A 12 AÑOS DE LA LEY DE IDENTIDAD DE GÉNERO
Cerca de 60 gualeguaychuenses hicieron el cambio de sexo en su documento durante la última década

La ley 26.743 fue sancionada el 9 de mayo de 2012 y permitió modificar el nombre, la imagen y el sexo registrados al momento de nacer e incluso, obligó a instituciones públicas y privadas a respetar la elección de género de las personas independientemente si decidían cambiar o no su DNI. A los largo de más de una década desde su aprobación, muchos ciudadanos de Gualeguaychú pudieron abrazar su identidad.
Con 55 votos afirmativos, ningún negativo y una abstención, hace 12 años el Senado aprobó la Ley de Identidad de Género (26.743/12) en Argentina, lo que permitió a las personas registrar su DNI con su nombre, foto e identidad de género autopercibida.
Además, la normativa abarcó el derecho a acceder a tratamientos hormonales e intervenciones quirúrgicas totales o parciales para adecuar el cuerpo a la identidad elegida y desarrollar la personalidad de acuerdo con ello.
También estableció que no era necesario tener modificado el documento para recibir tratamientos hormonales o intervenciones quirúrgicas e incluso, si no se decidía cambiar el DNI, era obligatorio llamar a las personas con el nombre que habían elegido.
En este contexto, Manuela González, ex responsable del Área de Género y Diversidad contó a Ahora ElDía que durante los últimos 4 años se gestionaron cerca de 60 retractaciones de DNI, entre los que se incluyen personas adultas del colectivo LGBTTIQ+, infancias y adolescentes.

González manifestó que “la Ley de Identidad de Género le dio a las chicas y chicos trans confianza que necesitaban y posibilidad de evitarse muchas situaciones incómodas a la hora de iniciar un trámite, ir al médico y no ser llamadas por el nombre que figuraba en el antiguo DNI. Además, también sostiene, invita y obliga, a que se respete la identidad de las personas aún si deciden no retractar su DNI”.
Para la docente y ex funcionaria se trata de una reivindicación “ética y moral increíble y de una avanzada de derechos enorme” a la vez que “evita la patologización”.
Por otra parte, Manuela González llamó la atención sobre lo que verdaderamente significó la sanción de la ley: “Se convirtió en el libro de vida de las personas travestis-trans, de una forma u otra se hicieron dueños y dueñas de esa ley y empezaron a marcar el territorio y sus derechos frente a una sociedad que era reticente a escuchar nuestros derechos”.
Desde un lugar más personal, González manifestó que “fue muy lindo y muy emocionante, me siento muy orgullosa y agradecida de haber podido acompañar en ese proceso pero, no lo hubiera logrado sin mis compañeras, si ellas no se hubieran sentido referenciadas por mí, eso es lo más lindo que me dejó haber trabajado políticamente por el colectivo y a su vez le dejó a la ciudad, una sociedad mucho más abierta, la posibilidad de visibilizar estas identidades y otras, y trabajar con muchas instituciones que pudieron aplicar, replicar y capacitarse en derechos”.
Relatos en primera persona
En 2013, un año después de sancionada la Ley de Identidad de Género, Gabriela Gómez Gironés decidió cambiar su DNI para que reflejara como se sentía desde que tiene uso de razón, según relató.

“A mi ser le faltaba concretar algo que era tener el nombre con el cual yo me percibía. La verdad es que no fue una gran modificación, porque mi nombre masculino era Gabriel y siempre me sentí identificada con ‘Gabi’ y, de hecho, me quise llamar de esa manera, pero en ese momento no se admitían esas designaciones cortas porque las identificaban como seudónimo, entonces opté por llamarme Gabriela”, narró Gómez Gironés.
Además de adoptar un nuevo nombre, también decidió incluir el apellido materno a su documento como un modo de agradecer a sus abuelos.
“A los 14 años me fui de la casa de mis padres, por una cuestión de cercanía con el colegio secundario y me quedé en la casa de mis abuelos maternos. Así que mi adolescencia y mi temprana adultez la viví con ellos y prácticamente acompañaron a esta Gabriela a tener esta personalidad forjada que tengo hoy. Gracias a dios, tuve muchas buenas enseñanzas y acompañamiento”, explicó con un dejo de orgullo en la voz.

Gabriela nunca dejó de estudiar ni de trabajar y sintió que el cambiar legalmente su identidad le abriría muchas puertas: “Sentí que era una nueva vida, que era lo que me faltaba para arriesgarme a hacer un montón de cosas que me frenaban. Yo desde ese día me sentí contenta, no solo por mí, sino por mis compañeras que iban a poder solicitar el nombre por el cual se sentían identificadas. Desde siempre sentí que era Gabriela, si bien es una letra, nos cambia la vida muchísimo, siempre buscamos el respeto y, es la lucha de tantas chicas que quedaron en el camino y esto las honra muchísimo. Voy a seguir luchando por más derechos porque nos lo merecemos como personas sobre todas las cosas y, después porque cada una debe tener en su vida metas y sueños por cumplir. Y esta nueva identidad de género, cuando pudimos hacerla, abrió puertas. Así que estoy feliz”, enfatizó.
Por su parte, Marcos Rojo recordó que le había comentado a su mamá la posibilidad de cambiar de DNI y ella le sugirió que fuera a preguntar al registro civil: “Fui con un amigo y, cuando llegamos, pregunté cómo era el trámite y si tenía que pedir turno pero me dijeron que me lo hacían en el momento”.
Inmediatamente, aceptó y empezó a brindar sus datos y cuando llegó el momento de dar su nuevo nombre reconoció que no había pensado demasiado cuál quería que fuera, así que “me salió Marcos y, bueno quedo como el jugador”, señaló riéndose.
En dos semanas, Marcos Rojo obtuvo su documento pero lo que más tardó fue la partida de nacimiento que llegó seis meses después.
“Me sentía muy ansioso de que llegara, y una vez que lo tuve sentí mucha emoción porque sentía que estaba siendo yo, era lo que estaba esperando”, finalizó.