POR JORGE BARROETAVEÑA
Cristina se cansó y el chirlo político lo vio todo el mundo
"Mijito quedate quieto...". ¿Cuántas veces escuchamos ese reto cuando éramos chicos? Reto que era patrimonio de madres, padres y abuelos. Y era cuando la paciencia llenaba el tanque. Si no hacíamos caso, había que atenerse a las consecuencias. ¿Qué lógica era? La de padres a hijos, la de ordenar y obedecer. Así de simple.
Por Jorge Barroetaveña Esa imagen me avanzó desde el pasado, esta semana cuando todos vimos, cómo la vice lo retaba en público al Presidente de la Nación. Sin estribos ni frenos inhibitorios, para decirlo desde la psicología, Cristina hizo uso y abuso de todo el poder que tiene sobre su subordinado. Esa fue la impresión, quizás como nunca antes porque hasta ahora había cuidados ciertas formas. Es evidente que el escándalo de las fotos de la fiesta de cumple de la Primera Dama en Olivos fue la gota que desbordó la paciencia de Cristina. Justo ella que cuida hasta la exasperación su vida privada y la de su familia y que no se permite un solo desliz. Al cabo ha lidiado todo este tiempo con un hijo político y con una hija que nunca quiso saber nada de política. Con los focos de las cámaras siempre encima de ella, no se ha conocido nada que, desde lo personal, pueda comprometerla. Todos saben en la Residencia Presidencial de Olivos cómo era. En su presencia no volaba una mosca y nada pasaba sin su conocimiento. “Ordená lo que tengas que ordenar”, le dijo al descarriado Presidente ante un centenar que miraba de cerca y miles que lo hacían de lejos. “Y no te pongas nervioso”, remató como para dejar claro el mensaje. Es que el impacto de la divulgación de las fotos del cumpleaños de la Primera Dama Fabiola Yáñez el año pasado, cuando aún regía la cuarentena más estricta también fue una patada en el hígado para Cristina. Sabedora de la influencia que la filtración puede tener en unos comicios complicados para el oficialismo, decidió tomar el toro por las astas y hacer público su enojo. Ella, como tantos otros, esperó que Alberto se hiciera cargo de todo. El primer pedido de disculpas fue light y encima cargó las tintas contra la pobre Fabiola. En último caso hubiera sido lo de menos sino fuera porque el Presidente dejó la sensación que ni siquiera sabe lo que pasa en Olivos. Por eso la vice llegó cargada al acto del reto público. En el fondo siente que Alberto recibió una Ferrari y la está manejando como un Fiat 600. Es que las asimetrías de la relación entre el Presidente y la vice tienen su génesis en el comienzo de la relación. No hay antecedentes en el mundo que el segundo eligiera al primero de la fórmula. Es cierto que Cristina sin él quizás no ganaba, pero a esta altura es una hipótesis imposible de verificar. Lo concreto es que el grueso de los votos los aportó ella. Es de lo único que no hay dudas. Así nació el gobierno loteado, ese que devino en los funcionarios que no funcionan como también definió la jefa. La parálisis política deviene en problemas de gestión evidentes que se disimularon con la pandemia. El gobierno, que lentamente intenta ponerse en marcha, sigue padeciendo sus propias limitaciones. En el medio está la elección que puede condicionar sus últimos dos años. Alberto lo sabe mejor que nadie. Su propia chance de reelección se juega en septiembre. Una eventual derrota le cargará a él todos los costos. Con cierta lógica: quién es el responsable de la gestión? En un sistema hiper presidencialista como el nuestro, es él, sin dudas. No importa que muchos funcionarios no le respondan y reporten a otro, o a otra en este caso. La eficacia se mide por resultados y Alberto es el principal habitante de la Casa Rosada. ¿Importa que el poder real no esté allí? No. Todo para perder y nada para ganar, sería un buen título para película. Por eso la incomodidad de las fotos filtradas de los festejos. No sólo la oportunidad de los mismos, también la impericia para disimularlos. El yerro es imperdonable para el kirchnerismo. Desde Máximo hasta Hebe le pasaron facturas sin contemplaciones. Le hicieron saber que esos errores no se pueden cometer. Al final llegó Cristina para intentar un salvamento y poner la casa en orden. A un costo alto, pero inevitable si la intención es salvarse del naufragio. La huida incluyó el miércoles la divulgación de un video y más fotos, desde la televisión pública. El objetivo fue golpear primero y así poder controlar los daños colaterales. ¿Servirá? Las urnas están al alcance de la mano, aunque nadie quiere arriesgar hasta dónde llegará la factura. La sociedad asiste con una mezcla de hastío, rabia e impotencia al espectáculo. El enojo no perdona a nadie, ni siquiera a los pulcros opositores que se hicieron un festín. El gusto es demasiado amargo como para suponer que no habrá secuelas. La sensación es que, otra vez, nuestros dirigentes, no están a la altura. El saco les queda grande. Dolorosamente grande.
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