ESTUVO EN LOS ATENTADOS MÁS GRANDES DEL PAÍS
Una vida ayudando: el bombero gualeguaychuense César Gómez fue destacado como “servidor comunitario”

Trabajó buena parte de su vida como Bombero. Primero lo hizo en el cuartel de Gualeguaychú. Luego ingresó a la escuela de Sub Oficiales de la Policía Federal en el escalafón Bomberos. Posteriormente realizó el curso de explosivos y afrontó situaciones extremas. Trabajó en los atentados de la Embajada de Israel y en la Amia, en el accidente del avión de Lapa en Aeroparque, el incendio de la Fábrica Canale. Ahora fue destacado por el Rotary Gualeguaychú Oeste como “Servidor Comunitario”.
Por Fabián Miró
César (57) comenzó a trabajar a los 9 años, en “La oferta” calle 25 de Mayo casi Perón, donde hacia repartos en bicicleta de carga”. Después en “La cueva del Tutú” (De Ricardo Elisiri), luego en el taller mecánico de calle Pasteur casi Del Valle, donde su trabajo era lavar piezas con nafta. Posteriormente en Electromecánica "Don Raúl" (De Raúl Rambau - Rulli) en Avenida del Del Valle casi vías del Ferrocarril. Finalmente en una casa de reparación de instrumental del automóvil “PA-NO-FRE”, que se encontraba en Del Valle y Vías del Ferrocarril en lo que hoy es Avenida Parque.
En el año 1981 ingresó como cadete en el cuerpo de Bomberos Voluntarios de Gualeguaychú. Al cabo de un par de años se dio cuenta que “quería trabajar toda mi vida en esa profesión, pero como voluntario no percibía sueldo, hice contacto con Carlos Piatti (Oficial Bombero Policía Federal Argentino) y ex bombero voluntario en Gualeguaychú quien me asesoró sobre la documentación que debía presentar y donde hacerlo. Allí sí, en la PFA, podía formarme profesionalmente y desarrollar mi verdadera vocación”.
En 1984 emigró a Capital Federal a probar suerte, renunciando en el 87 al cuerpo de Bomberos de Gualeguaychú ya que se radicó en la Gran Urbe.
En Buenos Aires se presentó en la División Reclutamiento con la documentación requerida, pero no había vacantes y decidió quedarse a la espera de la misma.
“Así que decidí salir a buscar un trabajo para mantenerme y conseguí en una fábrica de sogas de PVC. Al poco tiempo (meses) me llego la citación para iniciar los trámites de ingreso a la escuela”, recordó.

En febrero de 1985 ingresó a la Escuela de Suboficiales Comisario General Alberto Villar (Palermo) Escalafón Bomberos donde se recibió en promoción 141 y su primer destino fue el Cuartel VIII “Nueva Chicago”, ubicado en el barrio de Mataderos. “Cubríamos parte de Liniers, Villa Luro, Lugano y de vez en cuando también pasábamos a provincia de Buenos Aires. La jurisdicción de ese cuartel cubría varios barrios de emergencia “Ciudad Oculta” además de unos cuantos frigoríficos del barrio de Mataderos con lo cual no había madrugada que no saliéramos a un escape de amoníaco”. Esa jurisdicción también tenía muchos edificios y torres de altura (barrio de Lugano). Allí, detalla, tuvo sus primeras intervenciones, tales como “personas arrolladas por el tren, vehículos arrollados con personas en su interior y salvamentos de todo tipo”.
Respecto a incendios destacó los más importantes en cuanto a su magnitud y relevancia”. Acudimos en apoyo de cuartel II “Patricios” en el incendio de la fábrica de galletitas CANALE en Constitución. Ese incendio duro como una semana debido a la tremenda remoción que hubo que realizar. Otra intervención, por aquel entonces, fue la salida en apoyo del cuartel I por explosión e incendio con personal de Bomberos afectados. Ocurrió en el mercado Spinetto (barrio de once), había frutas por todos lados y signos evidentes de la explosión. Algo nuevo, también, fueron los incendios en departamentos en planos elevados, experiencia única trabajar en ellos”.
En 1990 hizo el curso de Operador de Explosivos. “Afortunadamente obtuve, al igual que tres compañeros más, una buena nota y en enero de 1991 me salió el pase a la Brigada de Explosivos”.

¿Por qué explosivos? es la pregunta porque en cada intervención el operador pone en riesgo su vida”. Me interesaba leer sobre el tema y además admiraba el trabajo que realizaban los operadores. Fue así que tomé la decisión de ingresar sin consultar con la familia, pero no obstante ello, tuve su apoyo incondicional”.
Recordó que “cuando era chico me gustaba la pirotecnia a tal punto que un día armé un cohete, lo coloqué en el desagüe de la vereda de mi casa y rompí un buen pedazo de la misma. Ya desde ahí mi interés era conocer un poco más sobre el funcionamiento y las consecuencias de los explosivos”.
“Cuando finalicé el curso creí imposible ser destinado a la Brigada, pero fuimos afortunados los cuatro que pasamos del cuartel directo a brigada. También pudo darse esta posibilidad, quizás, porque hacia un tiempo cuatro integrantes se habían accidentado cuando intentaban desactivar un artefacto en Avda. Triunvirato”, recuerda y agrega que “tenía 23 años cuando me otorgaron el traslado a la Brigada. Me di cuenta con el transcurso de las guardias, más lo que me contaban mis compañeros (Con años en el destino), que en esta profesión se puede tener la mejor preparación del mundo y haber aprobado todos los cursos, pero si en el momento decisivo los nervios o la duda cruzan por tu mente todo termina”.
Contó que su primera intervención fue un sobre un artefacto sospechoso en el “acceso a una sucursal bancaria (Callao y Bartolomé Mitre). Por aquel entonces no contábamos con canes adiestrados para detectar presencia de explosivos. Reconozco que en esos momentos la sangre se me congeló, sabía que había llegado mi turno de demostrar mi preparación y no debía fallar. Allí se presentaba otro escenario diferente al que estaba acostumbrado a ver en los incendios, todo el mundo se alejó, solo quedamos mis dos compañeros y yo. Pasaron mil cosas por mi cabeza: mi familia, mis amigos, mi esposa, mi hija y al mismo tiempo me encomendaba a Dios para que me otorgue la tranquilidad y serenidad necesaria para continuar. Uno de mis compañeros me ayudaba a equiparme y a la vez me decía palabras de aliento. Pero en ese instante parece mentira, te colocas el casco y bloqueas tu cabeza. Es como si se activara un bloqueador automático". Desde ese momento mi único pensamiento fue seguir viviendo y para ello debíamos ser precisos, no cometer un solo error contar con toda la suerte”.

Señaló que “cada paso hasta llegar al paquete es eterno, escuchas cada latido de tu corazón, intentas imaginarte con que te encontrarás. Finalmente, la suerte de nuestro lado, controlamos la situación y pudimos contar la historia”.
Así transcurrió su primera experiencia con resultado: artefacto intimidatorio. “Tenía todas las características: reloj, cables, luz, pero le faltaba lo principal, la carga explosiva que era simulada con masilla plástica”.
Estuvo en la brigada 14 años ininterrumpidos. “Al igual que todos mis compañeros mi familia fue mi principal apoyo”, sostuvo.
El atentado a la Amia
El día 18 de julio de 1994 “había tomado la guardia a las 8:00 de la mañana, a las 9:53 oímos un estruendo muy lejano, jamás imaginamos que se repetía lo acontecido hacía 2 años atrás con el atentado a la Embajada de Israel. A nuestro arribo lo primero fue ayudar a todos los que deambulaban en la calle con lesiones de todo tipo, luego subimos a los escombros, trabajando en la misma operación, junto a médicos, enfermeros, policías, obreros, gente del Ejército de Salvación, gente común, en los primeros minutos luego de la explosión”.
Recordó que “todas las dependencias y áreas de bomberos trabajaron incansablemente aquel día, especialmente el Grupo especial de rescate, que realizó varios rescates de personas atrapadas con vida bajo los escombros”
Dijo que cada 18 de julio recuerda lo vivido en uno de los días más trágicos de la historia argentina”. Los pedidos de silencio cuando se oía algún ruido bajo los escombros, donde inmediatamente el comando ordenaba suspender e interrumpir todas las actividades, lo que demandaba cesar el funcionamiento de los grupos electrógenos quedando todo a oscuras, herramientas corte y expansión”.
Contó que cuando persona de las que estaban trabajando en el lugar “detectaba un ruido lo cual hacia presumir que había alguien con vida bajo de los escombros ahí se apuntaba, trabajando paso a paso, con cuidado extremo ya que debajo de esas ruinas existía esa posibilidad de que hubiera alguien con vida. Es algo manual retirando piedra por piedra, y de esa manera ir despejando el terreno para que luego ingresen las máquinas pesadas, aunque cuando que había que sacar una viga, mampostería pesada se lingaba y se sacaba el material”. Recordó que uno delos momentos más duros, de esos que marcan para toda la vida fue en ocasión de “haber estado arrodillado llenando un balde para pasárselo a un compañero que estaba detrás mío, me di cuenta que la superficie era un poco “frágil”, retiré esos escombros, removí el lugar y me encontré con el torso de una persona fallecida sepultada bajo los escombros”.
Intervenciones
A lo largo 41 años ininterrumpidos (1981/2022), contando desde sus comienzos en BV, luego Bombero PFA y Explosivista, desarrolló unas 6.000 intervenciones de todo tipo
Algunas relevantes entre ellas fueron:
Incendio fabrica CANALE
Explosión – incendio SPINETTO
Atentado terrorista EMBAJADA DE ISRAEL
Atentado terrorista AMIA
Accidente avión LAPA AEROPARQUE
Salvamento de persona en imprenta obrero aprisionado en prensa.
Salvamento de tres menores en interior de desagüe pluvial.
Desactivación de artefactos explosivos (Varios).