POR JORGE BARROETAVEÑA
El mequetrefe y la reina, en una lucha sin cuartel por el poder
Es difícil resumir en pocos renglones las sensaciones que genera la Argentina, aunque dos palabras podrían describirlas: vergüenza ajena. ¿Qué parte no se entiende de lo que se votó el domingo? Hubo un resultado, fueron PASO y listo. Perdió el gobierno como podría haber ganado. Así son las reglas del juego. ¿Tan difícil es de entender? ¿Es necesario romper todo por una derrota?
Por Jorge Barroetaveña La génesis de la pelea feroz que domina lo más alto del poder alumbró el día que nació el Frente de Todos. Nunca se hizo semejante experimento político. La vice eligiendo al Presidente. Siempre hubo una evidente disparidad de poder. La socia mayoritaria de esa relación, imponiendo condiciones, y el socio minoritario aceptando sin más. La fórmula sirvió para ganar la elección, porque la necesidad era mutua. Alberto ni soñaba con ser Presidente y Cristina lo necesitaba para romper ese techo electoral que le impedía volver. Todo fluyó porque tenían intereses comunes. Ni siquiera necesitaron la segunda vuelta para dejar en claro que se quedarían con todo. Pero, siempre hay un pero, el diablo metió la cola. A los pocos meses de asumir en medio de un tembladeral, la nueva gestión tuvo que enfrentar la pandemia. Los desafíos se multiplicaron y la relación quedó a merced de un abanico impredecible de situaciones. Alberto y Cristina consumieron más de un cuarto de su gestión, tratando de administrar una crisis sin precedentes, sanitaria y económica. Ese túnel, oscuro y profundo en el que quedó la Argentina todavía no terminó. Con ese ánimo se votó el domingo pasado. En el recorrido, hubo muchos errores, demasiados. Algunos por cuestiones ideológicas (las vacunas de Pfizer), otros por impericia (la cuarentena) y otros por estupidez como el vacunatorio VIP. La frutilla del postre fue la foto de la fiesta de Fabiola, la Primera Dama, que solo sirvió para cerrar el círculo. Una sociedad golpeada, angustiada e indignada es la que fue a votar el domingo. Con la carga de 114.000 muertos y miles de laburos perdidos. ¿Era posible imaginar otro resultado para el Frente de Todos? La imagen de invulnerabilidad que se ha creado el peronismo y el fracaso de Cambiemos de hace apenas dos años, sembraban dudas sobre el veredicto. Pero la catarata de votos que la sociedad les tiró por la cabeza, dejó al descubierto y precipitó la crisis de la pareja política. Una crisis que se venía larvando desde el primer día pero quedó expuesta groseramente el mismo domingo por la noche con las miradas de desprecio que la jefa le dedicó al Presidente. Dicen que hubo insultos y reproches pero Cristina se fue a dormir (no lo debe haber hecho) pensando que al día siguiente algo cambiaría. Como ella misma contó en las 19 reuniones (las tenía bien contadas) se cansó de reclamar cambios, de política económica y de nombres. Aquel famoso “hay funcionarios que no funcionan” o el no menos impactante “Alberto no te pongas nervioso y ordená lo que tengas que ordenar”, forman parte de la saga. El martes no aguantó más y estalló. Las renuncias en fila precipitaron la crisis. Operaciones cruzadas, voceros oficiosos y el audio de Fernanda Vallejos. Insultante, oprobioso y pornográfico. No para el Presidente de la Nación sino para lo que representa. Si está en ese lugar es porque la gente lo votó. De su salvajismo devino la radiografía de la Vicepresidenta hecha carta. Donde le recuerda al Presidente su origen, y le exige que honre la voluntad popular, de la que ella es vocera y representante. El misil llegó directo a Olivos. ¿Qué alternativas tiene Alberto sobre la mesa? ¿Romper definitivamente? ¿Allanarse a lo que le pide Cristina y quedar como cartón pintado en la Casa Rosada? La primera no luce una posibilidad cierta porque llevaría al país a una crisis institucional con antecedentes en el 2001. Alberto gobernando con el kirchnerismo en contra no sería una posibilidad sino un suicidio político. La vorágine de los hechos bien podría hacerle entregar alguna ‘cabeza’ como avisó el inefable Grabois. Cafiero, ‘el payaso’ según Vallejos, tendría las horas contadas. Ni Manzur ni Uñac aceptaron el convite para sumarse al gabinete. Es una carrera desesperada para zafar del vacío de poder con el que Cristina le amaga. La lógica política indicaba de un rápido cambio de funcionarios. Sólo un Presidente ausente podría no darse cuenta. Por eso suena más fuerte la brutalidad con la que Cristina se lo reclama. Todo bien lejos claro del mensaje de las urnas el domingo. Este experimento, que por ahora ha fracasado a la hora de gobernar, fue efectivo para ganar una elección. Sólo eso. Pero desnuda algo más profundo. Hoy le toca al peronismo. El antiguo movimiento, aquel que Perón le puso su sello eterno, hace rato que se ha convertido en una cáscara vacía. En un proyecto de poder que se agota en sí mismo. Primero la patria, después el movimiento y finalmente los hombres. Esa parte del discurso del viejo fundador, Alberto, Cristina y compañía no la escucharon. Todavía tienen tiempo, aunque el único lugar del que no se vuelve es del ridículo. Por ahora.
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