El barrio, otra mirada a la ciudad

A Gualeguaychú se la puede representar de distintas maneras, según la perspectiva que se adopte. Viendo la distribución espacial del vecindario se topa así con un ambiente diferenciado: el barrio. Marcelo Lorenzo El lenguaje corriente siempre es fuente de conocimiento. Cuando a menudo se recurre al uso de la palabra "barrio" se nos hacen evidentes algunas cosas, algunas incluso desagradables.En tiempos preelectorales, por ejemplo, los políticos locales, que aspiran a gobernar la ciudad, hablan de la necesidad de "caminar los barrios", porque se sabe que ahí está el mayor caudal de votos.Al aludir a las chances electorales, uno se prefigura que el candidato que no tiene determinada "llegada" a esos vecinos, está en problemas. "Gana en el centro, pero pierde en los barrios", se suele escuchar.¿Qué subyace detrás de estas expresiones lingüísticas? Pues que en Gualeguaychú (como ocurre en otras ciudades) lo barrial se identifica con la periferia.Allí emana una interpretación espacial según la cual el barrio es lo no céntrico. Pero a ese esquema se le adjunta la dimensión socio-económica: quienes allí residen suelen pertenecen a estratos de menores ingresos.El barrio queda englobado, como organización social, con una connotación popular. Y nos recuerda que la distribución desigual de la población en el territorio revela, entonces, la jerarquía social.Se diría que el esquema de "las clases sociales" tiene correlato urbano. ¿Se puede pensar, entonces, que el barrio es una forma de segregación socio espacial?¿Será por eso que históricamente los espacios públicos de calidad han estado en el centro, donde habitan los vecinos de mayores ingresos, en tanto que los espacios deteriorados están en los bordes?Pero tampoco es cierto que la palabra "barrio" se agote en una connotación clasista, en muchos casos de uso estigmatizante. Y parece una distorsión interpretativa figurarse, desde esta matriz maniquea, la existencia de dos tipos de vecinos y de dos ciudades.De hecho, la aparición el último tiempo de "barrios" de clase media alta, alejados del casco urbano, sugiere más bien ver lo barrial como un conjunto heterogéneo, desde el punto de vista socioeconómico.Una mirada del proceso urbano, por otro lado, permite entender la continuidad histórica del barrio en la formación de Gualeguaychú desde sus orígenes más remotos. Eso surge de la lectura de un trabajo realizado por los profesores Delia Reynoso de Ramos y Alejandro Guimera.Estos autores aseguran que los barrios constituyen un importante testimonio para conocer la historia local. Desde una visión diacrónica -evolución de un fenómeno a través del tiempo- el barrio pierde aquí la carga peyorativa, que una visión clasista del presente deja traducir.Se recupera la noción de una estructura social tan antigua como la ciudad, aunque su naturaleza y función hayan variado significativamente a lo largo de la historia de Gualeguaychú.Se descubre al barrio como lo que es, en sentido genérico: el asentamiento de una determinada comunidad, un ambiente diferenciado donde se desarrollan la vida de un grupo humano. Clave evolutivaEn el escrito "La historia de Gualeguaychú en sus barrios (1783-2014)", de Delia Reynoso y Alejandro Guimera, predomina un discurso donde el barrio, en lugar de ser la periferia, es una entidad social fundante, originaria, que se despliega a medida que la vecindad ocupa el territorio.De tal suerte que lo que hoy conocemos como la zona céntrica de Gualeguaychú alberga en su interior "barrios históricos", los cuales en realidad sobreviven bajo una forma menos perceptible para sus habitantes.La primera vecindad identificable existía algo dispersa en las cercanías de la "capilla fundadora", el asentamiento primitivo que hoy se conoce como barrio De los Antepasados.Dado lo bajo y anegadizo del lugar, Tomás de Rocamora, en 1783, ordenó el traslado de los habitantes a un terreno situado más al norte. Y allí comenzó propiamente el desarrollo urbano: con el primer barrio de la Villa San José de Gualeguaychú (alrededor de la actual plaza San Martín).El tránsito de villa hispana a ciudad supuso para Gualeguaychú la entrada a la modernidad. El viraje tuvo lugar a mediados del siglo XIX, con la apertura de los ríos y la llegada de inmigrantes."A partir de 1852, el puerto -punto de ingreso- se había convertido en un significativo espacio social y comercial. Así nació ese barrio", dicen Reynoso y Guimera.Otro hito urbano fundamental fue el traslado del cementerio, que se situaba originariamente en la plaza Independencia (actual San Martín). Y esto por razones de salud pública ante el crecimiento hacia el oeste de la ciudad.Primero se lo llevó a La Loma (terreno ocupado hoy por el Hospital Centenario). Luego a un sitio más distante. Así, en 1877 se inauguró el Cementerio del Norte, donde actualmente se encuentra. Con el tiempo, hubo asentamientos en los alrededores. Surgieron nuevos barrios, como el Molino de Viento.Los medios de transporte también inducen urbanización. La aparición del ferrocarril, que llegó a Gualeguaychú en 1889, hizo surgir el barrio De la Estación. Y en las inmediaciones se generó un importante polo de desarrollo, con la aparición de otros emprendimientos económicos, como la Aceitera y el Molino.Los barrios nacen también alrededor de una plaza. Fue el que se constituyó, por ejemplo, alrededor de la Plaza Belgrano, creada en 1935. También las fábricas son epicentros barriales. Ejemplo de lo cual fue el barrio Pueblo Nuevo, situado en una antigua zona de saladeros, que creció inducido por el Frigorífico Gualeguaychú (1923)."Por obra de la apertura de calles, ocupación de terrenos, habilitaciones de medios de transporte y líneas de electricidad, el espacio urbano fue ocupándose, y con ello más barrios cobraron vida", se lee en "Historia de Gualeguaychú y sus barrios"."En cada uno de ellos -se indica- nacieron instituciones religiosas, culturales, sociales, económicas. Así la iglesia, la escuela, la biblioteca, el club, el lugar de trabajo se convirtieron en espacios de encuentro social, apropiados para canalizar los intereses comunes". El rol social de los barriosEl arquitecto Pedro G. Buraglio, profesor de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá), en un trabajo titulado "El Barrio, desde una perspectiva socio-espacial", asegura que esta "unidad urbana", pese a que está en la actualidad sometida a un intenso proceso de formulación, cumple funciones que son irremplazables.Por ejemplo, dice que como porción definida de territorio, sirve como referente de localización física y existencial, a sus habitantes. Pero sobre todo, sostiene, es generador de identidad."Cierto principio de identidad y de apropiación colectiva, surge en la expresión 'mi barrio' para designar su localización, para definir sus cualidades o defectos y para identificar a un territorio definido como propio", explica el colombiano.El barrio también es soporte para el desarrollo de las diversas fases del ciclo vital, ya que "ofrece la posibilidad de interacción y de soporte mutuo entre personas de diversa edad y condición".También es integrador de las redes de solidaridad y apoyo a pautas de convivencia. Dichas redes, conformadas de manera natural o inducida, "se vuelven evidentes en diversos momentos o acontecimientos sociales como situaciones de agresión externa, emergencia o eventos sociales y culturales". "Zurcir" lo desgarradoMarc Augé, director de estudios de la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, es un antropólogo de renombre, enfrentado hoy al discurso unitario y homogeneizador, propio de cierta tecnocracia urbanística.Cuestiona la idea de una sociedad a escala planetaria que reste importancia a las relaciones de vecindad. Se sitúa más bien dentro del pensamiento que reivindica las diversas expresiones de lo local, lo vernáculo, y el sentido de pertenencia.Augé inventó el concepto de "no-lugar" para referirse a los espacios de tránsito que no tienen suficiente importancia para ser considerados "lugares". Para él, son considerados antropológicos los lugares históricos o vitales, así como aquellos en los que nos relacionamos, como puede ser el barrio."Un no-lugar es una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto, un subte o un supermercado (...) Carece de la configuración de los espacios, es circunstancial, casi exclusivamente definido por el pasar de los individuos", explica.Desde este enfoque el antropólogo viene proponiendo recrear lo urbano con un propósito: "zurcir" lo desgarrado. Utiliza aquí la imagen de lo que hacían antiguamente las costureras, al zurcir las prendas desgarradas.Le preocupan, en este sentido, las divisiones que existen en algunas ciudades, con su fractura entre el centro y las periferias, por ejemplo. Cuando se establece un abismo entre ambos mundos, dice, la ciudad se pierde.La construcción de muros espaciales destruye la alteridad, la relación con el otro, o el tejido social de la comunidad. Por eso Augé habla de cocer la rotura de ese tejido desgarrado. Hay que hacer saltar, dice, "las barreras invisible de la exclusión implícita".Una reflexión histórica y antropológica del barrio -un sitio donde se pueden descifrar las relaciones sociales inscritas en él- podría inspirar una política urbanística que atienda a la ciudad como una unidad en la diversidad, sin brechas entre unos y otros, sin grietas insalvables.
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