Como en la revolución industrial: Construyó un motor a vapor y le dio vida a las vías del tren
Gustavo Berón tiene 28 años y es gualeguaychuense. Hace un tiempo construyó una moto a vapor. Después, le volvió a dar vida a los viejos rieles del tren de Irazusta. "La sonrisa de la gente del pueblo es impagable", expresó.Luciano PeraltaNo se ganó ningún premio internacional, ni es un artista de elite. Tampoco desarrolla satélites espaciales, ni es la voz destacada de vaya a saber qué programa de televisión. Gustavo Berón es un joven de Gualeguaychú, a simple vista como cualquier otro. Y probablemente esa primera impresión tenga mucho que ver con su forma de ser: amable, respetuoso, de pausado hablar... pero, a decir verdad, Gustavo no es un joven como cualquier otro.Él se animó a soñar, y cuando lo consiguió fue por más: hizo realidad sus sueños. Eso, solo eso, tan simple para algunos e inalcanzable para otros tantos, hace que valga la pena contar su historia.De chico fue un apasionado de los motores, "armaba, desarmaba y volvía a armar todos los autos, juguetes, todo", recuerda. Fue a la Escuela Rocamora y terminó la secundaria en la Técnica 2. Una vez recibido, y antes de finalizar la tecnicatura en Seguridad e Higiene, decidió convertir en realidad uno de sus grandes anhelos."De chico ya había hecho varios motores a vapor a escala, chiquitos. Pero un día pensé: 'voy a hacer uno que me mueva a mí'. Entonces me puse a construir el vehículo. Y, como dos ruedas resultaban más simples que cuatro, construí una moto", contó."La armé íntegramente, y cuando estuvo lista no lo dudé. Me acuerdo que eran como las once de la noche cuando salí a probarla a la puerta de casa: los vecinos espiaban desde las puertas y las ventanas de sus casas para ver qué era lo que hacía tanto ruido... ¡No sabés como humeaba eso!", recordó entre risas el joven que, entre otras varias cosas, fue Scout durante doce años. Quizá de allí viene su pasión por la naturaleza."La combinación entre amigos, naturaleza y las vías del tren es increíble", dijo en referencia a otra de sus "locuras". Fue antes de la moto. En una de sus expediciones a las zonas rurales de la provincia, Gustavo descubrió las vías abandonadas de Irazusta, donde nació otra de sus creaciones."Quería hacer algo para seguir ligado a ese paisaje hermoso, entonces me puse a armar una zorra, un viejo vehículo que usaban los trabajadores que hacían el mantenimiento del tren y los telégrafos. Compré las ruedas y el motor, y el resto fueron fierros viejos y retazos. Le pusimos Aguará Guazú -que quiere decir "Zorra Grande"- y la hicimos andar: la cara de la gente del pueblo era todo emoción", relató.Aun hoy conserva la zorra y la moto ("que si la ve algún ingeniero se muere: es muy pesada y poco práctica", bromeó). Y, más allá de las dos creaciones del joven emprendedor que descansan en el patio de su casa, este joven que se animó a soñar y a hacer realidad sus sueños va por más: "Tengo pensado hacer un viaje, lejos y en bicicleta -ni en moto ni en tren-. Creo que es un buen momento, total... soñar no cuesta nada".Buena ruta, buen viaje En medio de las invenciones, Gustavo realizó un viaje por América Latina, del que pudo cosechar anécdotas por decenas. La búsqueda de los sueños, en este caso también, fue el motor de su iniciativa."Cuando era chico mis viejos me dijeron que uno tiene que ser feliz y hacer lo que te guste, pero sin joder al otro. Esa es una de las cosas que me marcaron para toda la vida. Por eso creo que, dentro de las posibilidades, uno no se tiene que permitir estar mal y hacer las cosas que tiene ganas", expresó.Después de varias "vacaciones de verano" -que nunca son suficientes, para nadie-, Gustavo decidió hacer realidad otro anhelo: viajar por América Latina."En 2009 me recibí y, mientras la mayoría de mis amigos se dedicaba a poner a punto su corrículum, yo preparaba la bici para viajar. Salí desde Córdoba, a donde fuimos con unos amigos, y empecé a subir: recorrí Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, un poquito de Venezuela y Colombia", contó. En primera persona Es difícil elegir solo una anécdota de un viaje que duró un año. Pero bueno... voy a contar algo que me marcó. Una mañana venía pedaleando por le norte del país, manso al sol y me llamó la atención una suerte de "explosión de silobolsa": era un rancho en el que vivía un gaucho brasilero. El tipo como de setenta y pico de años había llegado al país después de perder a su familia y era trabajador golondrina en el campo. Como pudimos -yo no hablo portugués- charlamos un rato y le dejé unos caramelos y algunas cosas de cocina y seguí.Al tiempo, después de pasar varios países y cientos de historia, llegué a Ecuador, donde conocí a una chica scout que me invitó a un evento que hacían para agradecer a las empresas que había colaborado con los scot de Ecuador, entonces me quedé con ellos ayudando en la organización.Resulta que el evento era en un hotel de lujo al que iba a ir el presidente Rafael Correa, que también es scout. La cuestión es que, de un momento a otro, yo me encontraba tomándome una foto con un presidente.Lo que rescato son las dos fotos. Hace un tiempo me había fotografiado con este gaucho brasilero, en el medio de la nada, materialmente hablando. Y ahora estaba en un hotel de super lujo tomando champagne con un presidente. Las dos postales tienen el mismo valor, de lo que se trata es de dejarse seducir por el entorno..."Buena ruta, buen viaje", esas fueros las palabras del trabajador golondrina que vivía en condiciones de extrema pobreza al costado de una ruta argentina; las mimas palabras que me dijo el presidente Correa, al retirarse del evento.
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