EL EFECTO DE LA CRISIS Y UNA HISTORIA DE VIDA IMPERDIBLE
“Bigote”, el particular cocinero que tras 20 años en su local no pudo pagar más el alquiler y tuvo que mudarse a un carrito

Zoilo González tiene 65 años y desde los 14 su vida estuvo vinculada a la gastronomía, pasando por todos los puestos: mozo, ayudante, cocinero y dueño; y muchas veces haciendo todo a la vez. Las reiteradas crisis económicas fueron golpes muy duros, pero siempre logró reponerse. Ahora, desde su nuevo carrito charló con Ahora ElDía y contó su particular historia, que incluye vivencias con el “Chivo” Peralta, acampes en Uruguay y peleas de bar memorables.
Por Rodrigo Peruzzo
“Arranqué a los 14 en una confitería que estaba en Montevideo entre 25 y San Martín, empecé lavando vasos. Antes ya laburaba en el campo, yo soy de Costa Uruguay Sur, a los 5 años andaba cortando paja con mi viejo, y a los 6 me trajeron a Gualeguaychú a la casa de mi abuela para que vaya al colegio, porque decían que allá no iba a aprender nada”, comenzó contando “Bigote”, desde su nuevo carrito, a Ahora ElDía.
“Yo iba a la escuela de fábrica, era doble turno, y yo trabajaba los domingos hasta las 5 de la mañana, así que los lunes faltaba”, recordó sobre sus primeros años en la ciudad. Ahora, vive con su mujer, le gusta pasar su tiempo libre en una chacra con amigos y tiene 3 hijos y 4 nietos.
Antes de sus 18 años, pasó por una confitería que estaba frente a Neptunia, donde cocinaba sánguches y le hacía relevo a los Dj’s cuando paraban para comer; y por el bodegón San Remo, donde “nunca falté y le canté la justa, yo no te voy a robar pero yo como, y me decía comete todo, hasta un pollo entero me comí una vez”. Allí, recuerda una pelea memorable: “Un día los socios se mataron a palo, eran íntimos amigos, y yo tenía que separarlos, había estanterías con botellas de vino y de wisky y se caía todo, uno agarró una botella y lo quería cortar al otro, después llegaron los hijos de uno y eran 4 contra 1, después de eso se separaron y vendieron todo”, contó.

Además, en aquellos años Zoilo trabajó en la Terminal vieja y “donde era el Bowling, que pusieron un patio de comidas con una carpa nylon y el día de la inauguración se les voló todo, yo estaba de minutero, y hacía los postres, y hacía un curso con un cocinero que habían traído de Buenos Aires”, rememoró.
“En ese interín habían traído un parrillero, que hacía asados en Independiente, y al viejito le dio un infarto en la parrilla, y ahí la agarré yo”, comentó el cocinero, atravesado por tragedias y oportunidades. Luego, el dueño donde estaba trabajando puso un parador en Las Cañas y Zoilo se fue para allá: “Trabajé una temporada, atendía de mozo de mañana y de noche y de madrugada tenía que atender en un motel que había ahí, había que servirle la comida y los wiskis a los señores con sus novias… dormía 2 horas por día yo… teníamos una habitación chiquita, y había noche que los dueños la alquilaban a los turistas y terminábamos durmiendo en carpas, en un momento no aguanté más y me volví”, expresó.

Después de su paso por la vieja Terminal, Zoilo se alejó de la gastronomía y trabajó en el Parque Industrial y en Sade, donde “ganaba 2 veces más y pude comprarme un terreno y hacerme mi casita”.
También trabajó en el Tata Rápido y hacía changas de cocinero, hasta que un día lo llamó “Pepo” Pouller de la pizzería y allí estuvo 14 años en Urquiza y Fray Mocho. ”Se le iba uno un año a hacer la colimba, y ahí lo cubrí y ya me quedé, cuando volvió el otro ya estaba fijo yo… vendíamos 200 pizzas por día”, recordó, y marcó que “ahí trabajé con Joselito Santos, un amigazo que se me murió de cáncer, acá para mis 60 (mostró un cuadro que tiene en su carrito) me hicieron una fiesta sorpresa, y fueron todos mis compañeros. Joselito se tomaba hasta el agua de los floreros, llegaba seco y mamado a la casa, lo cagaba a pedo la señora, y después me cagaban a pedo a mí”, contó riéndose de aquella época.
Las permanentes crisis y la tenacidad para reponerse

Sus 21 años en el local de Del Valle y Bozzano se dieron tras un par de experiencias fallidas, del país y de sus compañeros. Zoilo tuvo su propia pizzería en 25 de Mayo y Rucchi 3 años, “pero cuando terminó el 1 a 1 se me fue el alquiler al diablo, porque lo pagaba en dólares”, lamentó, y recordó que en ese entonces “andaba loco de las pulgas, y encontré unos muchachos en Pueblo Belgrano, donde antes había un pirunga, y como ya no se podía pusieron una cervecería, y yo llevé mi horno pizzero y empezamos a vender, pero eran unos vagos y no pagaban el alquiler entonces nos echaron”.
“Ahí me vine con uno de ellos a alquilar acá (Del Valle y Bozzano) pero yo trabajaba todo el día de 8 a 20, y a él le tocaba de noche, pero se iban de joda con los vagos o traían a las vagas acá y armaban un quilombo, gastaban todo y no había plata. Entonces ahí les dije o se van ustedes o me pagan mis herramientas y me voy yo, y ahí me dijeron que no tenían plata, así que seguí sólo nomás, hasta que me subieron el alquiler porque fallecieron los dueños de Covid, y quedaron dos hermanas que tienen hijos, entonces querían más plata y me subieron el alquiler”, relató.

“Yo estaba pagando $10.000 hasta la pandemia y seguí pagando eso estando cerrado, pero después hace unos meses me subieron a $30.000 y ahí ya no me servía, las ventas me bajaron un 30%. Eso, más la luz y los impuestos se me hacía imposible, perdía plata”, precisó “Bigote”, quien detalló que “en las temporadas de verano salvaba el año y en el invierno cubría los gastos trabajando tranquilo. Cuando había gineteadas venían los vagos de Paranacito y de Ceibas y se gastaban todo… A mí me mató el gobierno de Macri, pase a pagar 7000 de luz cuando antes eran de 1000, quedé con una deuda grandísima con la Cooperativa que por suerte después pude ir pagando y ya me quedan uno o dos meses, yo si no tengo deudas soy el tipo más feliz de la tierra, nací en un ranchito de paja pisando bosta de vaca y espinas en pata”.
El “milagro” del carrito frente a la terminal
Finalmente, Zoilo tuvo que recoger sus cosas y entregar el local el 1 de agosto. Pero el destino le dio una nueva oportunidad. “El carrito me cayó del cielo. Yo tengo fe que hay una energía positiva. Cuando yo alquilé el local había fallecido mi vieja, y me fui para arriba, porque yo estaba en la lona. Y ahora falleció un amigo mío que me ayudó a comprar el carrito, ya lo habían vendido a un porteño, y yo dije ‘ayúdame Chelo’ y entonces me llamaron y me dijeron que al final el porteño nunca hizo el pago, y yo le había ofrecido pagárselo en cuotas, y ahí se lo compré y ahora se lo estoy pagando”, relató.

“Bigote” ahora trabaja en el carrito de 11 de la mañana a 4 de la tarde. Vende sánguches de milanesa que elabora en su casa y que calienta en su puesto con un anafe. “Limpié todo acá y le ofrezco un servicio al turista que llega a la terminal, es un puestazo”, concluyó.
Su particular relación con el “Chivo” Peralta
“El Chivo era inocente, se escapaba de la cárcel con dos sábanas y se iba para Costa Uruguay Caminando, era un señor, con un respeto y una educación, mi vieja lo adoraba, le preparaba un catre en el rancho, y le dejaba leche y galletas en la cocina”.

Zoilo muestra el campo en Costa Uruguay Sur donde vivía y dónde es escondía el “Chivo”
“Todos los ranchos le daban de comer, la policía caía a buscarlo y todos les decíamos ‘no acá no vino, acá no anduvo’, y él tocaba para el monte. Había un ombú y él se subía allá arriba, era un gato, y cuando se cansaba le hacía burlas a los milicos y después se entregaba. Un día se iba cruzando para el Uruguay nadando pero se cansó y se volvió. Se entregaba y lo picaneaban en la cárcel para que confiese, pero él era inocente, fue un policía el que mató, pero lo culparon a él porque era un bohemio, le inventaron la muerte esa y se comió 35 años preso”, sostuvo, y resaltó que “cuando lo soltaron fue a visitar a mi mamá y le regaló un libro con poemas, en casa lo adoraban”.