POR JORGE BARROETAVEÑA
El dólar, ese muchacho rebelde que pone en apuros a los gobiernos
El escándalo del diputado Ameri es una mancha más para las instituciones. Lo único positivo fue la rápida reacción de la Cámara de Diputados que decidió expulsarlo si no presentaba la renuncia, como forma de morigerar el impacto negativo. El dólar sigue su camino, acicateado por miles de ahorristas que lo buscan y ni lo encuentran. Los demás, le hacen caso al Presidente y ahorran en pesos...
Por Jorge Barroetaveña Es un deja vú. Lo dijimos la semana pasada: estamos en presencia de una película que ya vimos muchas veces. Haciendo un poco de historia, el Rodrigazo de mediados de los ’70 marcó un antes y un después en la percepción de los argentinos con capacidad de ahorro. Los sucesivos gobiernos no hicieron más que fomentar con sus erróneas decisiones, esa sensación de debilidad de la moneda argentina. Y hay momentos históricos con frases que los acompañaron. Cuando Juan Carlos Pugliese, en las postrimerías del gobierno de Alfonsín reflexionó que “había hablado con el corazón y le contestaron con el bolsillo”. Duhalde años después con el que “depositó dólares recibirá dólares”. O Cristina con el abuelito amarrete de Mar del Plata. Más cerca en el tiempo con el propio Presidente pidiendo a los argentinos que ahorren en pesos cuando sus ministros atesoran la moneda verde. A esta altura es difícil saber si se trata de impericia o de cinismo. En cualquiera de los dos casos es grave. ¿Si no se puede convencer a un argentino de traer sus ahorros del exterior, cómo vas a convencer a un inversionista? Si un argentino tiene serios problemas para adquirir 200 dólares, ¿qué pensará alguien a quien ‘invitan’ a traer sus dólares al país para un emprendimiento cualquiera? Podés entrar, pero después no vas a poder salir. Tendrías que estar bastante loco para apostar tu capital. El peso argentino dejó de ser moneda de ahorro. Es lo más parecido a los federales que conocimos hace un par de décadas. Se utiliza para transacciones comerciales y nada más. Todo lo que implique ahorro o inversión se hace en otra moneda. No se trata tampoco de calificar de ‘vendepatria’ al que quiere comprar dólares. Es la única alternativa que le dejaron los malos gobiernos como refugio de los ahorros de su vida. Para los que todavía tienen alguna capacidad de ahorro. La pauperización de la clase media argentina provocó en los últimos meses que la gente comprara los 200 dólares a la cotización oficial y después los vendiera por el precio de mercado. ¿Cuánto ganaban? 3.000 o 4.000 pesos. Una gota en un desierto de crisis. Las últimas medidas de profundización del cepo no hicieron más que aumentar la desconfianza. Con un dato inquietante: por primera vez en meses, los depósitos en dólares empezaron a correrse de los bancos. Un fenómeno que, pese a todo, hasta ahora no se había producido. Los recuerdos del pasado no tan lejano no son los mejores. Corralitos, corralón, imposibilidad de acceder a los dólares en los bancos. “Si querés sacar tu plata te dan un turno para dentro de 3 años. Así generás confianza?”, masculló un ahorrista. Tampoco escándalos como el de la Cámara de Diputados contribuyen a la estabilidad institucional ni a recrear confianza en los organismos del estado. Piedra sobre piedra han ido edificando la desconfianza general que no se resuelve con una medida ni con una declaración voluntarista. Ni retando a nadie. La administración neo-kirchnerista luce desconcertada. Le falta coordinación y no todo es culpa de la pandemia. La ‘saraza’ del Ministro Guzmán sería una anécdota si las cosas estuvieran un poco más claras. Si su pelea con el Presidente del Banco Central no hubiera sido tan evidente por el alcance del súper cepo o si las contradicciones de Alberto Fernández no fueran tan evidentes y cotidianas. Pasa que Alberto jamás imaginó este presente. Se aplica para él, un famoso teorema, el de Baglini, que habla de la responsabilidad proporcional a la lejanía o la cercanía con el poder. Alberto se sentía libre para opinar y lo hacía. Hoy es esclavo de sus propias palabras. No es grave cambiar de opinión, el tema oscurece cuando se trata del Presidente de la Nación. Es inquietante ver que, a cada expresión actual, le corresponde una más o menos contraria del pasado reciente. Si a los yerros de política económica, se le suma el ruido político el combo es pesado. La sensación de un gobierno bifronte es un lujo que el peronismo nunca se dio. Cuestionado o no, el liderazgo de un gobierno peronista siempre estuvo en una sola mano. Es una experiencia inédita la que le plantea a los argentinos el Frente de Todos. Y una encerrona peligrosa. El Presidente ni quiere ni puede romper amarras con la Vicepresidenta. Hacerlo implicaría asomarse a un abismo que se los puede tragar a los dos. No ha lugar, dirían en un juicio. Pero la situación actual también es insostenible. Porque socava la autoridad presidencial y resta credibilidad al gobierno en general. Todo se lee en función del doble comando. Todo se pasa por el tamiz de la doble interpretación. Es más incertidumbre a la incertidumbre de la pandemia y su correlato económico. Ojo que no se puede alegar desconocimiento. Los dos protagonistas principales de esta historia sabían de antemano el libreto. Esperemos que le final lo puedan cambiar.
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