Editorial: El potencial electoral y clientelístico del celular
El teléfono móvil es la tecnología más popular. Los politólogos lo recomiendan para la campaña electoral. En Chubut, en tanto, ya se usó para el control del voto en el cuarto oscuro.Las nuevas tecnologías han venido para incidir en los procesos políticos de los países. En el triunfo electoral de Obama, las redes sociales jugaron un rol importante.Usados por la población civil como ariete contra las autocracias árabes, estos artefactos fueron bautizados como las "tecnologías de la liberación". Mientras los sectores medios reclamaron democracia por Internet, los sectores populares se precipitaron a la protesta, por la carestía de la vida, utilizando como instrumento de comunicación el celular.La penetración popular de este último artefacto, en el mundo y en Argentina, lo convierte en un medio de alto impacto político. En el país, mientras dos tercios están en Internet (aunque están allí el 40% de los que votan), hay casi tantos celulares como habitantes.Es decir, el teléfono móvil llega a las villas y a la gente pobre. Esta penetración popular, esta capacidad de acceder a todos los votantes, hace que los cientistas políticos lo recomienden especialmente.Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, explicó: "En un análisis sociológico simple, en América Latina las redes sociales son eficaces, en promedio, en los sectores altos -ya sea en lo económico como en lo educativo-, Internet lo es en los sectores medios y el celular, en los populares".Por tanto, consideró que para nuestros países "en materia de comunicación política, el gran desafío es hoy cómo usar el celular, al que acceden todos los votantes".Ahora bien, si estos aparatos aparecen como blanco del discurso de campaña, en el sentido de que a través de ellos el candidato puede tomar contacto con los sectores populares, también pueden ser utilizados en la inveterada práctica de la corruptela clientelística, también con los mismos sectores sociales.La manera de comprar a los votantes pobres, en época pre-electoral, ha devenido en un deporte nacional, toda vez que es una práctica que se remonta al origen mismo de los comicios en estas pampas.Para neutralizar el reparto de campaña electoral de la oposición, la avalancha de recursos proselitistas, ya en 1946 Juan Perón se dirigía así a su electorado: "Coman el asado y voten en contra".La observación planteaba ya el dilema sobre el rédito efectivo del derroche del presupuesto de campaña. ¿Cómo hacer que se traduzca en apoyo, dado que el voto es secreto, el reparto previo de colchones, alimentos, dinero y demás?El periodista Pablo Mendelevich cuenta que el caudillo peronista catamarqueño Vicente Saadi resolvió el problema desdoblando la compra del voto en estímulo y premio."Saadi inventó el método del par de zapatillas: la izquierda llegaba a mano del votante antes de votar y la derecha, poselectoral, quedaba sujeta al resultado".Justamente en la última elección de Chubut, destinada a reparar paradójicamente un supuesto fraude, se usó el celular para monitorear la "inversión" proselitista en términos individuales, comentó el periodista.El mecanismo consistió en exigirle al votante que se filmara a sí mismo, con su celular, en el interior del cuarto oscuro, mientras colocaba la boleta indicada dentro del sobre y, sin interrumpir la toma, cuando lo cerraba con su lengua.De esta manera, el comprador del voto obtuvo la prueba contra la cual efectuar el pago acordado (la otra zapatilla de Saadi). Así se aseguró de que nadie le coma el asado, y le vote en contra.
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