
"Esto no es el 2001", dijo el viernes el Vice Ministro de Economía Axel Kiciloff. El lugar elegido fue circunstancial: el anuncio del fin de la intervención de YPF pero era vital, porque había que parar la ola de rumores y versiones sobre una devaluación. El gobierno terminó una semana económica dura. Y el énfasis del joven economista así lo demostró.
Jorge BarroetaveñaLa historia argentina con el dólar no arrancó hace seis meses, cuando el Ministerio de Economía se vio obligado a endurecer la posibilidad de acceder al billete verde para evitar corridas. Las sucesivas crisis inflacionarias han jalonado la vida económica de los argentinos los últimos 50 años. Son millones los que, por efecto de la inflación, han visto licuarse los pocos ahorros cuando no los bancos y los gobiernos decidieron quedarse alegremente con ellos.La última experiencia traumática fue la del 2001, que aún perdura en la mente y en los bolsillos. Los argentinos tienen pues una especial gimnasia para detectar los momentos difíciles y prestar especial atención a algunas alarmas. Que la situación general de la economía se ha ido deteriorando en los últimos dos meses es un dato de la realidad. Los discursos de la Presidenta podrán ser buenas piezas oratorias pero no alcanzar para disimular la vida cotidiana.La situación en las provincias se ha tornado complicada, al punto que varios gobiernos (Entre Ríos entre ellos) se vieron obligados a pagar desdoblados los sueldos y la posibilidad de reaparición de cuasi monedas es algo más que una rémora del pasado. En Córdoba hay intendentes que avisan que no les alcanza la plata para pagarle a sus empleados y piden, sin vergüenza, que se busquen alternativas.La desesperación de Daniel Scioli por conseguir luz verde para el aumento del Inmobiliario en la Provincia de Buenos Aires es otro mensaje contundente. Presionado por la Nación, que también está necesitada de fondos, Scioli agotó todas las instancias para obtener la reforma, al punto de pelearse con un sector, el rural, con el que ha tratado de no enemistarse nunca. El agujero de casi 20.000 millones de pesos que tiene Buenos Aires no da para más: o aparece plata o la provincia se volverá inmanejable.Pero lo peor para avivar la incertidumbre es el discurso oficial. En algunos casos su ausencia y en otros su confusión. La Presidenta habla casi todos los días. Monologa desde el atril de turno en cuanto inauguración se concreta. Y habla de los temas más diversos pero pocas veces de los que verdaderamente merecen conceptos claros. Claro, no hay Ministro de Economía, el vice Kiciloff recién salió a hablar el viernes porque no había más remedio y se acaban las voces oficiales.El pobre Aníbal Fernández, que ya no es más Jefe de Gabinete sino senador nacional, derrapó feo el miércoles en un reportaje cuando dijo que compraba dólares "porque se le antojaba". Es el mismo que, un puñado de horas antes, les había dicho a los argentinos que había que pensar en pesos y no en dólares. La poca claridad del discurso oficial no hizo más que darle viento a toda clase de rumores, muchos infundados, porque la situación actual de la Argentina dista de ser la del 2001.El gobierno está pagando un pecado capital que es haber ignorado sistemáticamente los problemas inflacionarios del modelo. Los números del INDEC no iban a alcanzar eternamente para ocultar los deslizamientos de precios que habido en la economía en los últimos dos años. Esa parte de la economía real, disimulada por el crecimiento y los altos precios internacionales que le dieron caja al tesoro nacional, más tarde que temprano confluiría con las expectativas sociales.El problema no es el dólar, es la inflación, que ha ido licuando el poder adquisitivo del salario y limando, persistentemente, al peso como moneda de ahorro. Pero tampoco los problemas se solucionan con voluntarismos. La propia Presidenta habló de 'avaricia' en su último discurso, acusando al sector rural de 'guardarse' los granos en silo bolsa, especulando con el precio del dólar.¿Cómo puede un productor sentirse estimulado a vender si le van a pagar por el dólar oficial y cuando tenga que comprar insumos los pagará por el blue? ¿Qué hace? Ahorra y espera. Con ese mismo criterio todos los ministros y la propia mandataria, deberían haber salido ya a vender los dólares que tienen ahorrados y las propiedades que dicen tener en sus declaraciones juradas. ¿Para qué quieren algunos tener 20 propiedades? ¿Eso tampoco es avaricia?Este doble discurso, plagado de voluntarismo, es el que ha desembocado en las actuales turbulencias. De aquella reflexión que el mundo iba por un lado y la Argentina por otro, poco ha quedado. O no tomamos un camino muy diferente o es imposible permanecer aislado de lo que le pasa al mundo.Esta semana que arranca Moreno volverá con los perros a la City Porteña, la AFIP avanzará sobre 'cuevas' y casas de cambio y la Presidenta fustigará con amor y esmero a cada 'vende patria' que se le ocurra comprar un dólar. Pero la economía real está lejos del centro de Buenos Aires.Son síntomas apenas de lo que sucede en las profundidades de la Argentina. En economía no alcanza con voluntarismos o declamaciones. Tiene que haber un correlato con lo que sucede en las calles. El discurso no alcanza para sostenerlo todo. Y menos si los protagonistas no pueden explicar claramente lo que pasa. La Argentina de hoy no es la del 2001. Es cierto y estamos lejos de eso. Pero tampoco somos el paraíso que nos cuentan. Hay que decir la verdad. Es lo único que nos permitirá ser un país distinto.