SER MADRE, PUERTAS ADENTRO
El post parto en aislamiento: Maternar en tiempos de coronavirus
El 13 de julio de 2019 recibía el positivo de embarazo. Las dos rayitas del test eran confirmadas por un análisis de sangre. La felicidad fue total para nosotros como pareja, para mí como mujer y para toda la familia
Por Mónica Farabello Las preocupaciones lógicas fueron acerca de la salud en el embarazo, hasta cuándo podía trabajar, si era nene o nena, imposible predecir semejante tragedia mundial. El coronavirus era un término desconocido para todos. Como mamá primeriza y después de cuatro años de buscar a esta beba, en lo único que pensaba era en que todo esté bien. En que ella sea sana, en que no le falte nada, en que sea una beba feliz y en poder estar a la altura de semejante circunstancia como es maternar y paternar junto a mi marido. Me organicé y me preparé para todo: para el parto, para los dolores desconocidos, para un posible cambio de planes hacia la cesárea tan temida. Planeamos a quién avisar, o mejor dicho, decidimos no avisarle a nadie para vivir el parto en la mayor intimidad...estaba todo listo. La pandemia no fue prevista por nadie. Comencé a relacionarme con la pandemia desde las noticias que veía desde el diario mientras trabajábamos con mis compañeros: contaban todo sobre China y lo veíamos lejano; casi como una película de ciencia ficción. Después avanzó hacia Europa y Estados Unidos. Luego llegó el turno de Latinoamérica. Mi beba tuvo la fortuna de querer nacer un par de semanas antes. Fue el 4 de marzo cuando comencé con trabajo de parto y ese mismo día nació a las 17:15. Mi hija tenía que subir de peso y la recomendación de la pediatra fue hasta premonitoria: quédense en su casa una semana. Sin visitas, sin upa -más que de mamá y papá-; mucha teta, mamadera y a engordar. Así llegamos a su primera semana de vida. Aislados y en casa...como seguimos hasta el día de hoy. Salimos solo una vez, justamente a un control pediátrico. La situación ya no era la misma. Comenzamos a tomar distancia entre nosotros, a lavarnos las manos frenéticamente, y a tener algunos miedos más latentes. No hay tiempo para deprimirse Durante el embarazo leí infinidad de artículos sobre el parto, la oxitocina, la respiración y la lactancia. Hice un curso con mi partera, Cecilia y además busqué información sobre la depresión post parto. Era uno de mis temores más grandes, a pesar que mi ánimo estuvo siempre arriba. Finalmente, la pandemia atravesó todo mi post parto y los primeros días de vida de mi hija. Ya no hubo tiempo para pensar en posibles depresiones, en la ayuda de mi mamá o mi suegra. Tampoco en el acompañamiento de mis hermanas, en nada...no pudimos pensar en nada, más que en cuidarnos de no salir de nuestra casa. La compañía se convirtió en un audio de WhatsApp o una videollamada. Las dudas también fueron consultadas por teléfono o simplemente, comencé a seguir mi instinto más que nunca. Finalmente, somos animales racionales, pero animales al fin, así que el instinto no nos llevó a mal puerto. Tuvimos que suspender hasta los controles ginecológicos post parto, y más allá que está permitido ir al médico: ¿Quién se arriesgaría a salir teniendo una hija recién nacida? Hay que hacerle frente a todo. No es tiempo para ser débil ni para esperar ayuda de nadie. Estamos todos aislados, solos, pero más juntos que nunca. El post parto es duro. Las mujeres sangramos, nuestro cuerpo está dañado y es otro, definitivamente es un nuevo cuerpo con el que tenemos que amigarnos. Mientras, nuestra hija llora y no entendemos bien porqué. La lactancia también duele y no es tan fácil como parecía de antemano. Todo es nuevo. El dolor, el cuerpo, el sueño interrumpido, y un amor inmenso que cubre todo como un manto que abriga y sana. Pensar en el otro Mi historia es una más de las tantas que serán anónimas. Mamás solas o parejas aisladas con sus bebés recién nacidos. Llenos de dudas y de miedos normales, pero potenciados por la realidad mundial. No puedo dejar de pensar en una realidad aún más compleja: la de mujeres embarazadas a punto de dar a luz, donde cada contracción o sensación extraña en el cuerpo te inunda de adrenalina. Donde cada día te acerca al nacimiento de tu hijo, pero también a la necesidad de ir a un sanatorio o al hospital. ¿Es el lugar más seguro para parir hoy? No lo sé. Pero de sólo ponerme en el lugar de esas familias me eriza la piel. Faltan algunos pocos o muchos días. Tenemos que ser fuertes mentalmente y anteponer una actitud positiva, a pesar de las noticias, a pesar de la realidad económica, a pesar de todo. El coronavirus nos empañó el comienzo de esta hermosa historia, la de ser los papás de María Eva, la bebé más hermosa del mundo. Allá afuera esperan los tíos, primos, las bisabuelas que aún esperan para conocerla. Los abuelos y más tíos que ya tuvieron la suerte de darle un beso, ansían reencontrarse con ella. Por mí, por vos, por los bebés que están llegando al mundo, por los viejos que se van despidiendo de a poco, por todos, quedémonos en casa. Falta poco para volver a abrazarnos.
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