POR JORGE BARROETAVEÑA
El Presidente Fernández y sus ganas irrefrenables de hablar al divino botón
El pobre Alberto no gana para sustos, aunque varios se los genera el solito. Esta semana vivió de sobresalto en sobresalto, teniendo que dar explicaciones por sus dichos y actos. Demasiada energía gastada en esas cuestiones. En el peor momento de la segunda ola y con tantos frentes abiertos.
Por Jorge Barroetaveña El que habla se equivoca es inevitable. Y al Presidente que tenemos le gusta hablar. Por supuesto que por lo general lo hace en ambientes cómodos, lejos de los programas que solía frecuentar para criticar a Cristina. Quizás eso hace que se relaje en exceso y termine derrapando como en los últimos días. La verdad que no es grave pero los yerros tienen tanta repercusión que lo dejan descolocado. Alberto Fernández es un Presidente que rinde exámenes todos los días. No sólo ante los extraños, también ante los propios. Sus aliados lo esperan todos los días para auscultar sus dichos, desconfiados de su lealtad. Esta presión extra que arrastra el mandatario, lo hace cometer errores no forzados. Eso pasó con las expresiones ante el Presidente español Sánchez y con el apresurado saludo a quien será Presidente de Perú, Pedro Castillo. ¿Qué necesidad había de pelearse con el gobierno peruano por un simple saludo? ¿Porqué no esperar un poco más y sumarse a todos los demás mandatarios? Ganarse un reto al cuete, como diría mi abuelita. Claro que la zaga de desencuentros es larga, y no sólo con los países vecinos sino también los más lejanos. Desde aquellas conferencias de anuncios de cuarentena con las no menos famosas filminas que nos comparaban con Suecia, Alemania o Nueva Zelanda. O los roces eternos con Bolsonaro, Lacalle Pou y Piñera en Chile. La mayoría innecesarios que dejan en una posición incómoda a la Cancillería. Justo ahora además que la Argentina necesita un guiño de la comunidad internacional para llegar a un acuerdo aceptable con el Fondo. Es como dar la mano arriba y patear los tobillos abajo. No se entiende la lógica. La política, errática, también sigue afectando la relación con Estados Unidos, a la postre clave para facilitar el entendimiento con el Fondo. Ni el conflicto por Pfizer, ni las declaraciones agresivas ayudan. Pero allá va el gobierno con su política de alianzas, más de cerca de China y Rusia que de los históricos aliados sudamericanos y europeos. Es la elección que tomó Alberto guiado por Cristina. En este aquelarre, tampoco la oposición la tiene clara todavía. La interna entre los duros y blandos en Cambiemos sigue viento en popa, aunque parece más ceñida al PRO que otra cosa. Lenta e irremediablemente el liderazgo de Macri empieza a ser opacado por los que están dispuestos a peleárselo. Con Rodríguez Larreta a la cabeza, más Vidal, la transición de cambio de mando opositor, ha comenzado. Irremediable al fin. Siempre y cuando Macri no se resista y quiera pelear, es un proceso que más tarde que temprano iba a darse. Medido en términos electorales es irreprochable. Un sector importante de la sociedad todavía tiene cuentas pendientes con el ex presidente pero Cambiemos, o Juntos por el Cambio o como se vaya a llamar, tiene chances de aprovechar el desgaste del gobierno por la pandemia y la pavorosa crisis económica que se vive. La pregunta es qué pesará más a la hora de votar: si las ganas que el oficialismo pierda o las facturas que todavía están abiertas para el anterior gobierno y sus principales figuras. Las encuestas dicen que Larreta ha superado y está por encima de esa disyuntiva, pero ahora no puede ser candidato, tiene que cumplir su mandato hasta el 2023. A todos los demás les comprenden las generales de la ley y están tiro de reproche. La economía no será salida para nadie. Fruto de las restricciones de los últimos dos meses, es probable que vuelva a sentir el impacto negativo y el ansiado rebote se postergue un poco más. Si llegará a coincidir con las elecciones nadie puede saberlo con certeza. Quizás la única certeza que puede manejar el peronismo es que la campaña de vacunación esté lo suficientemente avanzada como para ponerle paños fríos a la angustia social. Pero para eso tiene que haber una provisión de vacunas suficiente. Y a juzgar por los antecedentes de promesas incumplidas no conviene arriesgarse. El Presidente y Cristina saben que la parada electoral será difícil en este contexto. Tanto como que el avance de la vacunación es clave para potenciar una eventual victoria que les permita patear para adelante las rencillas y evitar pensar en el 2023. Perder las elecciones podría ser el peor presagio para el oficialismo y desatar una interna feroz, mucho peor que la actual. Alberto debe maldecir su suerte. A la herencia que le dejó Macri se le sumó la pandemia. Y no debe tener ganas de pasar a la historia como el Presidente de la doble crisis. La que se lleva miles de muertos y sumerge a los argentinos en niveles de pobreza sin precedentes.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios