REGULACIÓN DEL CANNABIS
Cultivadores de marihuana: entre las luces y las sombras de leyes que atrasan más de medio siglo
En Gualeguaychú, son miles las personas que cultivan la planta. La todavía vigente Ley Nacional de Estupefacientes sigue generando injustos encarcelamientos y aperturas de causas judiciales. El Estado nacional ha avanzado en la regulación, pero de manera muy lenta y poco clara en ciertos aspectos. Mayo es mes de cosecha, y una buena oportunidad para abonar con ideas uno de los tabúes que todavía tienen fuerza de ley. La palabra de tres cultivadores de la ciudad colabora a entender un poco más de qué se trata la cosa.
Por Luciano Peralta Muchos de nuestros padres y madres, ni hablar de los abuelos y abuelas, todavía siguen sin poder diferenciar a la marihuana de la cocaína, dos de las sustancias prohibidas de mayor consumo en nuestra sociedad, pero diametralmente distintas en cualquiera de sus sentidos. De ejemplo, el más claro de ellos, para que se entienda: mientras una puede curar y aliviar dolores, la otra no tiene muchas más alternativas que el tratamiento de por vida o el infierno que solamente las familias que lo han padecido pueden describir. Esa confusión, esa falta de información por parte de una buena porción de la sociedad -el tabú no se explica, por eso funciona- no es más que el triunfo del prohibicionismo, convalidado por la todavía vigente Ley Nacional de Estupefacientes 23.737. Bajo esta norma, el Estado sigue direccionando recursos, policiales y judiciales, para perseguir a cultivadores que, por ejemplo, producen el aceite de cannabis que hoy toman muchísimas personas adultas mayores para aliviar dolores, poder dormir o simplemente estar más tranquilas. Bueno, para el Estado argentino esos cultivadores son criminales, que pueden pasar entre 4 a 15 años en prisión. Aunque, afortunadamente, empiezan a materializarse algunos avances, en este sentido. Hace apenas cuatro días, la Cámara de Senadores de Entre Ríos le dio media sanción al proyecto de Cannabis Terapéutico que ya había sido aprobado por la Cámara Baja. Esto generó buena aceptación por parte de cultivadores y consumidores, pero también el escepticismo lógico de los últimos años. Es que las señales de la clase políticas no son claras cuando de cannabis se trata. En 2017 el Congreso de la Nación aprobó la Ley 27.350 de “Uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados”, impulsado por la diputada entrerriana Carolina Gaillard. Pero la reglamentación del Poder Ejecutivo, por entonces a cargo de Mauricio Macri, fue muy parcial y dejó afuera al autocultivo, que había sido uno de los motores de la iniciativa apoyada por las organizaciones Mamá Cultiva, la Red de Cannabis Medicinal del Conicet y la Cámara Argentina de Cannabis.
Pasaron cuatro años, en los que usuarios y cultivadores debieron permanecer en las sombras de la ley, a pesar de la creciente aceptación social que tiene la planta. En marzo se abrió el Registro del Programa Cannabis (Reprocann), dependiente del Ministerio de Salud de la Nación, luego de que, a fines del año pasado, el presidente Alberto Fernández haya reglamentado el Artículo 8 de la 27.350, justamente el que regula el autocultivo de cannabis con fines medicinales, terapéuticos o paliativos. Pero, hasta ahora, el Reprocann ha generado más dudas que certezas, particularmente porque no está definido el poder de policía y la modalidad de actuación del mismo, lo que se traduce en mayor desamparo para los inscriptos. Desde el oficialismo, explican que se está trabajando para mejorar este aspecto. En tanto, provincias como Jujuy, Santa Fe y Ríos Negro avanzan, cada una con sus particularidades, en la regulación del cultivo. ¿Qué piensan los cultivadores de Gualeguaychú de esta realidad? Esa fue la idea que motorizó este informe. Para el cual entrevisté a tres cultivadores que, por ser considerados criminales para el Estado argentino, no fueron expuestos a la cámara ni serán publicadas sus identidades reales. También la diputada Gaillard expuso su visión sobre el tema y fueron tomados importantes aportes del abogado paranaense Andrés Bacigalupo, integrante de la Asociación Civil Pensamiento Penal, quien, además formó parte, el viernes, del Primer Congreso Cannábico de Entre Ríos. “La absurda prohibición” “La guarda de semillas en buen estado de conservación contempla penas superiores a las correspondientes al incendio intencional de un bosque. El consumo en la vía pública es algo que el Estado sigue considerando más severo que golpear a las fuerzas de seguridad que solicitan el apagado del cigarrillo de marihuana, entre innumerables ejemplos más”, comparó el abogado Andrés Bacigalupo, en una muy interesante columna publicada en la revistamate.com.ar. A este y otros aspectos se refirieron los cultivadores locales consultados por ElDía. Pablo tiene 37 años y es usuario de marihuana desde los 19, más o menos. Como casi todos los adolescentes de fin de siglo, empezó comprando “porro prensado” en alguna oscura casa de las periferias de la ciudad y hace algo más de once años empezó a plantar. “Pasar por la experiencia de tener que ir a comprar un prensado horrible, a lugares horribles y en situación de total desprotección y criminalidad fue suficiente para decidirme a plantar. Además, me gustan mucho las plantas, así que no me costó nada, todo lo contrario. Empezar a saber qué consumo marca una diferencia muy grande. La planta está cuidada con amor y la veo crecer, antes no me quedaba otra que confiar en que eso que compraba tenía un poco de marihuana, al menos”, contó el cultivador gualeguaychuense que dedica a sus plantas “el mismo tiempo que dedico a otro hobby cualquiera, ni me la paso obsesionado con el cultivo, ni las dejo abandonadas a un costado; como cualquier planta, necesitan cuidados”. "Pasar por la experiencia de tener que ir a comprar un prensado horrible, a lugares horribles y en situación de total desprotección y criminalidad fue suficiente para decidirme a plantar" Pablo es uno de los muchos cultivadores de la ciudad. “Somos un montón”, asegura, y cuanta que “el mundo de los cultivadores es bastante colaborativo, entonces nos pasamos semillas, esquejes, cogollos, flores, y maneras de cuidar la planta. Como esa piratería de compartir discos y películas entre quienes hemos estado condenados a la marginalidad, siempre”. -¿Por qué fumás marihuana? -Principalmente, porque me gusta. Me ayuda muchísimo a dormir, regularizo los períodos de sueño. Mucho tiempo de mi vida le busqué la justificación a esa pregunta, pero, básicamente, me gusta hacerlo. Soy una persona adulta y lo hago de una manera responsable, no atento contra la seguridad de nadie, ni contra el orden público, la decencia y ese tipo de cosas. Soy ex fumador de tabaco y la marihuana me parece un consumo mucho menos dañino, el tabaco arrasa con tu cuerpo y generar millones muertes todos los días. Cosa que no pasa con el consumo de cannabis. -¿Sos de los que pensás que debería legalizarse? -Sí. La absurda prohibición sobre la marihuana es insostenible. Hay mucha desinformación sobre el tema. Algunos piensan que una persona que se fuma un porro va a salir a robar, y no tiene nada que ver con eso, en general. Las personas que son violentas lo son más allá de las sustancias. Ninguna sustancia determina la forma de ser de las personas. Los violentos, asesinos o violadores lo van a seguir siendo, más allá que se fumen un porro o consuman cualquier tipo de sustancia, prohibida o legalizada. Me parece ridículo que no sea legal, y que no sea legal producirla uno mismo. Podemos comprarnos dos paquetes de puchos y seis botellas de vino y consumir todo eso en una noche. Algo totalmente destructivo. Pero la planta es ilegal. No se entiende, es un absurdo. Además, y con esto tienen que ver los actuales movimientos regulatorios, el Estado se está perdiendo de recaudar muchísimo, porque la industria del cannabis y del cáñamo es tremendamente pujante. La fibra del cáñamo en la producción de papel, por ejemplo, es mucho menos contaminante que el eucaliptus, que es lo que usamos, y es una planta que crece en seis meses y no arrasa con el suelo, de hecho, es muy buena para la tierra. Sobre el miedo a “caer en cana”, como el mismo Pablo relata, plantea una respuesta tristemente lógica e injusta: “No creo que alcancen las cárceles para encerrar a los cultivadores que hay en la ciudad, y yo no soy tan morocho y vivo en el centro, como para que me lleven preso por eso”. Una causa federal por un porro Cristian tiene 43 años y cultiva hace veinte. Como tantos, empezó a hacerlo en armarios, cuando vivía en Buenos Aires. Ya de vuelta a Gualeguaychú optó por el fértil suelo entrerriano. Se reconoce en el parámetro que va “de cultivador medio a fanático”, por la pasión que le generan las plantas, pero no sólo las de cannabis, ya que también es productor agropecuario. “Dejar de comprar y empezar a cultivar fue el gran cambio. Mi segundo gran cambio fueron las alquimias, que son las diferentes opciones que podés hacer con la planta. Desde los hachis milenarios a los aceites, que en realidad no son aceites son reducciones. Creo que el principal poder de cultivar es la autonomía y la autogestión. Es, como para quien toma mate igual a poder tener diez plantas y poder autoabastecerse todos los días con su producción”, explicó. “La planta no es el problema, en todo caso el problema es la dosis, como con cualquier sustancia. Y no cualquier uso es igual. Por ejemplo, yo en la secundaria no fumaba y creo que me hubiese perjudicado porque no puedo leer mientras fumo, pero no a todos les pasa lo mismo, mucha gente fuma para concentrarse. Yo, en cambio, fumo porque me relaja y me ayuda mucho con la creatividad de lo que hago o pienso”, agregó. Cristian produce aceite de cannabis y por pedido de su propia abuela, de 90 años, se lo suministra hace un tiempo. “Ella y sus amigas están felices”, asegura en la tranquilidad de su casa. Y celebra la flamante Ley de Cannabis Terapéutico de Entre Ríos y el involucramiento de las universidades de la provincia para “poder testear con un cromatógrafo nuestra producción y así generar un producto controlado”. Pero el optimismo de hoy es bien diferente a la situación de principio de siglo. Cuando le abrieron dos causas federales por encontrarlo con marihuana. “Fueron hace 15 años, más o menos, todas en la ruta. La primera fue yendo para Concepción del Uruguay, éramos cuatro en una camioneta y con bastante pinta de hippies, en el peaje nos revisaron íntegramente, a mí me encontraron un porro y a un amigo 4 gramos. Fue todo muy shockeante, me acuerdo que desde el gendarme hasta los policías en la Comisaría nos decían ‘ustedes para nosotros son enfermos’. La segunda fue en el peaje de Zárate, íbamos en un auto y me encontraron un frasco de flores que llevaba dentro de la mochila. Y la última fue volviendo de Uruguay, venía con un amigo, pero safé: porque mi amigo se hizo cargo de la tuca que había quedado ahí arriba, menos de la mitad de un porro”, recordó Cristian, y acompañó con una carcajada. Todas las causas fueron cerradas. "La primera fue yendo para Concepción del Uruguay, éramos cuatro en una camioneta y con bastante pinta de hippies, en el peaje nos revisaron íntegramente, a mí me encontraron un porro y a un amigo 4 gramos" Unos años más acá en el tiempo, en 2011, cultivadores de la ciudad organizaron un par de catas de cannabis, de las que Cristian participó. “Era una buena movida”, recuerda. “Pero dos semanas después de la segunda, Gendarmería reventó la casa de uno de los pibes, así que todo mal. Ahí me distancié un poco, me fui atrincherando de la comunidad cannábica, digamos”. Ahora, busca inscribirse en el flamante Registro del Programa Cannabis (Reprocann), pero tiene la misma duda que plantearon las asociaciones cannábicas sobre la nueva herramienta estatal: la fuerza de policía. “No está claro todavía cómo va a ser el control de quienes estén anotados en el registro. Así como está ahora, el cultivador que se anote queda más expuesto que el que no. Se le da la potestad alguien, que no está definido, de visitar tu domicilio, cuantas veces disponga y sin aviso previo. Por eso mucha gente está esperando algún cambio en este sentido para poder inscribirse”. La letra fina del registro de cultivadores Andrés Bacigalupo es un abogado paranaense, integrante de la Asociación Civil Pensamiento Penal, que fue invitado a las comisiones de salud de las cámaras de Senadores y Diputados de la provincia, en el marco de la discusión de la Ley de Cannabis Terapéutico aprobada días pasados. El viernes, Bacigalupo expuso sobre los “Aspectos legales y políticos de cannabis”, en el marco del Primer Congreso Cannábico de Entre Ríos. “En la provincia tenemos una historia de prohibicionismo muy aguda. Recuerdo que hace tres o cuatro años me llamaron de manera urgente para defender al dueño de un grow shop, porque estaba, según me informaron, cometiendo el delito de impartición de instrucciones al público para producir estupefacientes. Cuando me interiorizo, me cuentan que estaba dando talleres para la preparación del aceite de cannabis, en los que participaban, mayormente, personas de la tercera edad y personas con problemas oncológicos. Una vez que accedo a la causa veo que el Estado había investigado durante ocho meses a estos chicos, que les habían sacado fotos, los habían formado”, relató, todavía sorprendido por el accionar de la Justicia. Por otro lado, es bien interesante el análisis que hace Bacigalupo del Reprocann, en una columna de opinión publicada en la revistamate.com. Allí, aclara que para inscribirse se debe descargar un formulario de la aplicación Miargentina, plataforma digital del Estado que contiene y acopia el perfil de cada ciudadano. Las cosas a mejorar del sistema son varias, pero la más importante y polémica es el llamado “consentimiento informado bilateral” y la “declaración jurada que las personas deben cargar en el sistema luego de completar junto a su médico”, explicó el profesional. En este sentido, la última cláusula de este consentimiento refiere a que “el/la paciente acepta recibir en cualquier momento, sin necesidad de previo aviso, inspecciones por parte de la autoridad estatal pertinente, a fin de constatar el cumplimiento del tratamiento prescripto por la/el profesional”. Sobre este punto, Bacigalupo entiende que “no muchas interpretaciones deslizan tal redacción, la persona se somete a recibir inspecciones sorpresa en su domicilio de una autoridad estatal indefinida”. Consecuentemente, “este punto hace dudar a algunas personas, que legítimamente calculan si la invasión estatal en el domicilio es algo más lejano o más cercano si se registran en el Reprocann. En los decretos (823/2020 y 800/2021) no se aclara cuáles son las consecuencias -¿penales o administrativas?- que se aplican a quienes no cumplen con las rigurosas permisiones que la normativa trae consigo”. A saber, según el Decreto 883/2021, se establece como rango permitido de plantas florecidas y extensión de superficie cultivada: Entre 1 y 9 plantas florecidas; hasta 6 m2 cultivados; entre 1 y 6 frascos de 30 ml o hasta 40 gramos de flores secas. Según el Decreto 883/2021, se establece como rango permitido de plantas florecidas y extensión de superficie cultivada: Entre 1 y 9 plantas florecidas; hasta 6 m2 cultivados; entre 1 y 6 frascos de 30 ml o hasta 40 gramos de flores secas En la misma publicación, el abogado paranaense afirma que “es preferible una ley perfectible a una prohibición absoluta”. Y analiza: “Argentina está entrando tímidamente a la regulación con fines medicinales. Entramos a una fase en la que, al parecer, el control por parte de nuevas instituciones estatales sigue teniendo su presencia insidiosa e invasiva en cada acto de consumo, por más mortificante que sean las patologías que las propiedades de la planta alivie y por más hipócrita que resulten la comparación de cómo se regulan otras medicinas o cómo se controla el consumo de sustancias psicoactivas legalizadas, como el alcohol o el tabaco”. “La dispersión normativa, la ausencia de políticas claras y humanistas, como su convivencia con el régimen penal conlleva, en muchos casos, a aborrecer la actualidad. Si debemos dar crédito a la abrumadora cantidad de noticias que invaden la web, nos encontramos con secuestros de goteros de aceite a pacientes con cáncer, allanamientos continuos a cultivadores de distintos puntos del país y meses de silencio absoluto en resoluciones administrativas de impostergable urgencia que deberían redactarse eficientemente en un chasquido de dedos”, cuestionó Bacigalupo. En esta misma línea, la diputada nacional por Entre Ríos, Carolina Gaillard (FdT), impulsora de la Ley 23.350, en 2017, y también del nuevo marco legal, coincidió con los cuestionamientos. “Yo no estoy de acuerdo con ese punto, pero entiendo que se va a modificar”, dijo en declaraciones a ElDía. Al tiempo que explicó que la resolución que crea el Reprocann otorga a la autoridad a cargo del programa la posibilidad de modificarlo. “Se está viendo de modificar eso, porque es muy amplio y deja en la inseguridad a un montón de cultivadores ante quien se presente como autoridad de control”, expresó. -¿Qué cambió con la nueva reglamentación? -Desde que el presidente reglamentó la ley, que había sido reglamentada de manera parcial por Cambiemos, sin respetar el espíritu del legislador, lo que cambió fue mucho. La nueva reglamentación tiene muchas cosas positivas, pero uno de sus ejes principales es el Artículo 8 de la ley, que hace que el autocultivo sea legal. Y establece el mecanismo para hacerlo, como forma de acceso al cannabis. Asimismo, queda establecido que las farmacias podrán hacer formulaciones magistrales y vender preparados de cannabis; y que los investigadores y las universidades no tienen que pedir permiso al programa de Cannabis Medicinal para llevar adelante sus investigaciones, lo que era obturado por la anterior reglamentación. Tampoco impone la limitación al tipo de patología. Esto es muy importante, porque, recordemos, que la reglamentación de Cambiemos sólo autorizaba la utilización de cannabis para la epilepsia refractaria. -¿Qué opinás de la nueve ley entrerriana? -La ley provincial es un gran avance, porque no sólo garantiza el derecho al acceso a la salud, además establece una serie de pautas interpretativas para que los usuarios no sean criminalizados y, por otra parte, establece también algunas formas de producción estatal y mixta del cannabis, haciendo eje en las pequeñas y medianas empresas y la economía popular. Entre Ríos está trabajando en la creación de una red de laboratorios públicos, de la que son parte las universidades, el INTA, el INTI y el Conicet, para testear sustancia, para que aquellos que cultivan puedan ir allí a testear su producción. Esto está siendo llevado adelante por la Secretaría de Ciencia y Técnica del Ministerio de Producción, a cargo del ingeniero químico Jorge Gerard. "Entre Ríos está trabajando en la creación de una red de laboratorios públicos, de la que son parte las universidades, el INTA, el INTI y el Conicet, para testear sustancia, para que aquellos que cultivan puedan ir allí a testear su producción" Para la diputada, “el gran problema de nuestro país es que no hay un marco legal para la producción. Hoy, el autocultivo está regulado por la nueva reglamentación, pero no es fácil para aquellos que quieren acceder a través de una farmacia o un laboratorio”. En este nuevo marco legal viene trabajando la Cámara de Diputados, con la propia Gaillard a la cabeza, organizaciones de la sociedad civil y el Poder Ejecutivo de la Nación, particularmente con el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, a cargo de Matías Kulfas. “El uso recreativo es medicinal” José tiene 36 años y hace 15 que cultiva. Empezó a instruirse en los foros, mayormente españoles, los llamados Cannabis Café, cuando no existían siquiera las redes sociales. “Es necesario que el Estado avance realmente y concretamente en esto. El uso de la marihuana siempre es terapéutico, aunque no haya un médico de por medio, que, dicho sea de paso, no está formado en la universidad sobre las virtudes del cannabis”, expresó José, para quien discutir el cannabis medicinal es el primer paso para legalizar el uso recreativo del mismo. “Tanto uno como otro causan el mismo efecto en el cerebro. Lo que cambia es el estado de conciencia de la persona que los consume: una sabe que lo necesita y la otra no”, diferenció. Los otros dos cultivadores entrevistados compartieron similares razonamientos. Para Pablo, “la medicina tiene que ver con estar bien, no con tener cáncer y tomar cannabis para que no te mueras de dolor”. Entonces, “si fumar marihuana, o comerla, o tomarla en aceite, me hace bien, eso es medicinal, es terapéutico; en mi caso, no sólo duermo mejor, me dan ganas de hacer actividad física, como mejor y me relaja”. Para Cristian, en tanto, “siempre es terapéutico el uso de cannabis”, pero “también hay que saber tener cuidado, por eso hablamos de consumo responsable. A alguien que está depresivo, solo y angustiado capaz fumar marihuana no le va a hacer bien, pero lo mismo si se toma un whisky o consume psicofármacos legales”, comparó. “Hace falta más educación, y en eso es primordial el rol del Estado”, reclamó José. Y pidió de manera urgente “un marco legal claro para todo esto”. “Últimamente, entre los cultivadores de Gualeguaychú, ya nadie sabe quién cultiva, porque si das esa información estás expuesto a que entren a tu casa y te roben las plantas, como nos ha pasado a muchos de nosotros. Hoy medio que se impone el hermetismo entre los cultivadores, porque hemos descubierto un par de chorros”, contó. Y se preguntó: “¿qué vamos a hacer en esos casos? ¿vamos a denunciar a la Policía que nos robaron las plantas de marihuana?”.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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