El golpe de estado en Urdinarrain (2º parte)
Pasaron treinta y tres años y el golpe sigue vigente entre nosotros, mucho más de lo que imaginamos. Solo basta investigar un poco, charlar con la gente de todas las edades para comprobar cómo la doctrina de la Seguridad Nacional también prendió fuerte en Urdinarrain.
Por Mónica Feyt y Ariel Martínez*
Opinión
Hace un año cuando publicamos la primera parte de esto tuvimos todo tipo de respuestas. Hubo elogios, comentarios, reproches, cartas aclaratorias y hasta mereció la atención del HCD de nuestra ciudad. También nos empezaron a acercar historias inéditas, algunas muy creíbles y otras oscuras. Y fue entonces cuando empezaron las sorpresas, cuando realmente entendimos qué es lo que significa el inconsciente colectivo, que es algo más complejo que una letra de Charly García.
Cuando hicimos referencia a quienes formaron parte del gobierno municipal durante la dictadura no emitimos juicio acerca de si esto fue algo correcto o incorrecto. Todo es absolutamente comprobable, por lo que nos resultó innecesaria la defensa que algunos hicieron del Dr. Zeroli, quien fue el primer intendente del Proceso.
Solo basta recordarles que don Armando Hipólito primero fue Delegado de la Intervención Provincial por el Proceso de la Reorganización Nacional (Dec. Nº 58 del M.G.J.E.I.M del 29/03/76) y el 27/05/76 juró como Intendente de la ciudad de Urdinarrain ante las autoridades del gobierno de facto “(…) observar y hacer observar fielmente los objetivos básicos fijados, el Estatuto para la Reorganización Nacional, la Constitución Nacional, Provincial y la Ley Orgánica de los Municipios”.
Y se mantuvo en el cargo hasta el 17/02/77, cuando se le acepta la renuncia por el decreto 1740/77. Luego vendría el gobierno interino de Rubén Ronconi y el ofrecimiento a varios políticos y comerciantes de Urdinarrain, hasta que Roque Pesce aceptó el cargo de intendente.
La última sesión del HCD fue el 16/03/76 la cual estuvo presidida por Paulino Mornacco y contó con la presencia de los concejales Rafael Aguilar, Gaspar Vaccari, Héctor Altinier, Bernardo Waistein, Pablo Korell, Malvina Romero de Cabot y Alfredo Weigandt, mientras que Alberto Taubas y Orlando Flegler no concurrieron. El libro de actas del concejo reza que el mismo “Caduca por el golpe militar del 24/03/76” y va a permanecer bien guardado hasta el 09/12/83.
La labor de los intendentes del Proceso contó con el apoyo de un “Consejo Asesor Municipal”, para el cual se convocaron a personas de distinta extracción política, aunque obviamente no podían ni siquiera parecer de izquierda. Consultados varios de ellos aseguran que lo hicieron por vocación de servir a la comunidad y no se ponen colorados cuando dicen que sienten que cumplieron con su deber, porque para ello fueron convocados. Coinciden en señalar que el intendente Pesce tomaba muy en cuenta sus opiniones y comparten el criterio bastante generalizado de que fue en este período cuando se le cambió la cara a la ciudad.
Urdinarrain padeció, aunque en una escala insignificante, todos los abusos que la dictadura cometió contra la sociedad, aunque hubo un hecho, terrible, que todavía nos impacta: hacemos referencia a un crimen que indudablemente cometieron en 1976 los grupos de tareas y que pensábamos contar, pero cuando este artículo estaba listo, la familia nos pidió que no lo hiciéramos, por miedo a lo que pudiera pasar, con ellos y con nosotros…
En lo que se refiere a la religión durante la dictadura los memoriosos recuerdan la clausura del Templo de los Testigos de Jehová de Bv. Rivadavia y los miembros de este culto cuentan con orgullo que, aunque ya venían siendo perseguidos e incluso expulsados de los colegios desde años atrás, aquella mañana de septiembre del 76’ la proscripción se hizo efectiva y tuvieron que pasar a declarar por la comisaría local, algunos hasta dos veces, porque al firmar habían puesto la palabra “apelo”. Sin embargo siguieron predicando desde la clandestinidad, hasta que un decreto de Alfonsín les devolvió la libertad de culto.
También recogimos testimonios del accionar de cierto sacerdote quien se había erigido en una especie de inquisidor, enviando notas a sus superiores sobre el accionar de algunos docentes e incluso vigilando a los grupos de Familia Cristiana, para lo cual merodeaba los lugares de reunión hasta que un día lo descubrieron escuchando detrás de la puerta, tratando de buscar conductas “subversivas”.
Los docentes también tienen que explicar o justificar su obediencia debida a los cambios que vinieron con el golpe, con la adecuación curricular y normas más estrictas de conducta. Algunos de aquellos estudiantes secundarios del 76’ recuerdan la supresión de la asignatura “Estudio de la Realidad Social Argentina” (ERSA) por “Formación Moral y Cívica”, para la cual en los primeros meses venía especialmente un elegante y muy marcial profesor desde Gualeguaychú. También a una docente que viajaba desde una localidad vecina que fue supuestamente secuestrada y torturada y a la que sus alumnos no vieron más, por lo que se la vinculó a la subversión, cuando en realidad solo fue una paliza de un amante celoso.
Cuando recuerdan aquellos años afloran viejas rivalidades entre quienes egresaron en el 74, 75 ó 76, es decir los del GECU, del Ateneo o los ASES respectivamente, aunque estos últimos tienen un argumento más creíble para justificar por qué fueron más pacíficos: a ellos les prohibieron el paseo, las serenatas, los fogones y las reuniones, mientras que los anteriores pudieron disfrutar de la euforia de los 70’.
El ex director de la Escuela Técnica Alberto Fabre fue uno de los que recibió la visita de los uniformados, quienes se interesaron por sus libros y forma de pensar, aunque reconoce que no fue maltratado. Sí nos cuenta del control que ejercían las autoridades militares ante cada designación ya que para ejercer la docencia había que estar libre de sospechas. Y nos pone como ejemplo que cuando el Dr. Carlos Viduzzi fue propuesto para dar clases de Química, su nombramiento se demoró tres meses, porque su paso por la universidad debía ser chequeado…
El control ideológico también lo padecieron quienes integraron la Comisión Municipal de Cultura, ya que, aunque reconocen que tenían un holgado presupuesto y recibían aportes de la provincia y la nación, cada evento o espectáculo debía ser específicamente autorizado por las autoridades militares, e incluso se debían enviar los libretos de las obras de teatro antes de su estreno. Estos problemas no tenía don Antonio Ingrassia ya que las películas venían calificadas y censuradas.
Y así transcurrieron aquellos años en nuestra ciudad, con hechos que hoy están olvidados o se quieren olvidar, porque ese es el mecanismo que usamos para protegernos de lo que creemos que nos hace daño. Pero ocurrieron cosas, perdimos las libertades, hubo gente feliz por aquellos años, docentes que decían que estaba todo bien y políticos complacientes. Pero sin pecar de apologistas del golpe y al tener la oportunidad de dialogar con los protagonistas de entonces, creemos en su buena fe, porque aunque no era el primer golpe que sufría nuestro país, ninguno imaginaba el horror que se vendría. Para los que creen que en Urdinarrain no pasó nada va este artículo, aunque nunca terminemos de escribirlo.
* Profesores
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