LA ARGENTINA QUE VIENE
Cristina, Macri y Alberto y la incapacidad para pensar en el futuro
Fue una Cristina auténtica. La verdadera. Esa que la campaña se esmeró en mostrar poco y nada, dejándole la cancha libre a Alberto. Pero la voracidad de la dinámica política argentina es tal que ya parecen jugar el descuento. ¿Hasta dónde llegará el poder de la vicepresidenta? ¿Se autolimitará o el Presidente deberá hacerlo? Los dos piensan en el 28 de octubre y descuentan una victoria amplia. Volverán.
Jorge Barroetaveña El mensaje de las corporaciones es claro. Mientras los empresarios aplaudían de pie a Vidal en el Coloquio de IDEA, con Alberto y Macri bien lejos, mientras la justicia seguía escupiendo fallos contrarios al gobierno y le pega como a esos boxeadores que caminan tambaleantes por el ring, Cristina y Alberto esbozaron un poco más el país que se viene si el 27 de octubre consuman su victoria, como la lógica del voto de las PASO indica. Desde La Pampa, donde celebraron el Día de la Lealtad y con varios gobernadores detrás empezaron a bosquejar su vuelta al poder. Fue Massa el que dijo vamos a volver pero mejores, aunque el cantito popular y algunos discursos distan de eso. Fue Cristina, la auténtica, la que dejó el mensaje más inquietante para sus adversarios. Cristina prometió investigar qué hicieron con la plata de la deuda que tomaron. ¿Les augura la cárcel con un Poder Judicial siempre presto para hacerle mandados al ganador? Sin dobleces es lo que piensan en el macrismo. Los mismos jueces que hicieron desfilar a la ex presidenta por todos los tribunales posibles y que todavía la tienen en capilla, bien podrían retribuir favores, pagándole con la misma moneda a Mauricio Macri. En términos concretos: no son pocos los que piensan que Macri y Cristina en esta elección se juegan la cárcel. El que gane zafará pero al que pierda lo esperará un calvario judicial Cristina estará arropada por el Senado de la Nación y una amplia mayoría, lo que la pondrá a salvo de cualquier intento. Fortalecida además por un resultado que considera consecuencia de la jugada de bajarse de la presidencia, dejándole el lugar a Alberto. Allí anida el más grande interrogante del próximo gobierno: la relación entre ambos y el equilibrio de poder. Aunque parezca mentira, la política es el mayor interrogante para lo que viene. No la economía. La gente la seguirá pasando mal. Con esperanza quizás de un mañana mejor, pero con la certeza que el horizonte económico va a seguir complicado. Es que en economía no hay mucho margen para hacer locuras. La duda es si el gobierno saliente se encargará de hacerle el trabajo sucio al entrante o si de dedicará a ‘aguantar’ lo que falta hasta la entrega del poder. Conociendo la política argentina y la tirante relación entre oficialismo y oposición, es más probable lo segundo que lo primero. ¿Quién va a asumir los costos del enésimo ajuste que se viene? Está claro que si, de aumentos de impuestos o impuestos extraordinarios se refiere, le corresponderá al nuevo gobierno. Lo mismo un aumento de las retenciones al sector agropecuario o un impuesto extraordinario a la renta financiera o a los que blanquearon capitales hace un tiempo. Tal vez la única ventana que se abra para la colaboración conjunta sea la renegociación de la deuda. El propio Hernán Lacunza admitió esta semana que cuanto antes se inicien las conversaciones con el Fondo Monetario mejor será para aventar la incertidumbre de los próximos meses. De hecho el Fondo avisó que, hasta no saber los planes del futuro gobierno, el famoso último desembolso brillará por su ausencia. Pensar en más cosas suena utópico por no decir irreal. La grieta, esa de la que se han alimentado unos y otros durante estos años, es más profunda arriba que abajo. ¿Por qué? Sencillo. Abajo no hay nada en juego, la gente puede discutir por política pero va aprendiendo que no vale la pena pelearse por eso. En último caso lo deja de lado y listo. Pero arriba, en las súper estructuras, hay más cosas en juego. La propia supervivencia. ¿Será por eso que la política se ha convertido sólo en una lucha de egos? En la que los protagonistas se privan de levantar su mirada para pensar en plazos que los excedan? A una semana de votar para elegir nuevo presidente cada uno atiende su juego. Este domingo se hará el segundo y último debate, con gusto a poco por cierto, pero algo es algo, diría un amigo. Más vale esto que nada. Seamos honestos: si fuera por los candidatos los debates deberían prohibirse. Sólo la presión de la opinión pública los obliga a compartir un escenario, atril de por medio. Un reflejo al cabo de cómo se vive la política en la Argentina. Es el todo o nada. Es el me salvo o te fulmino. No hay palabras medianas que permitan desandar un camino de consenso. Todos hablan de unidad pero nadie la practica. Es deporte nacional denostar al adversario y avisarle que irá preso o que se hará todo lo posible para eso. Y lo peor es que, con el voto, más de una vez se convalidan semejantes comportamientos. El peronismo prepara su vuelta al poder, tratando de pagar los menos costos posibles. Y Macri piensa en su propio futuro y lo que le deparará el llano. ¿Los argentinos? Bien…gracias!
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