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El nuevo generador de números aleatorios, entre la física cuántica y la blockchain
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Un equipo internacional ha puesto en marcha un faro público de azar: CURBy (Colorado University Randomness Beacon). Produce números totalmente impredecibles midiendo pares de fotones entrelazados separados más de cien metros y dejando constancia de cada ronda en un registro inspirado en la blockchain. No es solo una curiosidad científica, es algo que aspira a blindar sorteos, auditorías fiscales, ensayos clínicos y procesos cívicos en los que la confianza en el azar lo es todo
¿Por qué la aleatoriedad cuántica importa?
Los ordenadores tradicionales usan generadores pseudoaleatorios (PRNG) o ruido electrónico para “simular” el azar. Son útiles, sí, pero en esencia deterministas y por tanto potencialmente auditables y manipulables, algo que puede ser problemático en las tragaperras de betfair o cualquier otro casino.
La física cuántica puede ofrecer algo mejor: certificar que ciertos resultados no pueden explicarse por variables clásicas. Experimentos de tipo Bell han consolidado durante la última década esa verificación y hoy permiten extraer bits con garantía de impredecibilidad, acompañados de tests estadísticos y límites de seguridad calculables.
La trayectoria que desemboca en esta baliza tiene hitos claros: NIST realizó en 2015 pruebas de Bell completas que cimentaron la idea de azar certificado, y en 2018 mostró cómo convertirlas en fuentes prácticas de bits. La versión actual da un paso más al integrarse como servicio público accesible en la web, lo que permite a empresas, administraciones y desarrolladores usarlo sin montar un laboratorio.
La apuesta cuántica también tiene sus motivos. Si los ordenadores cuánticos escalan, parte de la criptografía de uso común se verá presionada. Usar fuentes de azar certificadas robustece cimientos. semillas claves, simulaciones financieras, casino online… En CURBy, el experimento separa espacialmente detectores y fuentes para cerrar atajos clásicos, y publica los bits, los metadatos y las pruebas que permiten auditar que la generación pasó los umbrales pactados.
Blockchain como notario del azar
Además del entrelazamiento, la novedad también está en cómo se registra. CURBy encadena cada salida mediante funciones hash y un protocolo, Twine, que vuelve inviable alterar el pasado sin dejar rastro. Esta trazabilidad convierte el flujo de bits en un “cronómetro público”, en el que cualquiera puede verificar qué se publicó, cuándo y con qué evidencia cuántica.
Así, la idea es dialoga con balizas distribuidas como drand, que combinan aportes independientes para evitar que un actor sesgue el resultado. Aquí, además, se suma una “prueba de aleatoriedad” basada en física que no depende de la confianza en los nodos.
¿Para qué sirve esto? Para sembrar con más garantías claves de larga duración, para tener sorteos verificables por terceros, para asignaciones aleatorias en ensayos clínicos sin margen para ajustes retrospectivos; para procesos de gobernanza, jurados o selección ciudadana en la que la disputa no es por el número, es la legitimidad del procedimiento.
Abrir una baliza cuántica al público crea, además, un banco de pruebas donde comunidades técnicas puedan auditar código, analizar estadísticas y proponer métricas más fuertes contra sesgos o fallos operativos. El mundo futuro nos exigirá una criptografía resistente, por lo que combinar la física cuántica y el registro inmutable no es una moda, es el nuevo estándar de confianza verificable.