El 8 % de la población del país padece ataques de pánico o algún tipo de fobia
[gallery link="file"]El miedo paraliza y genera aislamiento de quien lo sufre. Cómo ayudar a la persona que padece algunos de esos trastornos. Opinan especialistas y dos mujeres que conviven con esas perturbaciones.Mónica Farabello/Carlos Riera/Rubén Skubij/Guillermo NavarroIr a una fiesta, cruzar un puente, ver una araña, estar rodeados de mucha gente en lugares abiertos o cerrados, tener una entrevista laboral, rendir un examen y volar en avión, muchas veces produce palpitaciones, mareos o náuseas. También generan algún tipo de malestar levantar la mano en clase, dar un discurso, exponerse ante el público en un escenario y hasta tener que pedir un favor.Situaciones reconfortantes para algunos o apenas perturbadoras para otros, pueden resultar una verdadera tortura para aquellas personas que sufren fobia social. Y no son pocas. Los especialistas estiman que dos de cada diez argentinos padecen esta enfermedad. Y creen que muchos de ellos lo ignoran.Lo peor es que las personas que sufren estos síntomas son conscientes de que todos sus temores son excesivos y hasta irracionales, pero no pueden controlarlos. La reacción más frecuente es evitar toda situación que pueda hacerlos sentir mal. Pero a veces no queda otra opción que la de enfrentar el compromiso. "El esfuerzo es enorme, y las sensaciones en el cuerpo, muy pero muy incómodas: un sudor frío invade todo, las manos se humedecen, los músculos se tensan, la boca se seca y la cara se tiñe de un rubor muy intenso", señaló el psiquiatra Carlos Carrión, presidente de Fobia Club, una fundación con sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sustentada en un grupo de profesionales altamente calificados cuyos objetivos fundamentales son: docencia, investigación y orientación a personas que tienen trastornos de ansiedad y a sus familiares.En Fobia Club se atienden 531 pacientes, de los cuales el 30 % es por fobia social (una de las dos categorías de ese trastorno, la otra son las fobias específicas). En ese sentido, Carrión asegura que la fobia social es uno de los trastornos más habituales, que incluso supera a la agorafobia (el temor a circular o estar en lugares públicos) y el trastorno obsesivo compulsivo.Las estadísticas mundiales indican que la fobia social afecta al 14 % de la población.En tanto, de acuerdo a los datos proporcionados por el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (IMA) en base a un estudio sobre 384 pacientes que se atienden por fobia social, se detectó que el promedio de edad de consulta es de 33 años. Hay mayoría de mujeres (70 %) y de pacientes sin pareja (58 %). Y en ocho de cada diez casos, apareció vinculada a otros trastornos, fundamentalmente la depresión y el consumo excesivo de alcohol.En cuanto a las estadísticas mundiales, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) existen más de 250 tipos de fobias reconocidas y estudiadas. Se calcula que más del 7 % de la población mundial padece algún tipo de éstas en su categoría más simple mientras que el 4 % desarrollará una de tipo complejo.La psiquiatría ha distinguido las fobias simples como aquellas que son desencadenadas por un objeto determinado, fácil de identificar y son las que afectarían a ese 7 % de la población. En la primera fila están los insectos, los ratones y las serpientes, objetos fóbicos que afectan en su mayoría a las mujeres. Bien definido asimismo, está el terror a las tormentas, a las alturas y a los precipicios, los que figuran a la cabeza de las estadísticas, seguidos de cerca por el vértigo que provocan la sangre y los hospitales. Estas aversiones serán las más recurrentes en los hombres.En tanto que las fobias sociales (obsesión de creerse espiado o enjuiciado por sus semejantes, temor de hablar en forma entrecortada o de ruborizarse) conciernen al 2 % de la población, según estudios de la OMS.Asimismo, los expertos calculan que las fobias en su conjunto tienen una incidencia en el 5 % de la población mundial. Es decir que una de cada veinte personas padece algún tipo de fobia.Dentro de la clasificación en fobias específicas (miedo a ciertos objetos, situaciones o fenómenos) y fobias sociales (temor o ansiedad extrema frente a determinados acontecimientos sociales, como entablar contacto verbal con desconocidos o tratar con la familia política), son mucho más comunes las primeras.Ranking de fobias en argentinaEn otro orden de cosas, y según datos aportados por la Fundación para la Salud Mental, en la Argentina quienes van a consultar a un psicólogo o psiquiatra por fobias ante situaciones u objetos, son el 8 % de la población, estadística que corresponde solo a quienes confiesan sus problemas abiertamente.Sin embargo, el mismo informe señala que son muchos más los argentinos que conviven con los miedos más diversos hasta que un día, súbitamente, sienten que su vida entra en una especie de bloqueo, de callejón sin salida, porque ya no pueden ir a ciertos lugares, o reunirse con personas, o siquiera movilizarse.El top ten de las fobias argentinas típicas incluye el terror al encierro, al avión, a vomitar, a los insectos, a conducir un vehículo, a las agujas y la sangre, a los animales domésticos, a las aves, a los sapos y a las alturas. Diez temores que, a veces, llegan a invalidar el desarrollo normal de la vida de una persona, y que acosan a los argentinos más de lo que suele creerse.Datos estadísticos obtenidos por la Fundación Fobia Club indican que un 27 % de los fóbicos argentinos sufre de claustrofobia, y se aterroriza en espacios cerrados, ascensores, túneles, subterráneos, tomógrafos, cualquier habitación que a ellos se les represente como chica."Una fobia altera el comportamiento de quien la sufre y se arma un circuito perfecto: la persona se anticipa mentalmente a la posibilidad de tener que enfrentar ese objeto o esa situación a la que teme irracionalmente, y en consecuencia se angustia y se pone en alerta, lo que altera todo su sistema físico también", describió el director general de la Fundación Fobia Club, Gustavo Bustamante.Otro miedo frecuente entre los argentinos es la amaxofobia o temor irracional a manejar un automóvil. Sudores, temblores, taquicardias, dolor de estómago, son algunos de los síntomas que padecen los afectados, mayoritariamente hombres.Pero el gran problema de quienes sufren alguna fobia es que pueden llegar a tardar años en recibir el tratamiento adecuado. Un estudio hecho en las ciudades más grandes de los Estados Unidos muestra que solamente el 8 % de los pacientes tiene un tratamiento psiquiátrico y psicológico por su trastorno.Las fobias suelen verse como un capricho personal, o como un síntoma aislado, no como una enfermedad específica que responde a cuestiones genéticas, educativas y sociales, según señaló la Fundación para la Salud Mental.Ataques de pánicoOtra patología relacionada a las fobias, pero que no son sinónimo, es conocida como ataques de pánico que desde el punto de vista psiquiátrico es considerado como una vivencia de miedo o terror intenso, con sensaciones de descontrol, desmayo o muerte inminente que se producen en conjunto y que se presentan súbitamente en individuos predispuestos.También se lo conoce como crisis de ansiedad ya que pertenece al grupo de trastornos de ansiedad con episodios que comienzan repentinamente y con síntomas que duran un tiempo breve-entre 10 a 20 minutos- aunque en algunos casos, tiendan a repetirse varias veces por día."Durante estas crisis, la reacción física es similar a la que ocurre en una respuesta de alarma ante un peligro real, con la diferencia de que, en este caso, es desencadenada en ausencia de una amenaza concreta", explicó la psicóloga Adriana Alonso, especialista en Psicocardiología de la Fundación Cardiológica Argentina.La profesional aseguró que "si una persona sufrió una situación traumática en un lugar rodeado de gente, seguramente quiera evitar las grandes concentraciones de personas y los lugares cerrados". "En casos extremos este miedo permanente llega a controlar la vida y favorece el aislamiento disminuyendo la propia calidad de vida del individuo y de quienes lo rodean", precisó.Según la información proporcionada por el sitio neomundo.com.ar, en la Argentina, este trastorno lo padece entre el 6 % y el 8 % de la población en algún momento de su vida, e incide en personas de todas las clases sociales, fundamentalmente entre los 30 y 50 años.Síntomas de ataques de pánicoQuien sufre de un ataque de pánico, puede experimentar la mayoría de los siguientes síntomas:- terror fuera de control- palpitaciones- transpiración- mareo- sensación de adormecimiento en las manos- náuseas- dolor en el pecho- miedo a perder el control- ahogo, falta de aire, hiperventilación, dificultad para respirar.Los síntomas aparecen en general de manera repentina. La persona puede sentir también que está teniendo un ataque cardíaco, que está a punto de morir o que se no puede controlar lo que le está ocurriendo.Además este desorden puede aparecer acompañado de otros como son: depresión, adicción a las drogas o al alcohol.Las personas que sufren de ataques de pánico sufren mucho dado que no los pueden predecir y viven temiendo la aparición del próximo episodio. Con frecuencia evitan los lugares donde ocurrieron los ataques. Empiezan así a dejar de hacer distintas actividades y cada vez se afecta más su calidad de vida profundizando sus miedos y pudiendo desarrollar otros nuevos. Fuente: Ministerio de Salud de la NaciónLas 10 fobias más comunesAracnofobia: Miedo a las arañas. Se calcula que la mitad de las mujeres y el 10 % de los hombres la padecen en algún grado. Procuran mantenerse apartados de los sitios en donde pueden encontrarse arañas, o donde han visto telas de araña. En los casos más serios, el pánico puede ser detonado incluso al ver una fotografía.Sociofobia: Persistente e intenso miedo a ser juzgado negativamente en situaciones sociales. Es una de las más comunes entre adolescentes y jóvenes, se calcula que cerca de un 4 % de las personas entre 18 y 55 años la padecen. Es igualmente común en hombres y mujeres.Aerofobia: Miedo a viajar en avión (de hecho, se calcula que sólo el 5 % de los pasajeros abordan el avión sin temores de ningún tipo). Las personas que la padecen experimentan inquietud en el momento del aterrizaje y del despegue, pero en ocasiones les impiden planear siquiera un viaje de este tipo.Agorafobia: Miedo a los espacios abiertos. Es más común entre las mujeres que entre los hombres. Se teme todo aquel lugar donde no se sienta "seguro" o no pueda "recibir ayuda". El que presenta este tipo de trastorno suele refugiarse en su hogar y rara vez sale, ya que en esas ocasiones experimenta una gran ansiedad.Claustrofobia: Temor a quedar confinado a espacios cerrados. Se estima que la padece entre un 2 y un 5 % de la población. Estas personas suelen evitar ascensores, túneles, habitaciones pequeñas, así como el uso de equipos para técnicas de diagnóstico médico.Acrofobia: Se trata del miedo a las alturas, no simple vértigo sino un temor que ocasiona ansiedad a quienes lo padecen. Suele manifestarse en situaciones tales como las de asomarse a un balcón, estar en un mirador elevado o junto a un precipicio.Emetofobia: Miedo al vómito o a vomitar. Hay personas que incluso cambian sus hábitos alimenticios y sociales (por ejemplo, evitan ir a restaurantes por temor a que la comida que sirvan le siente mal al estómago). Se calcula que el 6% de la población siente temor de vomitar.Carcinofobia: Miedo a contraer cáncer. Es uno de los más comunes desde el momento en que la mayoría de los adultos siente aprensión ante la posibilidad de manifestar esta enfermedad. En el caso de los fóbicos, se trata de un miedo muy antinatural, ya que demostrarán temerle a cualquier síntoma físico negativo.Brontofobia: Miedo a elementos climáticos o determinados fenómenos meteorológicos. Estará alarmado tanto antes como durante las tormentas. Puede verse afectada su vida social, ya que su planificación de actividades depende del pronóstico meteorológico. Llega a faltar al trabajo o modificar sus hábitos debido al clima.Necrofobia: El miedo a la muerte es algo natural e instintivo. Algunas personas padecen de una verdadera fobia a la muerte y a los seres muertos. Quienes padecen de esta condición no pueden explicar con claridad el sentimiento escalofriante que experimentan al estar frente a una momia o a un cadáver.******
Mónica Romani atiende en un sanatorio de la ciudadImportancia de comprender a la personaCómo enfrentar el pánico o "algo que me pasa y no se qué es". Concurriendo a un especialista para encontrar una respuesta y una salida al desconcierto.La psicóloga Mónica Romani trabaja desde hace años en la temática de redes familiares y fundamentalmente con la familia como sistema de lenguaje para tratar todos aquellos problemas que presente dicho grupo."Por ejemplo, si hay algún niño con algún tipo de problema lo abordo desde la familia, no con el niño solo porque considero que es un sistema relacional en donde, si hay algo que surge, me está indicando lo que puede estar pasando", explicó a ElDía en su consultorio.Expresó que le interesa conversar con la familia, "la considero como una convergencia de lenguaje en donde cada uno de los integrantes opina sobre lo que pasa".La profesional atiende muchos casos del trastorno de ansiedad generalizado familiar "a partir del manifiesto en uno de ellos. Trabajo en una articulación con el médico psiquiatra (Esteban Romani) y el entorno más cercano del paciente".El objetivo es que la persona "vuelva a reencontrar su propio ritmo porque la medicación después se retira; le agrego la articulación con la dinámica familiar que esa persona tiene".- ¿Y cómo surge la ansiedad?Cada ser humano es una particularidad, la persona que viene no es que tenga un trastorno de ansiedad, me cuenta algo que le pasa y que no puede resolver.Si viene Juan con un trastorno obsesivo compulsivo, el encuentro conmigo será con Juan, no con dicho trastorno. ¿Qué hago? Trabajo con todo lo que Juan tiene para que él aborde en sí mismo el despertar de sus recursos y que lo enfrente.Juan lo trae, él es experto en eso, yo no se lo que él trae pero sí se que puedo darle las herramientas para que juntos -en la relación terapéutica- esos recursos se vayan despertando.-¿Qué diferencia existe con la fobia o el pánico?Son trastornos de ansiedad con distintas manifestaciones dentro de la vida cotidiana en cuanto a ciertos impedimentos que el paciente siente. Hay que padecerlo para saber de qué se trata y hay que tener mucho respeto cuando el paciente siente y describe lo que siente porque solo él sabe lo que se siente. Por eso a mí me interesa más la persona."Todos son parientes"La terapeuta aseguró que el pánico y la fobia están muy emparentados, "todos son parientes. Estamos viviendo en una cultura con estamentos muy acostumbrados a la categorización y diagnóstico. No digo que no hay que hacer un diagnóstico pero no nos tenemos que apresurar porque el manifiesto no necesariamente sea eso".Aclaró: "a veces te derivan a pacientes que te dice 'tengo depresión'. Se supone que debo hacer la psicoterapia enfocada a la depresión. ¿Pero, qué es lo que me está diciendo? Cuando empiezo a conversar con él no tiene ningún tipo de análisis que determine que tal están sus valías hormonales neutrotransmisóricas y demás, su metabolismo. Y muchas veces un mal diagnóstico de depresión era un hipotiroidismo que tiene características: desgano, poca apetencia".Respecto a las edades de los pacientes, dijo que "son de todas las edades, hay una franja interesante que va desde los35 alos 55 años. Ahora estamos viendo trastornos de ansiedad bastante marcados de19 a25 años y en sectores de la infancia. Pero lo que más se está observando es esta desarticulación en gente joven.- ¿Cuáles son las ansiedades que más se detectan?La cuestión del apremio, pensamientos muy anticipatorios. Planificaciones que al no poderlas concretar se sienten como que la realidad se les viene abajo, se frustran y no tienen ganas de continuar. Acá veo muchos casos del retorno de los jóvenes de sus lugares de estudios universitarios.No se saben desenvolver teniendo todo el potencial. Estamos en una cultura con mucha vorágine y cosificación de lo que significa todo lo humano. Es una cultura muy desde lo medible y de los diagnósticos exacerbados.No hay que olvidar que el ser humano fue creciendo y evolucionando en razón del tiempo respetado.***** "Subía al colectivo y sentía que me moría"Patricia tiene poco más de 50 años y en el 2001 sufrió un ataque de pánico que la sorprendió porque nunca supo con exactitud qué fue lo que lo originó, justo en un momento crucial en su vida: hacía tres meses había dado a luz a su última hija."No me preguntes por qué, por qué motivo, porque todo estaba bien, venía todo perfecto", contó con una sonrisa sobre los ataques de pánico que sufrió. ¿Qué pudo haberlo desencadenado?, Patricia sacó una conclusión: "un día que fui a hacer un control ginecológico, la doctora me dijo que el corazón estaba latiendo mal y que iba a hacer una cesárea de urgencia. Me asusté y entonces me parece que ahí se desencadenó".Luego del parto y de que todo saliera bien, Patricia hizo su vida en forma normal hasta los tres meses de vida de su pequeña hija, momento en el cual comenzó a sentir cosas que son difícil de transcribir con palabras."Empecé a sentir que me daba fobia subir al colectivo con la bebé. Me daba cuenta que yo me asustaba. Me daban escalofríos y empezaba a tener taquicardia", comentó sobre las primeras sensaciones que tuvo de su enfermedad.Sin darle mucha importancia, esto siguió repitiéndose con más frecuencia hasta que un día subió al colectivo con la bebé y su otra hija de 9 años que llevaba al colegio y sintió la necesidad de bajarse del colectivo "porque sentía que me moría"."Comencé a perseguirme de que me iba a descomponer y me iban a robar la bebé, me empecé a dar manija y me bajé, fui a mi casa y siguió todo normal. Al otro día, cuando mi marido se iba a trabajar no podía quedarme sola y me iba a la casa de mi suegra", relató Patricia.Aunque sin darle demasiada importancia a lo que le pasaba porque lo creía normal, incluso pensaba que se trataba de un síntoma de post-parto, confesó que comenzaba a sentirse rara. Lo consultaba con sus amistades y le decían: "eso les pasa a todas las mamás y yo dije 'bueno, se me va a pasar, pero no, yo veía que cada vez era peor"."Una mañana le digo a mi marido: 'no te vayas a trabajar' y empecé a llorar. ¿Qué te pasa? - me dijo- Tengo miedo - respondí. ¿A qué? -me dice-. Siento que me voy a morir - le dije yo. Tenía miedo de morirme y dejar la bebé o que a la nena le pasara algo", explicó la mujer sobre el origen de su enfermedad que mantuvo por ocho meses."Todo lo relacionaba con la muerte, si miraba una noticia me aterraba, justo había ocurrido lo de las torres gemelas y ese fue mi peor momento, no lo podía mirar, pensaba que iban a caer aviones acá. Todo lo absorbía. Todo lo malo me iba a pasar a mí", contó."Me daba taquicardia y el corazón iba a mil y ya me descomponía y sentía que me moría, hasta que un día dije no. Fui al kinesiólogo porque estaba contracturaza, le conté lo que me pasaba y me derivó a su psicóloga, y a partir de ahí me empezó a relacionar cuestiones de mi vida", relató sobre el principio del fin de su enfermedad.Destacó que sin la ayuda de toda su familia le hubiera sido imposible salir adelante porque la entendieron y la ayudaron en todo, principalmente en el cuidado de su hija recién nacida.En la actualidad le han quedado resabios de sus ataques, aunque aprendió a manejarlos, Patricia contó que si sube a un colectivo enseguida busca a alguna persona conocida. "Yo soy una persona muy activa, muy divertida, y lo bueno es que nunca me tiré para abajo, siempre quise salir de mi estado y lo superé de esa forma", manifestó Patricia.***** "En algún momento voy a volver a tener una vida normal"Mariana tiene 30 años y es madre de un bebé de once meses. Hace pocos meses volvió a vivir a Gualeguaychú junto a su marido y su hijo, agobiada de la vida en Capital Federal.Poco tiempo después de recibirse de psicóloga, Mariana fue víctima de un robo en el que fue amenazada con un arma blanca. "A partir de ahí en mi vida empezó a cambiar todo", contó a ElDía."Soy licenciada en psicología y eso no sé si me juega a favor o en contra, porque por un lado entiendo lo que me está pasando, pero también es doble trabajo intentar no analizar la situación", expresó Mariana.Actualmente, Mariana es atendida por un psicólogo y fue derivada a un psiquiatra que la medicó para evitar picos de nervios y estrés."Uno nunca sabe para qué lado va a disparar tu cabeza con una situación límite de nerviosismo o tensión. Son cosas inesperadas que sucedes y que conforman un hito en tu vida. En mi caso fue el asalto, en otras personas puede ser la pérdida de un ser querido u otra situación límite que se suma a una diversidad de factores que devienen en un ataque de pánico o una fobia social", explicó.Asimismo aseguró que "los primeros síntomas que se manifestaron en mí fue el temblor en las manos, transpiración fría, cierto nerviosismo que viene de manera inexplicable, y en algunos momentos sentí mareos a la hora de tener que ir a alguna reunión".Con respecto a la sociedad, Mariana explicó que "ahora con la medicación y la terapia, pude volver a andar en auto. Me siento segura dentro del vehículo, pero no puedo ir a un lugar cerrado por ahora, y mucho menos donde se amontona mucha gente".Mi casa, mi mundoLuego de haber recibido el diagnóstico, Mariana confiesa que se refugió en su casa. "Mi marido trabaja y yo aprovecho a estar con mi hijo, a criarlo y no tener que dejarlo con una niñera. Además, mi casa es mi mundo, es uno de los pocos lugares donde me siento segura", expresó.Asimismo manifestó que "las presiones de la gente es lo que a uno la hacen retroceder en los tratamientos, porque en realidad es un proceso que está arraigado a los miedos y a lo psicológico pero que repercute directamente en el cuerpo".Al respecto explicó que "esto lo he visto en pacientes y ahora lo experimento conmigo misma porque he llegado a tener fiebre, palpitaciones, dolores de cabeza y hasta mareos y todo está relacionado con lo mismo".Mariana es optimista: asegura que las fobias son cada vez más frecuentes y eso tiene que ver "con las presiones sociales, el miedo que genera una situación límite, el estrés laboral y muchas otras cosas que tienen que ver con lo más íntimo de una persona, pero es bueno saber que tiene una salida"."Sé que en algún momento voy a volver a salir a la calle y a tener una vida normal. Lo necesito para seguir ejerciendo mi profesión y sobre todo porque sé que no voy a poder criar a mi hijo entre cuatro paredes", concluyó.Además, aseguró: "a mi me hizo muy bien encontrar algo que me sirvió como descarga y como terapia. Me gusta mucho pintar, hacer cuadros en acrílico y eso me sirve mucho porque puedo expresar lo que siento a través del arte".

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