“Cada vez que me pegaba me sacaba las ganas de vivir”

El límite fue el Hospital. Después de abandonar el Centenario de Gualeguaychú y recibir el abrazo y las palabras de su mamá, Estefanía Amores, por fin, se convenció: "Eso no es amor". El papá de sus tres hijos le había dado la paliza por la que hasta el día de hoy sufre secuelas. "Ya no le tengo miedo", expresó la joven de 23 años. Luciano Peralta Casi iguales, los testimonios se repiten. Primero los celos, después los celos enfermizos, el primer apretón de brazos y el "te juro que nunca más lo voy a hacer" que se repite cada vez.Una y otra vez. La violencia de género, que para ser tal no necesita llegar al femicidio - su más trágica expresión - tiene maneras de expresarse comunes, más allá de las particularidades propias de cada caso. Nota relacionada: #NiUnaMenos: Fuerte reclamo a la Justicia en la segunda marcha Como si se tratara del "manual del violento", las víctimas dan cuenta del proceder de éstos: celos que se vuelven insoportables, violencia psicológica, primero; y maltrato físico,después. Todas, o casi todas, relatan el mismo derrotero."Después de que nació mi primer hijo empezó todo. Primero no podía salir sin decirle a dónde iba, después no salía de mi casa si no era con él, hasta que llegó un momento en que no podía hacer nada". Así empezó todo. En ese momento, lejos estaba Estefanía Amores de imaginar el desenlace de esa tumultuosa historia: "En el hospital, sin poder caminar siquiera por los golpes que tenía en las piernas".Con tan solo 23 años, esta joven de Gualeguaychú relata la relación con el papá de sus tres hijos con la serenidad que, según confiesa, consiguió gracias al apoyo de sus afectos y, sobre todo, de su familia."Tenía 15 años cuando nos pusimos de novios, él tenía 23. Durante el primer año fue una relación normal. Después empezó la desconfianza y todo cambió. Me manipulaba, no podía hacer nada sola. Me llevaba a pensar que si no le hacía caso me iba a dejar, yo lo quería, por supuesto, así que no hacía nada sin él", relata Estefanía justo el mismo día en que se realizaba, en forma simultánea en cientos de plazas del país, la segunda movilización #NiUnaMenos. "Santi (el primero de sus tres hijos) tenía tres meses cuando me pegó por primera vez. Al poquito tiempo volví a quedar embarazada de Agos. Un día llegó a la noche y me empezó a reprochar que no le había atendido el celular, que no había ido a la casa y no sé cuántas cosas más. Me acuerdo que me rompió el teléfono en la cara y yo le hice frente, no me quedaba callada. Esa vez me agarró del cuello, me tiró al piso y me pegó no sé cuántas patadas en la panza... yo embarazada", recuerda.Una pareja sin retorno y cada vez más violenta la llevaron al estado de depresión del que, muchas veces, pensó que no iba a salir. Una, dos, tres, mil veces intentó dejarlo. No supo,no pudo. ¿Por qué? Por miedo."Le tenía miedo a él, a que me haga algo a mí a los nenes. Salvo los últimos dos meses, que fueron los peores, no vivíamos juntos. Y lo veía solo porque le llevaba a sus hijos, nada más. Pero la situación fue empeorando, cada vez me sentía peor, no sabía qué hacer ni con mi vida ni con él. Cada vez que me pegaba me sacaba las ganas de vivir, la verdad es que pensé en matarme muchas veces... estaba flaca, anémica y aislada de mis amigas y hasta de mi familia", relata Estefanía."No es amor"La última paliza. La que la dejó en el Hospital Centenario. Ese fue el punto final que esa joven, con apenas 20 años, logró establecer para empezar a volver a creer en la vida.Como pudo, con sus dos hijas en brazos (el varón estaba en casa de los abuelos), y ante la indiferencia de los vecinos que "nunca se meten", Estefanía logró bajar las escaleras del barrio en que vivía para pedir ayuda. Abajo la esperaba una de sus amigas y su mamá. "¿Te viste cómo estás?", le preguntaron. Ella no podía mantenerse parada por la brutal paliza que le había dado el padre de sus hijos."No me podía mover, tenía un esguince en la muñeca, los ligamentos de la rodilla rotos y todo el cuerpo lleno de moretones. Me llevaron al hospital, me sacaron fotos para la Justicia (las mismas están en Fiscalía; además, tiene hecha una denuncia en la Comisaría de la Mujer) y me quedé ahí. Ya no tenía ganas de vivir, no podía más", recuerda."No es amor, eso no es amor", le dijo su mamá esa misma noche. Además del tratamiento psiquiátrico, esas palabras fueron las que más fuerza le dieron para seguir. Aunque después estuve mucho tiempo mal, porque no podía estar sola, porque tenía miedo de que aparezca."Inclusive, me siguió buscando mucho tiempo después de eso, tuve que cambiar el celular muchas veces, fue horrible, pero con el tiempo pude asimilarlo. Hoy lo puedo hablar públicamente, ya no le tengo miedo", afirma, clara, decidida.#NiUnaMenosEn los cuatro primeros meses de 2016, la línea nacional 144, que recibe denuncias y contiene a víctimas de violencia de género en todo el país, recibió 27.283 llamadas, el doble que en el mismo período del año anterior. Sin dudas, esta es una de las victorias de la movilización del 3 de junio del año pasado."Fue muy bueno. Fuimos a la plaza San Martín con amigas, mis tías, mi hermana... hicimos remeras de #NiUnaMenos y todo. En un momento me acerco al escenario y veo la performance de las chicas del Profesorado de Teatro, que hicieron una puesta re fuerte, golpeadas y con bolsas en la cabeza. En ese momento, me vi a mí, dije 'esa soy yo'. Después de eso me sentí mucho más segura de contar lo que había vivido, aunque no lo hablo mucho, puedo decir que me hizo muy bien para empezar a sacarme esto de adentro".
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