GUALEGUAYCHÚ
Caballos maltratrados y sin control en Gualeguaychú: un problema que reclama la intervención del Estado
Carros que circulan por la ciudad sin control, animales sueltos en diferentes puntos de la ciudad, una falsa sensación de solidaridad contra un sector vulnerable a costa del sufrimiento de los animales. ¿Cómo solucionar una precarización que, lamentablemente, viene en aumento en nuestra ciudad?
Amílcar Nani Miércoles. Tres y media de la tarde. Lugar: Asisclo Méndez a la altura del hipódromo. Un caballo tira de un carro color verde. Encima van dos personas: un adulto de unos 40 años y un adolescente. Quizás, cansado de los latigazos o por la falta de herradura, el animal deja por un momento de hacer caso a los que intentan guiarlo. Corre un corto pique, pero no tan corto como para que el conductor de un Volkswagen Gol color blanco deba pegar un volantazo para esquivar al equino desbocado. Por milagro, no pasó nada: lograron esquivarse, el del auto tiró un insulto al aire y el carrero recuperó el control. Aunque parezca increíble, situaciones como estas son más habituales de lo que uno piensa. Accidentes entre autos y caballo, bicicletas y caballos, motos y caballos y peatones y caballos suceden con cada vez más frecuencias, y cada vez que suceden, los daños materiales son cuantiosos, y eso que no hablamos de las heridas humanas. Y un detalle: Los caballos y sus carros carecen de seguro porque ninguna compañía contempla la posibilidad del mismo. Así que, al carecer de seguro, nadie se hace cargo al momento de un accidente Lo cierto es que en Gualeguaychú hay cada vez hay más tracción a sangre, y por ende hay cada vez hay más caballos explotados y maltratados.
Según el Artículo 1 de la ordenanza Nº 11417 sancionada en 2010, se creó el “Registro Municipal de Vehículos de Tracción a Sangre” y el correspondiente “Registro de Conductores” de tales vehículos, todo bajo la órbita de la Dirección de Tránsito. Este organismo debía registrar los siguientes datos de los carreros: “Número cronológico a cada uno de los vehículos registrados; Características generales del vehículo registrado; Tipo y características del equino y/o equinos afectados al mismo. Datos personales del titular y/o propietario del vehículo registrado (nombre y apellido, matrícula individual, domicilio real y legal); y Fecha de control anual del vehículo, y semestral del animal”. A su vez, en diciembre de 2019 se realizó en el predio del ex Frigorífico un reempadronamiento de vehículos a tracción a sangre, donde se patentaron los carros de los que se hicieron presentes. Pero volviendo a la situación acontecida la semana pasada sobre Acisclo Méndez, ni el carro verde ni el caballo tenían patente alguna ni modo de identificar. Solo eran un hombre de unos 40 años que iba a acompañado de un adolescente que siguió su camino cuando su maltratado equino se dio por vencido y volvió a obedecer sus órdenes. Y levante la mano cuántos carros y caballos con patente han visto circulando por la ciudad. Esto deja en evidencia la primera cuestión: una falta total de control en la circulación de los vehículos con tracción a sangre. Partamos de la base que un carro es una masa en movimiento que puede llegar a pesar más de 300 kilos si va cargado. Esto no ofrece seguridad a ninguno de los que circula por la vía pública, pero además tampoco ofrece ninguna seguridad para el carrero y los que van a bordo (muchas veces niños), ya que no tienen cinturón de seguridad, airbag o cualquier otro tipo de elemento que proteja la salud y seguridad física. Literalmente, es como ir en un coche sin vidrios, techo, puertas y asientos. La cuestión no es si alguna vez va a pasar una tragedia que obligue a pensar todo el sistema, sino cuándo va a suceder. Caballos salvajes y muertos en vida “El maltrato no discrimina, muchos caballos viejos, otros tan solo potrillos, todos habían pasado por el mismo infierno: herraduras partidas y gastadas, cascos deformados, mataduras viejas y nuevas, ojos vacíos de los golpes, hambre, cicatrices, piernas hinchadas, nudos vencidos que tocaban el piso, los tendones vencidos de tanto tirar”. Este texto publicado por el Centro de Rescate y Rehabilitación Equino (CRRE) describe a la perfección es estado físico de la gran mayoría de los animales que circulan por la ciudad. Cuando se la bancan, los caballos tiran de los carros sin importar lo que lleven encima (heladeras viejas, repuestos de autos, basura, ramas, troncos enteros de árboles… ¡lo que sea!) y cuando el cuerpo les dice basta, se abren dos posibilidades: si son machos posiblemente mueran donde caigan, y si son yeguas serán servidas para que tengan un nuevo potrillo y el círculo vicioso siga funcionando. En enero de este año, en Hernández y Doello Jurado, una dotación de bomberos voluntarios junto a vecinos, integrantes de la ONG Patitas y veterinarios asistieron a una yegua que se encontraba tirada en una propiedad. Pero lamentablemente, el final de "Bailarina", como fue llamada, fue el peor de todos: el equino de 23 años se cayó en una propiedad tras tener crías y estando mal alimentada no se pudo reponer y a pesar del esfuerzo de todos, murió. "La historia de Bailarina es la de la mayoría de los caballos carreros (habrá excepciones), estuvo 20 años al servicio de un carro para llevar alimento a la familia, crió a sus 6 hijos en un estado de desnutrición; llegando al final de su vida la hicieron preñar y parir llevándola a una muerte segura, como sucedió anoche: Bailarina nos dejó", explicaron los proteccionistas en aquel entonces. El panorama actual de los caballos es cruel pero sencillo: son utilizados como animales de carga, y las yeguas también, pero como en el caso de Bailarina, sus vientres también son un artículo de cambio. Muchos hacen preñar a las yeguas para vender a los potrillos a un costo muy bajo (en algunos barrios se puede conseguir uno por 2000 pesos) pero sin cuidados, sin alimentación óptima para la madre y la cría y sin ningún tipo de cuidado y vitaminas. “Ese es el mercado que se está haciendo en Gualeguaychú. Tienen caballos, los atan a un carro o los hacen parir para vender crías, pero están mal alimentados, mal cuidados y en un lugar que no es apto. Realmente, es un flagelo esto que se vive en estos momentos”, denuncian desde las organizaciones proteccionistas. ¿Habrá una solución? Lo cierto es que el uso de la tracción a sangre en pleno siglo XXI revela el fracaso político, social y legal de una organización basada en el castigo al más vulnerable. Por el lado de los animales, se los condena a una vida de maltrato. Pero además también queda en evidencia otra situación: muchos de los carros son manejados por menores de edad, algunos, inclusive, simple niñitos. Esto marca una explotación laboral infantil que sucede a la vista de todos, ya sea inspector municipal, funcionario policial o simple vecino de la ciudad. Y nadie hace nada. El trabajo infantil viene de la mano de la deserción escolar, y la deserción escolar conlleva si o si al debilitamiento de la estructura social, impidiendo siempre la evolución y el progreso colectivo. De esta manera, no es descabellado trazar una cadena bien clara entre el maltrato animal y la decadencia social. Son muchas las ciudades en Argentina que lograron erradicar la tracción a sangre; muchas encontrando soluciones para que los carreros puedan seguir cumpliendo su labor, pero de una manera más segura, controlada y humana, como el canje de caballos por motocarros (algo que se intentó hacer en Gualeguaychú en 2016 pero que fue rechazado por los carreros y todo siguió funcionando igual que siempre). Seguramente la solución no sea sencilla, pero si no la buscamos no la vamos a encontrar por casualidad. Es urgente que tanto el Estado y los organismos de control trabajen en conjunto para que poco a poco se solucione esta problemática. De lo contrario, sólo es cuestión de tiempo a que pase algo grave que nos haga lamentar todo esto que está pasando.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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