POR JORGE BARROETAVEÑA
Cambiemos, una hoguera de egos y ambiciones en el peor momento

"No nos ganó el futuro, nos ganó el pasado". La definición corrió por cuenta de Mario Negri, legislador y líder radical de la provincia de Córdoba. Y sirve para ponerle marco a las disputas en el seno de Cambiemos, de cara a las elecciones de fin de año. A un mes, se empiezan a definir las candidaturas y nadie quiere quedarse afuera.
Jorge Barroetaveña Quizás sea cierto que la pandemia le quitó tiempo a todos. Que el gobierno de Cambiemos no pudo lamerse las heridas y preguntarse en serio porqué perdieron las elecciones del 2019. Encima con el pasado, como dice Negri y con un candidato que fue anunciado a través de Facebook por su propia jefa. Aunque a esta altura eso no cuenta demasiado. Perdieron y punto, más por falencias propias que por méritos ajenos. Habían ganado los dos turnos anteriores, la economía se les desmadró, y la derrota los devolvió a la oposición. Paradójicamente, quizás sea el mismo Macri el que más haya esbozado una mirada introspectiva de lo que fue su gobierno. Algo difícil para el que estuvo en lo más alto y de un día para el otro se quedó sin nada. En medio de ese ejercicio que apenas iniciaron apareció la pandemia y trocó todos los planes. El COVID los subió a todos arriba del escenario y los dejó expuestos. Obligándolos a hacer buena letra. Así fue hasta octubre del año pasado, con una fecha precisa: el día que el Presidente decidió manotear parte de la coparticipación de CABA para apagar el incendio del levantamiento policial en la provincia de Kicilloff, Buenos Aires. Cada ladrillo que Fernández y Larreta había colocado sobre la medianera imaginaria, empezó a derrumbarse. Larreta fue erigido entonces, en forma natural, como el centro de todos los dardos oficiales con la consecuencia directa sobre su liderazgo en la oposición. Larreta es un candidato presidencial en ciernes y todos lo saben. Sus números son los mejores de toda la oposición y tendría que equivocarse mucho para perder semejante oportunidad. Pero Cambiemos tiene más liderazgos y muchas ambiciones. Como suele suceder, los partidos no saben qué hacer con los ex presidentes. En Estados Unidos salvaron ese problema: les prohíben volver a presentarse después de dos períodos y los mandan a dar conferencias por el mundo. Y chau. Acá no es tan sencillo, aunque la realidad se ha encargado, salvo raras excepciones, de condenarlos al ostracismo político o los deja con escasas posibilidades de retorno. Macri es raro porque se fue sacando el 40% de los votos pero tiene imagen negativa muy alta. Pese a eso su influencia en Cambiemos sigue siendo grande. Está activo, no quiere hacerse a un costado y quizás quiera volver a pelear para el 2023. A su liderazgo lógico, se suma Larreta que lo supera en consenso, y referentes como Vidal, o la extraña Patricia Bullrich. De los radicales pisa fuerte Lousteau, Cornejo, Negri y ahora podría sumarse Facundo Manes para pelear la provincia de Buenos Aires. “Cambiemos no puede convertirse en una novela del PRO”, tiró Gerardo Morales con picardía y avisando que los radicales van a ir por el premio mayor. Pero las sandías tendrán que acomodarse en el carro para estas elecciones. Vidal, que estira su decisión de ir por CABA o provincia, los tiene a todos en vilo. Si vuelve a la provincia, obturará cualquier otra candidatura y le dejará un problema grueso a Larreta que tendrá que buscar candidato o candidata para enfrentar a Bullrich en Capital. Si Vidal se queda en CABA, se abrirá la disputa en provincia, ahora con un candidato fuerte como podría ser el neurólogo Manes. Macri dijo ayer desde Mendoza, que es necesario lavar los trapitos sucios en casa. Que no sirve dejar mal parado al oponente. Que hay que buscar ser el mejor para ganar la interna. Hace un puñado de horas, fiel a su estilo explosivo, también mandó mensajes al PRO. Pidió que paren con los destratos y se bajen del caballo. Carrió hace tiempo que no habla con Macri, aunque coincidieron en el diagnóstico. Habría que ver si son sinceros. La oposición huele sangre y se da cuenta que podría volver a ganar en octubre. Si la batalla final será Buenos Aires está por verse. Un movimiento del oficialismo, sin embargo, delata que otra vez será el campo de batalla preferido. A mitad de semana Cristina acompañó a Axel a un acto, y lanzó la reforma del sistema de salud. Unos días antes había levantado el teléfono para pedirle a su alfil algunas decisiones clave. Con los números en la mano el impacto de la pandemia, su cuestionable manejo y el correlato de la fenomenal crisis económica, socaban la base electoral del oficialismo en la provincia, y especialmente en el Conurbano. ¿Cómo se explica entonces, desde otro lugar que no sea la política, el retorno a clases presenciales? ¿Será Kicillof ahora tan criminal como Larreta por haber tomado semejante decisión? Si los números no cambiaron, ¿qué cambió para reabrir las escuelas? Los números son fríos y crueles. Te dicen dónde estás parado pero no lo que tenés que hacer. El lugar que vio, a Cristina no le gustó nada. Y actuó en consecuencia. Al cabo, nadie le puede cuestionar nada. Si el peronismo está donde está es por ella. Los demás, son comparsa.
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