El peronismo vive la interna más feroz que se recuerde en la historia reciente
El peronismo se encamina en Entre Ríos a la más feroz interna que se tenga memoria. Nunca antes, en la historia reciente, dos hombres fueron por su liderazgo ni tuvieron tantas armas a su alcance. Desde el retorno de la democracia, el PJ entrerriano no vive una situación límite. Todo indica que ya está en ella.Por Jorge Barroetaveña En 1.983 y después de la derrota a manos del radicalismo que encabezaba Sergio Montiel, el PJ provincial comenzó un proceso de renovación. Fue el que llevó a Jorge Busti a su primera gobernación en 1.987. Impedido de ir por un bis, eligió a Mario Moine para sucederlo. El ex supermercadista tuvo pretensiones de disputarle el timón al concordiense, pero perdió en el intento. Busti volvió a ser gobernador en 1.995. Su ejercicio de poder en el PJ no ofrecía dobles lecturas: era él y nada debajo de él. En 1.999 llegó a un acuerdo con Héctor Maya, pero su figura no alcanzó para detener la debacle: la ola nacional de la Alianza dejó Entre Ríos otra vez en las manos radicales de Sergio Montiel. En el 2.003, con el incendio declarado, no hubo sorpresas: Busti de nuevo. Pero en el 2.007, con la reforma constitucional ya lanzada, el ahora ex gobernador debió elegir un delfín. ¿Quién mejor que Sergio Urribarri?. El hombre nacido en General Campos, se hizo al lado de Busti. Fue su acompañante durante años, el responsable de hacer los trabajos más complicados y salir a defender a su jefe en cuanta pelea hubiera. Legislador, ministro, hasta prepararse para dar el gran salto. En rigor, cuando fue elegido, más de uno se preguntó en el peronismo si era una buena decisión. Poco conocido, y con escaso carisma, Urribarri debió soportar que el ex intendente de Paraná, Julio Solanas, saliera a romperle el partido. Aún así, la figura de Busti, una vez más, fue determinante para la victoria. Nadie podrá negarle su influencia en la elección del 2.007.Pero Urribarri no resultó ser quién se esperaba, al menos para el bustismo. Apenas se hizo cargo de la gobernación comenzó con un lento proceso de diferenciación. El quiebre definitivo fue el conflicto del campo a principios del 2.008. Hasta ese momento ambos conservaban las formas y habían evitado quedar enfrentados. La dureza y la falta de visión del gobierno nacional y el empecinamiento de las entidades del campo, comenzó a llevar las distancias a un punto de difícil retorno. Busti quedó claramente alineado del lado de los chacareros. Visitó cortes de ruta, participó de varios actos e incluso impulsó, desde la legislatura, declaraciones comprometedoras para el gobierno provincial. Fueron meses difíciles para Urribarri. Tuvo que dejar de recorrer la provincia y literalmente 'esconderse' en la Casa de Gobierno en Paraná. Pero su imagen de 'aplaudidor' profesional en cada acto convocado por el gobierno nacional fue lo que más daño le hizo. La derrota en el 2.009 no sorprendió a nadie. Entre Ríos fue una de las provincias en las que más se sintió el conflicto agropecuario, y donde los líderes de la protesta asumieron posturas de mayor dureza.Pero aquella división entre el gobernador y su mentor, dejó huellas. En la intimidad, Urribarri nunca le perdonó a Busti que lo dejara solo en medio de la debacle. ¿Habrá jurado venganza eterna? En política nunca hay que descartar nada y hoy, pese a las barbaridades que se están diciendo, fue el propio Urribarri el que dejó una puerta abierta para un acuerdo. Busti siente, como muchos que lo han precedido en ese sentimiento, que lo de su antiguo colaborador no es ni más ni menos que una traición. "Todos los que están hoy llegaron colgados de mis pantalones a ser lo que son", afirma ante cuanto micrófono se le cruza. Y confía a ciegas en su figura y en el peso que su carisma tendrá entre los entrerrianos a la hora de decidir su voto.Urribarri, ya lanzado, recorre palmo a palmo cada centímetro de la provincia. El raid incluye el anuncio de obras, inauguraciones y algún chirlo al pasar para su ex jefe. Y está haciendo un trabajo de hormiga, cooptando a viejos bustistas, para que resuelvan apoyarlo. En el medio quedan, las segundas y terceras líneas, a los insultos pelados. Ni a Busti, ni a Urribarri, les conviene semejante nivel de agresividad y convendría que bajaran línea para calmar los ánimos. Si nadie afloja, el peronismo va camino a una fractura que podría costarle las elecciones del año que viene. Busti, por afuera, no es Solanas. El ex gobernador aún tiene amplio predicamento partidario e importantes niveles de aceptación en los sectores independientes. La sangría que podría encabezar, a lo mejor no le alcanza para ganar, pero sí para herir de muerte las aspiraciones reeleccionistas de Urribarri. El actual gobernador confía ciegamente en la política de 'quedarse' con los 'dueños' del aparato partidario. Supone que esto le dará una base de votos imposible de alcanzar para el resto, y que lo deposite en la mágica cifra: 38%. En las cercanías del gobernador hacen cálculos: el que llegue a ese número se quedará con la Casa Gris.En esta pelea a muerte por el liderazgo del peronismo provincial, hay un convidado de piedra: la oposición. El año pasado, se encontraron con una victoria poco esperada, aunque soñada. Y emprendieron el camino de hacerle entender a la sociedad, que los 'dos peronismos' son las caras de una misma moneda. Si no lo consiguen se dará lo que ha ocurrido en otras ocasiones: el peronismo se reemplazará a sí mismo, a partir de la incapacidad del resto de los partidos para generar una alternativa válida de poder.Y lo peor es que volverá a triunfar la sensación que todo se reduce a eso: una pelea feroz por ver quién se queda con el grueso de la torta. ¿Y la gente? Sin respuesta.
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