POR JORGE BARROETAVEÑA
Crónica de una carrera desesperante: conseguir vacunas que salven vidas

El repaso de la tapa de los diarios de todo el país es un ejercicio no recomendable. Los contagios y las muertes se cuentan de a cientos. A lo largo y a lo ancho y no hay zona que se salve. El domingo vence el DNU nacional, y la responsabilidad volverá a las provincias. ¿Extenderán las medidas? ¿Esperarán al próximo fin de semana a ver el impacto en la curva de contagios que han tenido las restricciones?
Por Jorge Barroetaveña La carrera contra el tiempo que corre el gobierno es desesperante. La Ministra Vizzotti se tomó un vuelo para México a controlar que lleguen las vacunas de Astrazéneca. Al mismo tiempo bucean las chances de ‘Soberana’, la vacuna cubana y a ritmo acelerado firman contratos con Cansino. En el medio el Presidente tuvo que salir a dar explicaciones sobre la fallida negociación con Pfizer. “Hay cosas que yo no podía firmar”, dijo enigmático, sin explicar a qué se refería. El escándalo en torno a este tema escaló sin parar, tanto que la ex Ministra Bullrich llegó a hablar de coimas. El impacto fue tal que, al Presidente y a Ginés no les quedó más alternativa que llevarla a tribunales. Bullrich después, irresponsablemente, se desdijo. Lejos en el tiempo quedaron los 6.000 argentinos que prestaron su brazo y salud para las pruebas de este laboratorio. Si bien el Presidente se encargó de aclarar que las negociaciones continúan, el enchastre está hecho. Porque más allá de la impericia que pudieron tener para negociar, era obvio que Pfizer, como han hecho casi todos los laboratorios, iba a priorizar su país de origen, en este caso Estados Unidos. Esa decisión incluso, excedió a Pfizer, porque fue el gobierno norteamericano el que puso plata y después condicionó la producción y distribución de vacunas. Ni la Argentina ni la mayoría de los países latinoamericanos eran prioridad. Tanto que Brasil (aliado estratégico en la región) compró 100 millones de dosis y le han llegado un puñado. Tampoco las explicaciones trasnochadas de algunos contribuyen a la claridad. Decir que pidieron embajadas de garantía o reservas naturales es llevar el debate a un terreno imposible y delirante. Que expliquen qué pasó y porqué y se van a acabar las dudas y las sospechas, si alguien las tuviera. Lo cierto es que el escenario de aumento exponencial de casos y los fallecimientos, con la lentitud en la campaña de vacunación ponen al país en un callejón sin salida o sí. La única son las restricciones a la circulación y las reuniones sociales como dolorosa forma de parar la espiral de contagios. El colapso de las terapias intensivas deja al sistema de salud inerme y sin capacidad de respuesta. Coincide con el escaso nivel de tolerancia social a las restricciones. Aún así y pese al hastío generalizado, los niveles de cumplimiento a las últimas medidas fueron altos. Por eso el anuncio prematuro de retorno a cierta normalidad la semana que viene por parte de la Nación y la decisión crucial que deberá tomar Larreta sobre el retorno a la presencialidad en las escuelas. Lo mismo será para los gobiernos de provincia y por extensión para los municipios considerados de alto riesgo epidemiológico. La idea que nutre las usinas oficiales habla de confinamientos intermitentes, por zona y por una determinada cantidad de tiempo. Las medidas se endurecerían los fines de semana, para retomar cierta laxitud de lunes a viernes. Hace un par de días, el Ministro Gollán, que no se ha caracterizado por su blandura a la hora de hablar de la pandemia y las medidas necesarias, dijo que empezaba a verse una disminución pero la tendencia aún no estaba consolidada. Es una luz en el fondo de un túnel que no para de oscurecerse. Es que el agobio social, sumado a la tragedia de los más de 75.000 muertos es una cuesta difícil de repechar para cualquier país. Y si no hay un horizonte con algo de luz es imposible recrear la esperanza colectiva. El Presidente lo sabe, tanto como que, más tarde que temprano, habrá elecciones y la gente irá a votar. Pensar en eso o hablar de eso a esta altura parece de ciencia ficción pero es un tren que va a pasar. Si bien el gobierno tiene la mayor carga de responsabilidad, y por ende es el más expuesto, la crisis deja al descubierto todas las miserias, también de la oposición. Demasiadas voces, contradictorias, se escuchan. En estos tiempos, donde los espíritus están alterados, la paciencia no existe y lo que escasea es el sentido común, a veces el silencio es el mejor aporte que se puede hacer. Tanto como esquivar el exceso de información que pulula y termina desorientando al más pintado. Estamos en el momento más trágico. Que dejará heridas para siempre. Ojalá prime el espíritu altruista y el de arriba nos dé una mano. Lo necesitamos.
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