CHARLA ÍNTIMA CON EL INTENDENTE
El lado menos conocido de Martín Piaggio: su enfermedad durante la pandemia, su relación con las redes y el pasado heavy metal

El Intendente quizás sea la figura pública más conocido en la ciudad. Sin embargo, puertas adentro esconde un mundo inimaginable. Su pasión por la historia, cómo hizo para recibirse de abogado estando a cargo del Ejecutivo y su pasado en la música: “Nos escapábamos de las guardias para tocar rock & roll”. Una charla íntima para conocer aún más a quien está detrás de las riendas de Gualeguaychú.
Por Amílcar Nani y Facundo Molina
Se recibió con medalla de honor en medicina, y aunque afirma que el quirófano y los hospitales son su lugar en el mundo, enseguida se metió en política para tratar de llevar a la realidad lo que es su cosmovisión de sociedad. Tanto que primero fue militante, luego Director de Salud durante la gestión de Juan José Bahillo y luego Intendente de Gualeguaychú. Y por si fuera poco, luego se le ocurrió recibirse de abogado y lo hizo durante una pandemia. A grandes rasgos, así fueron de vertiginosos los últimos años de Martín Piaggio.
Ahora, luego del debate del Presupuesto 2022, de un año cargado de covid-19, pero también de vacunación masiva y efectiva, un 2021 donde los sobresaltos no dejaron de estar a la orden del día, el intendente Piaggio se prestó a una charla distendida, directa y sin agenda con Viene con Yapa (FM 104.1).
¿De dónde saca un Intendente tiempo para estudiar derecho y recibirse?
En 2012 estaba buscando cosas nuevas, y me dije que si podía hacer la carrera de Derecho a media jornada me iba a poner a estudiar de nuevo. Encontré entonces un formato que exigía mínima presencialidad y una cursada muy libre y estuve muy embalado hasta 2014, cuando mi familia comenzó a crecer y para colmo tenía toda la campaña electoral. Entonces colgué los botines con Derecho. Y luego comencé a ser Intendente, y así estuve hasta 2020, cuando llegó la pandemia, y recibí mensajes de profesores que me informaban que a partir de ese momento todo iba a comenzar a ser virtual. No sabíamos si la pandemia iba a durar 15 días o unos años, pero me anoté en una materia, luego en otra y en otra y así terminé rindiendo todas. Fue un esfuerzo importante: me puse por las noches en mi casa a estudiar en mi escritorio y hacía lo que podía. El tener la posibilidad de hacerlo virtual y libre me facilitó todo para regularizar la carrera.
Hablando de la pandemia, ¿cómo la padeciste vos en lo personal?
Cuando arrancó la pandemia, al principio, sufrí un proceso de salud que no fue muy fácil de sobrellevar. Comencé a padecer una enfermedad que ni siquiera conocía como médico. Ni la había estudiado. Comencé a sufrir una afectación en la piel, sobretodo en el torso y los brazos. Parecía una alergia muy rara, con placas, y que se comenzó a descamar. En 15 días estaba todo tomado y comencé a pensar que tenía que saludar a todos porque me iba (risas). Pero al mismo tiempo tenía que seguir laburando en mi rol de Intendente porque… ¡estábamos viviendo una pandemia! ¡El 1 de mayo lo llamo a Juan Boari –médico y concejal por oficialismo– y me dice ‘¡Uffff! ¡Ordená los papeles!’. Al final no era algo infeccioso, sino que era un proceso autoinmune, y tuve que hacerme muchos estudios para descartar causas jodidas, como por ejemplo un cáncer. Y en el medio, tenía que ir a trabajar todos los días porque no podía parar: todos los viernes tenía que salir en conferencia con Martín Roberto –secretario de Desarrollo Social, Ambiente y Salud– y Lorena Arrozogaray –Viceintendenta– a pedir que nos guardemos 15 días más o disponer nuevos horarios. Cuando descartamos todo, los médicos me dijeron que fue un stressaso. La pandemia por algún lado tenía que salir. Pero bueno, hice un tratamiento con corticoides, pero con mucho cuidado porque los corticoides también bajaban las defensas. Y cuando se me normalizó todo, tras tener afectación en los pulmones, cuando salí de eso seguí haciendo lo que estaba haciendo, que era lidiar con la pandemia.

¿Qué tan complicado es gestionar una pandemia?
Si hubiera podido, no habría elegido ser Intendente durante una pandemia, pero tuve que enfrentarlo. Lo difícil, sobre todo desde mi aspecto de médico, era que toda decisión corría con el riesgo de no saber si le estábamos haciendo bien a las personas. Cómo cuidar a nuestros abuelos, a los nenitos más chiquitos. Y en medio de toda esa crisis había gente que no podía comer.La municipalidad ayudó en algún momento a alimentar a más de 12 mil personas. Y no fuimos los únicos, porque también ayudaron las ollas populares, los clubes, las ONGs y los programas estatales. En ese momento, había gente que no sólo pensaba en cómo no contagiarse sino también en cómo hacía para comer. ¡Literal! A miles se les cortó el trabajo, y otros tenían un puchito o que se desprendieron de bienes para poder vivir. Entonces, no sólo teníamos esas situaciones sanitarias y sociales, sino también que teníamos la obligación de seguir brindando los servicios esenciales, como el agua corriente o el servicio de cloacas o la recolección de residuos para que la ciudad siguiera funcionando.
Comunicación directa
Según informó más de una vez, Piaggio siempre tuvo un mismo y único número de teléfono y según dice “no es difícil de conseguir”. Desde ese mismo aparato también maneja sus perfiles de redes sociales. Al mismo tiempo, jura y perjura que contesta todos los mensajes con inquietudes de los vecinos. Sin ir más lejos, a lo largo del día llega a recibir unos 4000 mensajes, y aunque pasen unos días, él contesta. Sin embargo, en una época donde las redes sociales están plagadas de haters, las chicanas y los insultos virtuales no les son ajenos.
¿Cómo te llevás con los odiadores seriales?
En las redes sociales está muy a mano la puteada fácil, pero por otro lado también están los troles (persona con identidad desconocida que publica mensajes provocadores). ¡Y de esos tengo detectados a muchos! Lo cierto es que la puteada y todo eso no me afecta mucho. A mí me tendría que pesar mucho más la puteada del que está en la red y que me dice haragán, pero no le doy bola. Por suerte también está la otra faceta de las redes, que es la de los miles y miles de vecinos que están agradecidos y que disfrutan y que te dicen que bueno aquello o que bueno aquello otro. La gran mayoría de las personas que se comunican conmigo lo hacen con mucho respeto. Es como cuando inauguramos dos cuadras de cordón cuneta: los primeros diez mensajes son de agradecimiento, y los otros diez son de personas que viven en la zona pidiendo que hagamos las obras en su cuadra.

Dejaste entonces todas las vía abiertas para el reclamo…
Si, porque creo que lo más importante es la participación comunitaria, que es como una escalera: todos se animan a dar el primer escalón, que es criticar lo que pasa. Pero luego, la gran mayoría elije seguir subiendo y siguen. Entonces piensan: ‘A ver si nos animamos nosotros’ y entonces piden una reunión conmigo y mi equipo, y por eso se arma una bola de pedidos que son válidos. Es por eso que ahora, donde sea que vaya uno, hay una obra que está haciendo el municipio. A mí me gusta un barrio que se organiza, que se une. Ese es el concepto de comunidad organizada que hablaba Perón. Y a mí me gusta así. Y como lo hablo acá lo digo también en las calles. Cuando el barrio está desarticulado no logra las cosas. Y nosotros fomentamos la organización, y quizás esto a mí me genere más dolores de cabeza porque las personas organizadas empiezan a exigir y está bien que así lo hagan. Porque cuando la gente se organiza, es luchadora y quiere ir para adelante. Porque, además, el barrio organizado es también el que se compromete, el que se embarra las patas y arenga para que se haga todo entre todos.
Lo nombraste a Perón, ¿cuándo te diste cuenta que eras peronista?
En lo familiar ya estaba, pero en lo personal comencé a vivir la política en los `90. Tuve una secuencia en la adolescencia, que era entrando a los ’90, y en ese momento éramos todos anti-sistema y contra ese menemismo que comenzaba a crecer.
Pensar que el héroe de esa época de los adolescentes era el Jorge Lanata de Pagina 12, que luchaba contra el menemismo…
En la adolescencia tenía repugnancia por ese peronismo de Menem. En ese momento, para la gente joven, era entender el peronismo que nos contaban, el de Perón, y el que vivíamos, el de Menem jugando al tenis con George Bush. Más tarde, en la facultad, comencé a militar en una agrupación de izquierda guevarista. Pero entonces comienzo un recorrido autodidacta y encuentro un poco más de sentido a mis ideas en la historia del peronismo y comencé a pensar qué es lo que le había pasado a la Argentina en momentos específicos y puntuales, y el peronismo, en términos reales. Y la llegada de Néstor Kirchner y el esquema de Patria Grande, con muchos gobiernos en diferentes países con ideas progresistas de diferentes partidos pero que todos buscaban la unión y liberarse de las cadenas del imperialismo, me terminó de seducir y a entender un poco más la sustancia que tiene el peronismo.
Conociste al peronismo de un modo autodidacta: ¿qué te gusta leer?
Me gusta mucho la historia. Si ves mi biblioteca, que es muy grande, está compuesta fundamentalmente de libros de historia o de historia política. He leído ficción, pero no es mi rubro. De chico leía más ficción, a Ernesto Sábato o aJulio Cortazar. Pero con los años me enamoré de la historia y el revisionismo histórico. Bajar a los próceres del mármol me sirvió para entender mejor todo lo que había pasado. La historia oficial se encargó de ponerlos como tipos inalcanzables, pero que en realidad eran personas con ideas que enfrentaban una realidad como podían. La historia tiene mucho del hecho de luchar por las ideas. A mí y al equipo nos motiva mucho eso, el luchar por las ideas, por un proyecto.

Piaggio: metalero, rockero y batuquero
Mediado de la década del ’90. Un adolescente Martín Piaggio de pelo largo se juntó con tres amigos más. A los cuatro los unía una misma pasión: el metal. Escuchaban Hermética, la banda liderada por Ricardo Iorio; y A.N.I.M.A.L., el "power trío" fundado por Andrés Giménez, Marcelo Corvalán y Martín Carrizo. Y tanta fue la pasión que decidieron crear su propio grupo de música pesada y la bautizaron M.O.S.H.
“Yo estaba en la batería. El “Cote” Cuadra en la guitarra… ¡tremendo guitarrista. El “Ruso” Melchiori –ex Director de Cultura– tocaba el bajo y Ezequiel “Keki” Vela era el cantante. M.O.S.H. quiere decir “Morir O Ser Héroes”. Esa era la sigla. Nos terminaban echando de todos lados porque siempre rompíamos todo. Había mucho pogo en nuestros recitales”, recordó entusiasmado Piaggio en su charla por Radio Cero.
“En esa época A.N.I.M.A.L. la rompía todo. Ya había pasado un poco el boom de Hermética, y también el de V8 antes, y por ese tiempo estaba Ricardo Iorio con Almafuerte. Es más, lo fui a ver a un recital en un galpón de calle Seguí y éramos 15. Iorio nos dijo ‘Esto parece un cumpleaños de La Nona’. Éramos muy poquitos. Después de ese show nació la historia con Augusto Romero, cuando terminó comiendo un asado camino a Ñandubaysal y terminó componiendo la canción”, rememoró.
La historia musical del Intendente no terminó en esa aventura adolescente, sino que prosiguió en La Plata, a donde fue a estudiar medicina: “Ahí retomé el camino del rock & roll, cuando comencé a tocar con un trío muy interesante de percusionistas que se llamaba “La Sonora”. Ahí y participaba un tipo que me enseñó mucho más la historia de los tambores latinoamericanos, que después en Cuba y Brasil pude perfeccionar mucho más”.
De pronto, la medicina y la música se comenzaron a mezclar: “En el hospital San Martín de La Plata a los 23 años, ya recibido de médico, comencé la residencia de cirujano. Y el pabellón de la cirugía, que es como un pequeño hospital, se llamaba Finochietto. Y adentro de ese grupo de residencia armo una banda y se llamaba “La Finochio”, y componíamos música nuestra. Comenzamos a tocar en La Plata, y como éramos todos residentes, siempre alguno se tenía que escapar de la guardia para poder tocar”.
Sin embargo, la verdadera pasión de Piaggio fueron las batucadas. Actualmente está al frente de la batucada “Los Pibes”, que este año volverá a salir en Papelitos, la comparsa del club Juventud Unida.
“De la batucada fui fanático de chiquitito. En esa época tocaba con las latas de dulce de batata o los tachos. Y como me gustaba tanto, a los cinco años mi mamá me llevó a la ‘Comparsa de los Gordos’, que tenían una linda batucada. Y yo empecé tocando el triangulito. Muy de abajo empecé. Todo era muy popular. Y ahí empecé. Pero lo cierto es que desde chico escuchaba una batucada y siempre me ericé. Fue un fanatismo instantáneo. Todo el mundo miraba el carnaval y yo y una de mis hermanas seguíamos a la batucada por todo el circuito. Entrábamos a las cinco de la tarde antes de que cierren las calles y nos quedábamos hasta el final. Y después lo conocí a Ojito Gimenez y me metí en la batucada con él y ahí no paré. No estuve mucho con él, pero me dejó enseñanzas que no se borran. Enseñanzas de vida, a la familia batuquera, al apoyo al grupo que se arma y va a tocar. A mí me tocó ser director de bastante jovencito. A los 19 comencé con un grupo siendo director. No recuerdo mi vida sin la batucada”, rememoró.