LUCHA CONTRA EL VIH
El compromiso del Consultorio Amarillo y el problema de los testeos tardíos

El miércoles pasado fue el Día mundial de la lucha contra el SIDA, una epidemia que, a pesar de los enormes avances de la medicina y de la sociedad en general, todavía sigue siendo tabú y generando discriminación. El 30% de los diagnósticos se realizan de manera tardía. La salud pública marca el camino. Las obras sociales, otra vez, no están a la altura del problema.
Por Luciano Peralta Como todos los primero de diciembre, la semana pasada se conmemoró el Día mundial de la lucha contra el SIDA. Oportunidad que vuelve a poner de relieve la importancia del trabajo que el Hospital Centenario realiza a través del Consultorio Amarillo y su equipo multidisciplinario. VIH y SIDA son dos cosas distintas. El VIH es el virus de la inmunodeficiencia humana, el virus que produce, en último término, el SIDA, que es el síndrome de la inmunodeficiencia humana adquirida. ¿Qué significa eso? Que es la parte final de la infección por VIH, donde las defensas que ataca el virus están tan bajas que el paciente contrae enfermedades habituales y no habituales. Las segundas son las llamadas enfermedades oportunistas, porque se aprovechan de ese déficit de defensas para causar la enfermedad. “Entonces, una persona puede tener VIH y no tener SIDA, porque tiene su inmunidad controlada, hace el tratamiento y está indetectable. Si tiene todas esas condiciones, la persona con VIH es una persona sana, con una expectativa de vida y una calidad de vida como cualquier otra”, explicó la médica infectóloga Virginia Azar, quien, junto al resto del quipo del Consultorio Amarillo, accedió a esta nota. "Todavía el 30% de las personas son diagnosticadas de manera tardía y en ese período aparecen las llamadas enfermedades oportunistas" “A pesar de tener hoy todas las herramientas para que esta pandemia se termine, como son los testeos y el acceso al tratamiento de forma gratuita, continuamos teniendo diagnósticos tardíos. Todavía el 30% de las personas son diagnosticadas de manera tardía y en ese período aparecen las llamadas enfermedades oportunistas”, indicó. “Cuando el paciente se diagnostica en esa situación estamos llegando tarde, ese paciente tiene muchas más posibilidades de morir que el que el diagnosticado con defensas más altas. Este último, en general, si hace el tratamiento, que es de una o dos pastillas por día, su expectativa de vida es igual a la de la población general”, reafirmó. María Celeste Romolif es psicóloga y una de las profesionales que más años lleva en el Consultorio Amarillo, al respecto dijo que “es importante que en los estudios anuales de rutuna se incorporen las serologías de todas las infecciones de transmisión sexual para que las personas sexualmente activas sepan que, mínimamente, una vez al año tienen que controlarse. Todos los médicos deberían ofrecerlos y habilitar al paciente a pedirlo”. Algo que, por las propias limitaciones de los y las profesionales en actividad, no sucede. “Lo que más intentamos transmitir es la concientización en el uso del preservativo. Uno acá se mete en la intimidad, en el acto sexual y en ese sentido lo único que nos garantiza fidelidad es el preservativo. Porque se puede tener la mayor confianza con la persona con quien salimos, pero si no se cuida el riego es el mismo”, expresó Romolif. Al tiempo que apuntó a la necesidad de “cambiar hábitos”. “El uso del preservativo es fundamental en esto, porque si bien sabemos lo que implica su no utilización, muchas veces pensamos que nada nos va a pasar. Quienes tenemos esa información debemos asimilarla y hacernos cargo de las consecuencias de nuestros actos”, afirmó.
En la actualidad son 231 los casos de VIH detectados en Gualeguaychú, pero sólo 151 realizan el tratamiento, al menos en el Hospital Centenario. Lo bueno es que 121 de esos 151 son idetectables. ¿Qué quiere decir esto? Azar lo explica así: “Cuando una persona comienza el tratamiento, el objetivo nuestro, como equipo, es que logre estar indetectable. Es decir, que la carga viral sea tan baja que cuando la medimos no la podamos detectar. Eso no significa que el virus no esté en el cuerpo, porque hoy nuestro tratamiento no nos permite curar. Pero cuando se llega a ese punto la persona es instrasmisible, no trasmite el virus. Incluso, puede dejar de usar preservativo con su pareja porque no le va a trasmitir la infección por VIH. Hay importantes y grandes estudios con muchas parejas y nunca hubo un solo contagio”. “Ahora, si se deja el tratamiento ese estado se revierte, el virus comienza a multiplicarse y otra vez se corre el peligro de infectar a la pareja sexual si no se cuidan con preservativo”, diferenció. ¿Existe algún tipo de patrón que indique por qué las personas suelen dejar el tratamiento? “Si”, coinciden las profesionales y explican que los dos grandes factores son el consumo de drogas y las situaciones de vulnerabilidad social/familiar. “Es rarísimo que el paciente deje el tratamiento porque quiere hacerlo, casi el 100% de quienes abandonan el tratamiento están en consumo problemático o viven en un contexto complejo”, aseguraron. Y contaron que cada 15 días el equipo se reúne para reforzar las estrategias de captación de aquellos pacientes que dejan de tomar los antirretrovirales. Se los llaman por teléfono, se les consigue turnos y hasta se pagan remises para que puedan llegar al hospital. Discriminación, tabú y la paradoja de las obras sociales “Otra cosa que hace que la gente no se testee es la discriminación. Después de 40 años de pandemia la discriminación sigue estando, todavía se escuchan términos como ‘sidoso’, esa es una de las trabas más importante que hace que las personas no accedan al test o tengan miedo. Muchas eligen no saber, por eso mismo”, asegura la enfermera Pamela Díaz Arcieri. Y enseguida la otra psicóloga del equipo, Elisa Zubillaga, apunta a los prejuicios respecto al uso de profiláctico: “Existe esto de que el chico debe tener el preservativo y no es así, al preservativo lo debemos tener todos, porque debe haber una responsabilidad individual de cuidado propio y del otro. Pero cuesta generar conciencia sobre eso”. “Uno podría pedirle más al Estado el preservativo femenino, porque eso me permite a mí elegir, lo puedo tener tres horas puesto, y no necesito del otro para cuidarme”, agrega Romolif. Y apunta: “no hay preservativos femeninos en el sector público; es caro, se argumenta, pero más caro cuesta un tratamiento”. Por otro lado, en la charla con el equipo del Consultorio Amarillo salió el tema de las obras sociales. Es que, a pesar de que tener una obra social debería significar un beneficio, en este caso es todo lo contrario. De hecho, “el tratamiento óptimo se da en aquellos pacientes que no cuentan con obra social”, aseguran. “La persona viene, se diagnostica y se va a su casa con la medicación, que generalmente es bien tolerada, tiene muy pocos efectos adversos y no le cambia la calidad de vida al paciente. Pero las obras sociales suelen poner ciertas barreras y terminan no entregando la medicación o no haciéndolo en tiempo y forma, lo que perjudica mucho al tratamiento y a la persona, lógicamente”, apuntaron. “La primera barrera es el estigma y la discriminación”, expone el infectólogo Ingnacio Bourlot. Y sigue: “Vos pensá que tenés que ir a la obra social y quizá quien te atiende es una persona amiga, no es fácil romper eso. No se crea la confidencialidad que sí tenemos en el hospital. Y después la otra barrera es la burocracia propia de las obras sociales, que es muy grande y expone también al paciente”. “No existe un criterio unificado en las obras sociales, a veces te autorizan un tratamiento para cierta persona y ese mismo tratamiento no se lo autorizan a otra. Los pacientes van ay vienen con la información, por eso yo ya les doy mi celular y les digo que de la obra social se comuniquen directamente conmigo”, contó el referente del área. El equipo del Consultorio Amarillo Ignacio Bourlot, médico infectólogo; Virginia Azar, médica infectóloga; Yaquelina Rébora, secretaria; Dalila Etchegoyen, licenciada en Enfermería; Pamela Díaz Arcieri, enfermera; Elisa Zubillaga, psicóloga; María Celeste Romolif, psicóloga; Lis Santiago, trabajadora social; Laura Grosso, médica pediatra e Ivana Romani, médica clínica.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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