El infierno tan temido
Por aquellos años BOTNIA y ENCE eran amenazas abstractas, apenas un socavón al costado del río, pero que despertó la alarma temprana de las organizaciones ambientalistas regionales unidas en la Red de de Agrupaciones Ambientales de Entre Ríos y la República Oriental del Uruguay.
Fue suficiente.
Gualeguaychú, este pueblo habitado por ciudadanos que “…no se dejan arriar con un trapito”, comenzó a escribir una de las páginas más notables de la historia moderna por la lucha en defensa de su naturaleza.
Se organizó, se informó y comenzó a pelear contra la que, a la postre, sería una de las alianzas más destructivas que tiene que enfrentar y derrotar el hombre moderno para poder garantizar la permanencia de la especie en el planeta:
Por un lado, los grandes capitales apátridas, que avanzan como robots, tomando de arrebato cualquier oportunidad de obtener ganancias, al costo que sea deba pagar la humanidad en tributo a la ambición desmesurada.
Y del otro, dirigencias políticas locales, que en un cóctel macabro de ignorancia y corrupción, consienten el desembarco de las industrias sucias que el norte rico ya no tolera en sus territorios y desembarcan en los nuestros como si nuestras pampas fueran sus cotos de caza y nuestros ríos sus cloacas.
Y Gualeguaychú comenzó la epopeya. Hubo jornadas de euforia, como cuando la Ombudsman del Banco Mundial reconoció que el estudio de impacto ambiental que había justificado el proyecto estaba mal hecho. Las multitudinarias marchas de abril se alternaban con episodios desalentadores como el avance de las obras de BOTNIA o el cinismo del Presidente Vázquez, que durante su campaña había denunciado expresamente estas amenazas y ahora, en una voltereta ideológica que denunciaba su miseria moral, garantizaba a estas empresas la posibilidad de instalar sus “fábricas basura” como otrora las llamaba, en los ríos de nuestra región.
Está definitivamente probado que BOTNIA y cualquier empresa que use la tecnología de blanqueo de pasta celulosa que ella utiliza, contamina.
La OMS – Organización Mundial de la Salud- dice expresamente que las dioxinas son altamente peligrosas, tanto que no admite ningún grado posible de emisión como tolerable.
Sin embargo, la alianza macabra que enfrentamos se las arregló, a través del presidente del INTI, para decir que las dioxinas liberadas en el río Uruguay por BOTNIA, se encuentran dentro de “rangos tolerables”.
Y además, ocultando que a solo un año de inicio de actividades de la temible pastera, las dioxinas contenidas por las aguas del río frente a ella se han quintuplicado.
El pueblo de Fray Bentos amanece mientras tanto a la cruel realidad que desde aquí anticipábamos. Los “miles de puestos de trabajo” son apenas 38 para los locales, mayoritariamente en posiciones subalternas. Y el olor a podrido (perdón por la crudeza, pero hay que llamar a las cosas por su nombre) les amarga cotidianamente la vida.
Por otra parte, los centenares de puestos de trabajo que generaba en el pasado el turismo, en temporada de verano más de mil, ya no están.
Lo que sí está es el inventario de nuevas enfermedades que se han incorporado a la realidad local, y que las empresas y el gobierno tratan del ocultar, malversando las estadísticas, tal lo denuncia los propios fraybentinos.
En síntesis, bastó un año de iniciada la actividad de la pastera para demostrar que todas las consecuencias que oportunamente anticipamos se cumplen.
La alianza macabra que defiende estos emprendimientos, en estos días pasados se había envalentonado con declaraciones tramposas profusamente difundidas en la prensa nacional.
Pero llegó, no por anticipado menos desesperante, el día tan temido.
El día en que el temible olor a acido sulfhídrico invadió nuestra ciudad: “olor a coles hervidas”, minimizan los inescrupulosos empresarios, “anticipamos que alguna vez el olor llegaría a Gualeguaychú”, declara impunemente el inefable intendente de Fray Bentos.
Ya no se podrá afirmar más que BOTNIA no contamina, quedó probado que lo hace y mucho.
Esto no significa que hayamos ganado la batalla, sino que tenemos razón. Y que con la razón de nuestro lado la ganaremos, nadie ni nada podrá evitarlo.
ENCE se tuvo que ir de Pontevedra, en Finlandia ya no se pueden instalar más productores de celulosa que blanqueen su pasta como lo hace BOTNIA. Y aquí, de nuestra zona, finalmente se tendrán que ir.
Porque como dice un paisano amigo: “se toparon con el horcón del medio”, a Gualeguaychú no lo van a derrotar.
ECO nomista
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