El derrocamiento de Arturo Umberto Illia
El derrocamiento de Illia el 28 de junio de 1966 significó, desde la perspectiva de la comunicación social, un punto de cambio en la historia del periodismo argentino.Los golpes de Estado, desde aquel que concluyó con el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, el 6 de septiembre de 1930, fueron prologados por despliegues informativos de gran magnitud.Los golpes de Estado, explica el escritor José Pablo Feimann, registran su génesis a fin de la tercera década del siglo XIX con el derrocamiento del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Dorrego, fusilado posteriormente por el general Lavalle.En el caso del golpe contra Illia, de acuerdo con Alain Rouquié, un grupo de oficiales del Ejército encargó, en medio de un contexto de "golpe de Estado permanente", la creación de una revista.Tratarían, a través de un medio moderno y atractivo, de crear una imagen de elegidos con nuevas ideas sobre qué hacer en la Argentina.Los oficiales pertenecientes al sector "azul" habían disputado con los "colorados", en sucesivos enfrentamientos, la supremacía política dentro del "partido militar".Unos se inclinaban por una aparente constitucionalidad. Los otros, por una irreductible negación al levantamiento de la proscripción del justicialismo.La actuación equívoca de gran parte de la dirigencia política prohijó un proyecto "refundacional" para la República.Todo dentro de un gran marco donde el peronismo proscrito acentuaba su vínculo con el fundador del movimiento exiliado en Madrid.Los civiles, en este programa de sepultar el modelo de consensos, fueron notorios en la integración de los sucesivos gabinetes del oscuro general -y sucesores- que iba a ocupar el cargo de presidente de la Nación, en nombre de la autoproclamada "revolución argentina".Una dictadura por tiempo indeterminado, como señala Tulio Halperín Donghi en "La larga agonía de la Argentina peronista".La debilidad institucional de la administración Illia era evidente. Surgido de comicios con exclusión de la fuerza política mayoritaria, sólo alcanzó el 25 por ciento de los sufragios.El radicalismo (Del Pueblo como se lo designaba para diferenciarlo de los intransigentes) contaba, cuando llegó a la conducción de la República, con 13 gobernaciones sobre las 22 de entonces. En el Congreso la situación no era más favorable: sobre 189 bancas respondían al partido de Alem sólo 72.En medio de graduales aciertos económicos y otros relacionados con las libertades individuales, no dejó de observarse un politizado encono sindical. Las fuerzas peronistas se vieron conmovidas por el frustrado regreso de su conductor en 1964. Vino luego el malestar de los cuarteles ante la negativa a enviar tropas a Santo Domingo, como parte de una fuerza de intervención de EE. UU. a la República Dominicana.Se desató, bajo una manifiesta libertad de prensa, la programada campaña de desprestigio con mensajes que fomentaron la humillación, el ridículo y el consecuente deterioro del hombre arribado a la Casa Rosada.Según Daniel Mazzei, en su trabajo "Primera Plana. Modernización y golpismo en los sesenta", el enfrentamiento entre los sectores internos del Ejército "azules" y "colorados", ocurrido en 1962, produjo un hecho cultural y comunicativo relevante: el nacimiento de "Primera Plana", una revista semanal que se juzgó como la más sobresaliente de la década de 1960.El semanario fue vocero del grupo militar azul que le dio origen. Su primer director fue Jacobo Timerman hasta 1964. Con una presentación visual creativa y un discurso distintivo sobre aspectos estructurales del país, significó un hito en la modernización de estilos del periodismo nacional."Primera Plana" se convirtió, dentro de su tipo, en la revista con más penetración en la subjetividad de la clase media argentina. Su posición editorial fue girando hasta convertirse en vocera de la autocracia transformadora señalada por Rouquié.En el rechazo a la democracia, incluso restringida, los pro golpistas militares y civiles acudieron a un recurso denominado "creación de un clima psicológico propicio" para la ruptura institucional.A través de columnistas reconocidos se opinaba sobre la lentitud del gobierno y la mirada simplista de los radicales frente a la complejidad nacional e internacional. La revista fue instalando en la sociedad la imagen de un conductor militar con posibilidades de llevar a la Nación a su destino de grandeza. Fuente: Juan Carlos Bergonzi/AIM
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