Cómo es la vida de una familia a bordo de un velero
Renunciaron a sus trabajos en Capital Federal y se mudaron con su hijo de dos años a una embarcación de 10 metros cuadrados; el porqué de la decisión; cómo se financian y cuál es el objetivo de semejante cambio.
Florencia Carbone
En tiempos en los que se vive a toda velocidad y nunca nada es lo suficientemente rápido como para satisfacer la acelerada demanda, una joven pareja decidió vivir a menos de 10 km por hora.
No es una metáfora, es la realidad de Constanza Coll (33), Juan Manuel Dordal (34) y su pequeño hijo Ulises, que mañana cumplirá 3 años.
El 7 de septiembre del año pasado marca la fecha oficial del comienzo de la nueva vida. Esa noche fue la primera que la familia pasó en su nuevo hogar: un velero.
Desde ese momento, el domicilio oficial es Tangaroa2, un barco one-off (único en su tipo) de acero. Los "barrios" varían según el momento: algunos de los paradisíacos sitios de Florianópolis -donde comenzó el recorrido- una islita desde la que se puede espiar Río de Janeiro o, próximamente, el deslumbrante paisaje del norte de Brasil.
"Son muchas las ventajas de un viaje a vela: el barco puede ser una casa, el viento es gratis e infinito, y por sobre todo, el horizonte siempre se corre un poco más allá", contó Coni apenas comenzaba la aventura.
Los motivos
¿Cómo, cuándo y por qué se les ocurrió semejante idea?, preguntó El Día.
"Empezamos a navegar hace 8 años. Primero lo hicimos con el barco de nuestro maestro, Jorge Correa. Juan se entusiasmó muchísimo con la vela y empezó a dar clases junto con Jorge. Con el tiempo fuimos haciendo distintos viajes por la costa de Uruguay pero siempre avanzábamos un poco más. El objetivo era ir corriendo la vara. Hasta que llegó un punto en el que teníamos que hacer el salto a Brasil, y para hacerlo se necesita mucho tiempo", relata Coni.
"Cuando navegás a vela se navega largo pero despacio. Juan se tomó un mes de vacaciones en el trabajo para poder hacer esa travesía que tanto lo entusiasmaba. Ulises tenía en ese momento 1 año y decidimos que lo mejor era que me quedara con él. Es un viaje difícil, que se hace en invierno y tiene algunos riesgos", detalla.
Y de inmediato confiesa que el plan original era llevar el barco a Brasil y "devolverlo".
Cambio de planes
Sin embargo, después de eso, Coni y Juan se sentaron a charlar. "Pensamos en todos esos sueños que habíamos tenido a partir de hacer un viaje largo en barco y que ahora la posibilidad estaba muy alcance de la mano".
Los dos nacieron en Ciudad Jardín, en Lomas de Palomar. Y de hecho se conocen desde que iban juntos al Jardín de Infantes.
Compartieron la primaria y la secundaria. "Nos queremos desde siempre pero empezamos a salir a los 19, así que llevamos unos 15 años juntos", cuenta Coni.
Juntos también descubrieron la náutica, y desde las primeras incursiones que hicieron en el Río de la Plata soñaban con que algún día viajarían a vela por el mundo.
Aunque antes habían probado cómo era la vida a bordo, las experiencias -navegaron en Croacia, Belice, islas británicas y Nueva Zelanda, entre otros sitios- se habían dado durante sus vacaciones.
-¿Cómo fue que finalmente decidieron hacer un cambio tan drástico?
-La verdad es que no fue fácil. Juan tenía un muy buen trabajo, estaba en Aerolíneas Argentinas. Teníamos pasajes gratis, prepaga cubierta. El es psicólogo y yo, comunicadora social y diseñadora gráfica.
En mi caso ya estaba trabajando de manera independiente. Había tomado un retiro voluntario en el Grupo 23 y por suerte podía estar con Ulises, pero para Juan era bastante más difícil estar en casa y ver el crecimiento de Uli. La decisión también tuvo que ver con eso.
Renuncia y prueba piloto
Finalmente acordaron ir a Florianópolis los tres (Ulises tenía 2 años en ese momento) y hacer una prueba piloto de un mes para ver cómo sería la vida en el mar.
"La prueba funcionó muy bien. Volvimos a Buenos Aires para poner nuestra casa en alquiler y resolver algunas cuestiones. Juan renunció al trabajo y en septiembre de 2018, nos vinimos (cuando se hizo la entrevista estaban en Río de Janeiro)", recuerda Coni.
De inmediato agrega que desde que se subieron al barco, el 7 de septiembre de 2018, no durmieron ningún día en otro sitio. "Y no planeamos hacerlo en los próximos meses. Es muy lindo dormir sobre el mar", acota riendo.
-¿Cómo es la vida a bordo? ¿Qué es lo mejor que tiene?
-Lo que más nos gusta es disponer del tiempo para hacer lo que queremos, para estar juntos, para compartir con Ulises. La última novedad es que tenemos una cachorrita que acabamos de adoptar, una perrita que se llama Lula, y nos divertimos mucho con ella.
Tenemos hobbies viejos que renacieron y otros nuevos. Por ejemplo, en mi caso, yoga. Después de mucho que no lo practicaba empecé a hacer yoga en la playa.
Juan empezó a pescar con arpón, que es algo que nunca había probado y ahora le divierte y nos da de comer casi todos los mediodías.
Otra de las cosas espectaculares de la vida a bordo es el contacto con la naturaleza. Los días se pasan haciendo un montón de cosas que nos gustan, nos llenan y queremos seguir haciendo.
La otra cara
-Supongo que no todo debe ser color de rosa. ¿Les tocó vivir grandes tormentas? ¿Hubo algún momento en el que se arrepintieran de lo que habían hecho?
-No nos arrepentimos nunca. Sí hubo momentos difíciles o en los que el barco se movió un poco más de lo que esperábamos a la noche, pero también es parte de la aventura y no implica para nada que nos hayamos arrepentido. Al contrario, estamos redoblando la apuesta todo el tiempo.
-Respecto de temas básicos, como la salud, ¿han sufrido enfermedades en este tiempo, cómo se arreglan con eso?
-La verdad es que no nos enfermamos. Uli tuvo un solo resfrío con fiebre, y lo llevamos a una salita. Por suerte tenemos la cobertura de Assist Card que nos da apoyo y con eso resolvemos las pequeñas cosas que nos puedan pasar. Juan tuvo una conjuntivitis y fuimos al oftalmólogo...
Pero no estamos todos los días en el medio del mar, es más bien al revés. En general estamos cerca de tierra y vamos navegando de a dos o tres días. Navegamos si estamos bien, y si estamos mal vamos al médico, como cualquiera.
-¿Cómo impacta este tipo de vida con los tiempos de un nene como Ulises, la escolaridad y su vida social?
-Sobre la escolaridad de Uli, todavía es chiquito. Tiene casi 3 años. Sí tratamos de que socialice. Ahora está yendo a clases de capoeira con chicos de su edad, y cada vez que desembarcamos en playas o hacemos amigos -hemos hecho varios amigos, otras familias que están navegando o que se fueron de Argentina para vivir en otros lugares- conoce a los hijos de esa gente, así que Uli también va haciendo amigos en el camino.
Ahora, por ejemplo, conoció a Ian, un nene que nació el mismo día que él y que también está navegando. Es hijo de una brasileña y un estadounidense, y están navegando en la misma dirección que nosotros así que nos vamos a ir encontrando en el camino.
Cubrir los gastos
-¿Cómo se financian?
-Para financiar el viaje por un lado alquilamos nuestra casa (en Capital). Eso nos genera un ingreso chico, cada vez más chico con el dólar como está, pero fijo.
Por otro lado alojamos personas en el barco. En estos tres meses habrán pasado alrededor de 50 personas entre clases de vela y gente que se alojó. Eso no solo nos ayuda financieramente sino que son todas experiencias buenísimas que nos permite conocer gente de otros lugares y a ellos, llevarse la experiencia de la vida a bordo.
Hay gente que volvió de navegar con nosotros y se compró un velero, y hay otros que decidieron simplemente pasar sus vacaciones de esta manera: navegar y conocer las islas a vela.
Nuestra idea es compartir el viaje y el día de mañana conseguir sponsors que nos den apoyo económico, pero sobre todo divulgar la náutica, difundir nuestro viaje como familia, y acercar la náutica a mucha gente que piensa que es algo posible, que es solo para la clase alta.
Los comentarios son casi todos con buena onda, pero llegan algunos como: A estos chicos les pagan todo los padres. No es el caso. Somos clase media y estamos trabajando para poder hacer posible este viaje.
-¿Los ha visitado su familia? ¿Cómo se organizan cuando van a verlos?
-¡Si! Nos vino a visitar una parte de la familia que gracias a Dios tiene pasajes gratis, sujetos a espacio. De hecho para el cumple de Uli (mañana) vienen por tercera vez.
Cuando vienen se quedan en el barco, que no es muy grande pero tiene un corazón gigante. Tenemos un camarote doble, y uno a proa donde duerme Ulises. Pero cuando viene gente -tanto nuestra familia como cuando hospedamos a invitados- dejamos que duerman en nuestro camarote y nosotros dormimos en cuchetas, en la cabina principal.
Barajar y dar de nuevo
Después de haber zarpado de Florianópolis y recorrer la costa de Santa Catarina, el "Barco Amarillo" pasó por San Pablo y Río de Janeiro.
"Llegamos a Angra donde nos quedamos tres meses. Ahora estamos por ir hacia arriba. Seguiremos por Buzios y la idea es llegar a Salvador haciendo paradas en distintos puertos. Cuando lleguemos a Salvador veremos qué nos pasa. Es barajar y dar de nuevo. En Angra estuvimos tres meses porque aprovechamos para hospedar gente y hacer paseos con el velero. Juan enseñó vela y alojamos personas que nos contactan por las redes sociales para darle una probadita a la vida en el mar", relata Coni.
Lejos de ser un problema, navegar a menos de 10km por hora es parte de lo bueno de la aventura. "Esto no es una carrera por llegar más lejos o en el menor tiempo posible, más bien todo lo contrario: cuanto más dure, mejor", repite Coni.
Quienes quieran conocer más sobre esta historia o seguir el paso a paso de la familia embarcada, pueden hacerlo a través de la cuenta en Instagram: El—Barco—Armarillo; en Facebook: Tangaroa2; o en la web
El Tanganora2 por dentro
El Tangaroa2 (dios del mar en la Polinesia) es único. Fue construido en 2001 por Jorge Correa, el maestro y socio de Juan en la náutica. Tiene 30 pies (nueve metros) de largo, cala 1,65m y está pintado de amarillo.
Para hacer el viaje que comenzaron en septiembre del año pasado, Coni y Juan mandaron a hacer velas nuevas, cambiaron el motor por uno más potente, pintaron el fondo y sacrificaron la heladera del velero para armar un pequeño camarote para Ulises.
La familia se mudó del departamento de tres ambientes (60 m²) en Núñez, al "Barco Amarillo", que tiene unos 10 m² entre afuera y adentro.
No hay heladera a bordo, la "sacrificaron" para armar un pequeño camarote para Ulises. "Conservar en frío sólo es posible si compramos hielo, que en la conservadora dura casi 48 horas. Y para cocinar tenemos un sólo fuego, un anafe a alcohol sobre el que ponemos pava, sartén, cacharro, olla a presión o Essen, según el caso. Con paciencia y maña, podemos hacer casi cualquier plato", contó Coni.
En un reciente artículo que publicó en La Nación, Coni explicó "el tema del baño".
"En el Tangaroa2 hay inodoro, y está separado del resto del barco por una puerta, pero no tenemos ducha y ni hablar de agua caliente. Esta parte representa una dificultad, o una incomodidad, especialmente para la tripulante con pelo largo. Cuando no estamos en clubes con vestuarios, nos bañamos con un rociador que hace salir el agua a presión, una simple herramienta de jardinería que permite duchas con menos de dos litros de agua. La maniobra es así: primero entramos al mar, luego nos enjabonamos y ponemos shampoo, y por último nos enjuagamos con agua dulce. Es importante aclarar que este es el bien más preciado y limitado a bordo, ya que el Tangaroa2 tiene dos tanques de agua de casi 90 litros cada uno. Un dato interesante, para dimensionar, es que en una ducha terrestre de 10 minutos se consumen unos 200 litros, ¡más que nuestros dos tanques juntos!"ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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