El padre Pepe llegó a Gualeguaychú: “El gran problema en todos lados es el narcotráfico”

El cura villero vino por segunda vez a la ciudad, donde estará hasta el viernes misionando en los barrios 338 y 348. El narcotráfico, la pobreza y sus planes para el resto de la semana en una charla compartida entre tarea y tarea.Es muy difícil verlo quieto, mucho menos sentado o descansando. El alzacuellos blanco -el típico distintivo de su condición sacerdotal- suelto, reposando a uno de los costados de su camisa que tiene el último botón desprendido. Así promedia el padre José "Pepe" Di Paola el primer día en su vuelta a Gualeguaychú, en la Capilla Asunción de María, frente al barrio 338.El padre Pepe, como todos los conocen, es el símbolo hoy en día de esa porción eclesiástica conocida como "curas villeros", esos que no se quedan detrás del altar predicando la palabra de Dios sino que salen a la calle a embarrarse las patas, a alimentar a los vecinos a vivir codo a codo con la porción más vulnerable de la sociedad los estragos del hambre y la pobreza; los discípulos preferidos del Papa Francisco. Llegó ayer al mediodía con unos 50 chicos que viven en villa La Cárcova, uno de los puntos de la localidad de José León Suárez que más olvidado quedó, tanto para la política como para la sociedad en general. "La idea para nuestro viaje a Gualeguaychú es misionar. Nosotros estamos muy vinculados al espacio de recuperación de adicciones Hogar de Cristo, y desde ese punto vamos a ir a visitar casas y familias de Gualeguaychú para conocerlas en sus necesidades", cuentaó, con un mate en la mano, el "cura villero" a ElDía.Sin embargo, su cruz, su bandera, lo que lo desvela todos los días, es la lucha contra el narcotráfico, que tan arraigado y enquistado ve en los asentamientos o villas de emergencias que visita o vive."El gran problema de 20 años a esta parte es el narcotráfico. Se estableció, está muy presente y eso es lo que más molesta y que perjudica a la vida de los chicos", resume con un hilo de bronca en la voz, antes de explicar los pasos de su lucha: "Más que denunciar, lo que hacemos ahora en este momento es generar en los barrios dispositivos de prevención. El que quiera denunciar, lo tiene que hacer, pero en otras instancias porque hay otros canales para hacerlos, y muchos más efectivos. Nuestra labor es acompañar, ayudar, contener, más que nada a los chicos", determina. El padre Pepe recuerda muy bien su último viaje a la ciudad, donde misionó al otro lado de la ciudad, en el barrio La Cuchilla. Ahora, serán los vecinos del 338 y del 348 los que verán esta semana andar de un lado al otro al sacerdote. "Tenemos muchas expectativas de trabajar con los chicos, porque son barrios que tienen sus problemas, y eso es innegable", sostiene.Y a la hora de comparar la realidad de hace dos años atrás con la que se encontró ayer en su regreso a la ciudad, el padre Pepe no se casa con nadie y afirma que las cosas no están ni mejor ni peor, sino que están igual desde hace dos décadas, y eso le molesta mucho: "Ya llegamos a un punto en que el problema ya es estructural, no es nuevo y que crece hace 20 años, que es el tiempo que llevo en las villas, y en todo este tiempo jamás he visto un cambio", lamenta y enseguida agrega: "Hubo momentos en que el Estado ayudó y otros en los que ayudó menos, pero lo cierto es que todo es parte de un problema mayor que es estructural, uno que tiene que ver con el trabajo, con la educación, con el deporte, con la presencia institucional en los barrios".La idea de su viaje es la formación de un nuevo centro barrial en la parroquia Asunción de María, donde recibió al ElDía. Allí celebrará misas y compartirá su experiencia con los chicos, jóvenes y adultos que se acerquen al lugar, como los que ayer fueron a jugar a la pelota en el potrero del lugar y que terminaron compartiendo risas con el "cura villero".
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