POR JORGE BARROETAVEÑA
El kirchnerismo y su irrefrenable deseo por complicar la vida del peronismo
Allá vamos por el milagro, siempre y cuando no se sigan tirando tiros en el pie. Podría ser el resumen de un gobierno que se debate entre sus propias limitaciones, las que la realidad le impone y la falta de estrella, esa que sí tuvo hace dos años.
Por Jorge Barroetaveña La llegada de Roberto Feletti a la Secretaría de Comercio en lugar de Paula Español fue el corolario de la avanzada de los ‘funcionarios que no funcionan’. Con sus modos, Español, nunca pudo hacer cumplir ni siquiera los Precios Cuidados y el índice de inflación de septiembre terminó por eyectarla del cargo. Enojada, se llevó todos los datos de los últimos precios acordados con las empresas y dejó a su sucesor pedaleando en el aire. Así se explica cómo algunos de los nuevos precios acordados estaban por encima incluso del actual precio de mercado. Igual son detalles en el contexto incendiario de la escalada de precios. Feletti llegó para hacer lo que ya hicieron antes sin resultados: aplicar un control de precios y amenazar con sanciones a los que no cumplan. Si no fuera por su voluntarismo a prueba de todo, alguien podría juzgar que se hace por las elecciones. Obvio. La inflación y el respingo alto que pegó en septiembre, después de 5 meses de baja leve, es otro de los problemas que golpea la base electoral del oficialismo y hace inerme cualquier plan social que se lance destinado a llevarle ‘platita’ al bolsillo de la gente. La ilusión es siempre la misma. Obligar a los monopolios de la alimentación en la Argentina a bajar sus precios, o al menos no subirlos, por un tiempo determinado. Feletti puso el 7 de enero como fecha límite pero, si es efectivo, ¿por qué no lo hizo hasta el infinito? La respuesta es evidente. Nunca estas medidas dieron resultados efectivos, más allá de las declamaciones y las admoniciones para su cumplimiento. Si fuera tan fácil detener la inflación en Argentina, tenés que ser tonto para no haberlo hecho antes. Pero la necesidad de dar una señal, del estilo algo estamos haciendo, es imperiosa. Gestión, no importa si es buena o mala, es lo que se impone. Pero la carrera de obstáculos hasta el 14 puso otro escollo complicado que volvió a exhibir las diferencias en la coalición de gobierno. El conflicto con los mapuches del sur, descerrajó el enésimo cruce entre el díscolo Berni y el propio Presidente que optó por hacer púbica una carta, en su nuevo perfil, para fijar postura. Lo de los mapuches es un problema de las provincias patagónicas y el estado nacional, lejos. Berni estalló y dijo que, ante actos terroristas que ponen en juego la paz social, el estado federal no se puede hacer el desentendido y debe actuar. El collar de tiros en el pie sin embargo no terminó acá en los últimos días. Quizás lo peor fue el domingo pasado cuando la movilización kirchnerista a Plaza de Mayo, mostró escenas dantescas de vandalización del monumento a los muertos por COVID. No importa si arrancaron carteles o pisaron las piedras, o la banalidad de fijarse si había posturas políticas fijadas, los muertos son muertos, y los 115.000 de nuestro país, son el peor legado que dejó la pandemia. Discutir eso, escapa a cualquier consideración y lleva solamente al barro. Hasta la presencia de Boudou, con condena firme como primer vicepresidente de la historia corrupto, quedó en segundo plano. ¿El kirchnerismo quiere ganar las elecciones o apuestan a que sea la tumba definitiva de Alberto Fernández? Algunas declaraciones y actitudes indican todo lo contrario a lo que se pregona, incluso a contramano de lo que dice la misma Cristina. En el ancho territorio bonaerense cada uno hace la suya, aunque los intendentes han comprendido las consecuencias de una derrota profunda. Apuestan todo a movilizar a los que no fueron a votar en septiembre. Ya están contratados miles de móviles para asegurarse el traslado de los remolones. Y están convencidos que los anuncios económicos tendrán un impacto positivo. ¿Alcanzará? Nadie se atreve a sostenerlo pero aspiran a disminuir la brecha y consolidar la elección en provincias claves donde hay en juego bancas en el Senado. Es que en el combo del día después, para algunos la derrota sería lo más suave. Lo peor sería perder mayoría en Diputados y en el Senado, donde Cristina reina a placer. La pesada sombra judicial pende sobre la Vice y ella lo sabe. Es justo uno de los reproches eternos para Alberto que no hizo nada por eso. La oposición cuida los detalles pero se le escapan elefantes. La fallida presentación del ex presidente Macri a declarar por el presunto espionaje a familiares del ARA San Juan no es un buen mensaje. No importa las consecuencias. Estando en el país debió haberlo hecho. Y explicar como cualquier ciudadano, no importa las motivaciones político-electorales que haya en el medio. En Argentina hace rato que no alcanza con serlo, también hay que parecerlo. Sino tendremos derecho a pensar que son todos iguales. Como la mayoría.
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