficial de fundación es 1936- Patico había percibido el drama de los niños humildes, sobre todo en el Barrio Franco, donde acudía día y noche a atender gratis a los niños.- El otro puntal de este terceto fundador fue el Padre José María Colombo, creador de la Escuela de Artes y Oficios en 1920. También se sumó otra entidad: el Patronato de la Infancia que presidía por entonces la señora Marunga Mesa de Kunath.
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