POR JORGE BARROETAVEÑA
El Presidente Fernández solo, en el momento más difícil de su gobierno
Las medidas que anunció el Presidente abrieron una crisis política. No sólo por la soledad en la que lo dejaron los gobernadores sino por el enfrentamiento abierto con Rodríguez Larreta. ¿Era necesario? No parece porque hasta la medida de las clases presenciales, a la postre la que más impacto provocó, podría haberse consensuado. "La decisión la tomé yo solo, me hago cargo", lanzó el mandatario desafiante el jueves cuando le preguntaron.
Por Jorge Barroetaveña No hay muchas explicaciones que buscar al error en la soledad del poder. Porque la postura presidencial dejó desairados hasta a sus propios ministros. Un puñado de horas antes el Ministro Trotta había ratificado la presencialidad y la Ministra Vizzotti explicado que los niveles de contagiosidad en las escuelas eran bajos. No se sabe aún qué sucederá con Trotta que fue desautorizado y cuya palabra quedó devaluada. “Dale bola a Axel”, dicen que le dijo la Vicepresidenta a Alberto. Que las medidas no se las sopló ella sino Kicillof y que eran más duras todavía. Que Vizzotti le pidió 2 semanas para poder vacunar a la mayor cantidad de gente posible y encarar mejor preparados el pico de contagios. Que la clave está en el transporte y en la manera en que los chicos van a la escuela. Argumentos bastante endebles para una decisión que implicó borrar con el codo lo que se había escrito con la mano un ratito antes. Fue todo fallido. Hasta las referencias al relajamiento del personal de salud o a los chicos que ‘no entienden’ lo que pasa. ¿Tan sólo está el Presidente que nadie le advirtió de semejantes yerros? ¿O le avisaron y pensó que la repercusión no sería tan importante? Más allá de los anuncios, el desaire de los caciques provinciales y la guerra abierta con Larreta, el problema profundo está ahí, a los gritos. No hay vacunas gente. Las que hay son escasas y la campaña avanza lenta. La única solución posible es disminuir la circulación y eso se logra bajando los niveles de actividad y, por extensión, recluyendo a la gente el mayor tiempo posible en sus casas. Es una carrera contra el tiempo y lo que lleve conseguir más vacunas. A esta altura de donde sea. El año pasado se prometió tener 20 millones de vacunados; no estamos ni cerca. De la segunda ola y las sucesivas no se salva nadie, pero no es lo mismo enfrentarlas con un porcentaje importante de la población de riesgo cubierta. Claro que, en política algunas cosas suelen servir a otros fines. La gravedad de la situación de la pandemia en el AMBA, es un manto de niebla sobre la economía y algunos números que se conocieron en las últimas horas. Marzo clavó un 4,8% de inflación, cifra alarmante para los cálculos del Ministro Guzmán y un mandoble pesado para las paritarias que se han cerrado y las que están a punto de hacerlo. Es la cifra más alta desde que Fernández es Presidente y nada indica, pese a las promesas, que vaya a ceder en los próximos meses. En Economía ya sabían el tsunami que se les venía y anunciaron medidas. Nada nuevo por cierto, porque el rubro alimentos sigue siendo una obsesión y lo que empuja los índices para arriba. Trabas a la exportación de carne, más controles de precios y el refuerzo de los precios cuidados. Una versión aggiornada del antiguo Moreno, aunque un poco más light. ¿Dio resultado aquello? No, nunca lo ha dado pero no parece importar demasiado. En año electoral, la economía tendrá un efecto determinante en las elecciones que tampoco se sabe bien cuándo serán. Pero los números no dejan de ser preocupantes para la Casa Rosada. Es que la inflación no bajó nunca, pese al parate del año pasado. Y empezó a subir por el ascensor a medida que se iba abriendo la economía. Pisar el precio de la carne es pan para hoy y hambre para mañana. Lo mismo que los controles. Ahora serán los empleados de la AFIP los que saldrán a la calle. Salvo Venezuela que es otro mundo. Argentina es el único país de Latinoamérica con problemas serios de inflación y no puede controlarla. Sobre llovido mojado, porque a las consecuencias pavorosas de la pandemia, la herencia que siempre está, se suma la debilidad política de un gobierno con dos cabezas. Ayer, durante casi dos horas, el Presidente le mostró los números a Larreta para justificar su decisión. El Jefe porteño hizo lo mismo pero al revés. Quedó todo igual. De hecho el DNU con las restricciones entró en vigencia a las 0 del viernes y un par de minutos antes de entrar a la reunión, Larreta firmó el amparo ante la Corte. En el campo de batalla quedaron los gastronómicos que quieren resistir el cierre. “Rebelión conmigo no…”, les retrucó el Presidente, golpeando la mesa. “Me hubiera gustado ser presidente de un país sin pandemia” se sinceró Alberto en medio de la conferencia de prensa. Lo dijo con un brillo en los ojos. “Es lo que me tocó”. En silencio, y mascullando, debe estar maldiciendo la suerte que no tuvo. El piso le tiembla bajo los pies. Por falta de suerte y por su propia impericia. Increíble que a un gobierno peronista le pase semejante cosa.
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