Con el Jesús en la boca
La presente nota, escrita por el colega, no fue publicada en la edición del domingo en El Diario de Paraná. El Día la ofrece hoy a sus lectores.Por Mario Alarcón Muñiz
Conforme lo demuestran las encuestas referidas a los problemas nacionales que más preocupan a la gente, la inseguridad marcha al frente, en algunos casos con varios cuerpos de distancia sobre otros motivos de aflicción colectiva (desempleo, pobreza, inflación, corrupción, educación, etc.). Es muy probable que la mayoría de los muestreos refleje la situación de grandes núcleos de población -principalmente Buenos Aires y su conurbano- lo que no atenúa la desprotección que nos envuelve. En las provincias los índices de delincuencia son menores, pero en proporción a la cantidad de habitantes de cada lugar no varían demasiado. Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el 27 % de las familias argentinas (para redondear, una de cada cuatro) resultó víctima de un hecho delicitivo en 2009, ya fuere en conjunto o alguno de sus integrantes.La preocupación pública fue expresada el jueves pasado en Buenos Aires mediante una concentración en la plaza de Mayo de la que participaron varios miles de personas (unos dicen 10.000, otros 7.000, pero de cualquier manera mucha gente) a raíz de la alarmante serie de asesinatos registrada en las últimas semanas. Después de la recordada campaña de Blumberg en 2004 con alguna repercusión parlamentaria que no pasó a mayores, no se había registrado en nuestro país una movilización de esa magnitud motivada por la inseguridad. Reclamos se formulan cada tanto, pero a cargo de grupos reducidos de familiares y allegados de las víctimas, tanto de homicidios como de siniestros viales en demanda de justicia, según sucede periódicamente en Paraná, donde se repetirá un acto de esta índole el lunes 18.Lo del jueves pasado tuvo carácter masivo. Se estima que la gran difusión de los recientes crímenes a través de los medios nacionales, contribuyó a acrecentar la dimensión de la protesta. Sin embargo, un asesinato es un asesinato. En calle Florida o en las islas Lechiguanas. La gravedad es la misma, se lo divulgue o no. Y a las autoridades debe interesarles el hecho por encima de su repercusión. UN PLAN DE SEGURIDAD. "Que alguien nos explique por qué no se hace nada para cuidar nuestras vidas", reclamó uno de los participantes de la marcha del jueves. Y la verdad es que no se observa movimiento alguno en el sentido requerido. No hay planes de seguridad. No hay proyectos. Ni del gobierno ni de la oposición. A nadie se le cae una idea, salvo la reducción de la edad de imputabilidad o la ampliación de las cárceles. Comprar patrulleros, motos y armamentos no está mal, pero es insuficiente sin un plan de seguridad, prevención del delito y protección de la población. De nada sirve amontonar cosas que no se usan porque falta combustible o el personal no está entrenado para el uso de ciertas armas que el delincuente maneja a la perfección.El gobierno trata de suavizar el clima sosteniendo que la inseguridad "es una sensación", estimulada por los medios. A los hijos o a los padres del muerto no se les puede hablar de "sensación". Es por lo menos irrespetuoso.La oposición se une a la protesta social, pero tampoco propone plan alguno. La gravedad del problema exige archivar cuestiones partidarias, dialogar, consensuar soluciones y ponerlas en práctica de manera integral con la participación de especialistas, simpaticen o no con el gobierno o con la oposición. De otra manera seguiremos igual. O peor. LA INEFICIENCIA. En los últimos meses sólo hemos observado un reparto de acusaciones, del que la Justicia no se salva, por supuesto. La benignidad de ciertos jueces ha posibilitado la reaparición en escena de asesinos, violadores, secuestradores y asaltantes. Nadie entiende por qué el cura Grassi está condenado y libre a la vez. Tampoco por qué ya no hay cárcel para ninguno de los asesinos del fotógrafo Cabezas, entre muchos otros casos cuya enumeración sería interminable. Si los magistrados atribuyen estas deficiencias a cuestiones legislativas, habrá que modificar las leyes. Pero ahora. ¿Qué estamos esperando?La ineficiencia policial y judicial es moneda corriente. Me consta que a principios de mayo una persona denunció un secuestro virtual en la comisaría segunda de Paraná. Acaban de cumplirse cinco meses y nadie, ni la Policía ni la Justicia, le ha llamado al denunciante ni siquiera para preguntarle por su salud. Cabe suponer que nada se ha investigado. De esa manera seguiremos con el Jesús en la boca, siempre expuestos al desenvuelto accionar de la delincuencia.
Conforme lo demuestran las encuestas referidas a los problemas nacionales que más preocupan a la gente, la inseguridad marcha al frente, en algunos casos con varios cuerpos de distancia sobre otros motivos de aflicción colectiva (desempleo, pobreza, inflación, corrupción, educación, etc.). Es muy probable que la mayoría de los muestreos refleje la situación de grandes núcleos de población -principalmente Buenos Aires y su conurbano- lo que no atenúa la desprotección que nos envuelve. En las provincias los índices de delincuencia son menores, pero en proporción a la cantidad de habitantes de cada lugar no varían demasiado. Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el 27 % de las familias argentinas (para redondear, una de cada cuatro) resultó víctima de un hecho delicitivo en 2009, ya fuere en conjunto o alguno de sus integrantes.La preocupación pública fue expresada el jueves pasado en Buenos Aires mediante una concentración en la plaza de Mayo de la que participaron varios miles de personas (unos dicen 10.000, otros 7.000, pero de cualquier manera mucha gente) a raíz de la alarmante serie de asesinatos registrada en las últimas semanas. Después de la recordada campaña de Blumberg en 2004 con alguna repercusión parlamentaria que no pasó a mayores, no se había registrado en nuestro país una movilización de esa magnitud motivada por la inseguridad. Reclamos se formulan cada tanto, pero a cargo de grupos reducidos de familiares y allegados de las víctimas, tanto de homicidios como de siniestros viales en demanda de justicia, según sucede periódicamente en Paraná, donde se repetirá un acto de esta índole el lunes 18.Lo del jueves pasado tuvo carácter masivo. Se estima que la gran difusión de los recientes crímenes a través de los medios nacionales, contribuyó a acrecentar la dimensión de la protesta. Sin embargo, un asesinato es un asesinato. En calle Florida o en las islas Lechiguanas. La gravedad es la misma, se lo divulgue o no. Y a las autoridades debe interesarles el hecho por encima de su repercusión. UN PLAN DE SEGURIDAD. "Que alguien nos explique por qué no se hace nada para cuidar nuestras vidas", reclamó uno de los participantes de la marcha del jueves. Y la verdad es que no se observa movimiento alguno en el sentido requerido. No hay planes de seguridad. No hay proyectos. Ni del gobierno ni de la oposición. A nadie se le cae una idea, salvo la reducción de la edad de imputabilidad o la ampliación de las cárceles. Comprar patrulleros, motos y armamentos no está mal, pero es insuficiente sin un plan de seguridad, prevención del delito y protección de la población. De nada sirve amontonar cosas que no se usan porque falta combustible o el personal no está entrenado para el uso de ciertas armas que el delincuente maneja a la perfección.El gobierno trata de suavizar el clima sosteniendo que la inseguridad "es una sensación", estimulada por los medios. A los hijos o a los padres del muerto no se les puede hablar de "sensación". Es por lo menos irrespetuoso.La oposición se une a la protesta social, pero tampoco propone plan alguno. La gravedad del problema exige archivar cuestiones partidarias, dialogar, consensuar soluciones y ponerlas en práctica de manera integral con la participación de especialistas, simpaticen o no con el gobierno o con la oposición. De otra manera seguiremos igual. O peor. LA INEFICIENCIA. En los últimos meses sólo hemos observado un reparto de acusaciones, del que la Justicia no se salva, por supuesto. La benignidad de ciertos jueces ha posibilitado la reaparición en escena de asesinos, violadores, secuestradores y asaltantes. Nadie entiende por qué el cura Grassi está condenado y libre a la vez. Tampoco por qué ya no hay cárcel para ninguno de los asesinos del fotógrafo Cabezas, entre muchos otros casos cuya enumeración sería interminable. Si los magistrados atribuyen estas deficiencias a cuestiones legislativas, habrá que modificar las leyes. Pero ahora. ¿Qué estamos esperando?La ineficiencia policial y judicial es moneda corriente. Me consta que a principios de mayo una persona denunció un secuestro virtual en la comisaría segunda de Paraná. Acaban de cumplirse cinco meses y nadie, ni la Policía ni la Justicia, le ha llamado al denunciante ni siquiera para preguntarle por su salud. Cabe suponer que nada se ha investigado. De esa manera seguiremos con el Jesús en la boca, siempre expuestos al desenvuelto accionar de la delincuencia.
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