El puerto, por donde la villa viró a la modernidad
La zona portuaria es hoy un hermoso paraje destinado al ocio vecinal y turístico. Pero hacia mediados del siglo XIX, bajo la influencia urquicista, fue la llave de acceso por la cual la sociedad nativa de impronta colonial ingresó al modelo liberal, mercantil y cosmopolita. Marcelo Lorenzo El Paseo del Puerto, como lo conocemos, es un sitio con hondo significado histórico. Allí se anudo, desde los orígenes, el estrecho vínculo que siempre existió entre la comunidad local y el río.La fundación de la villa hispana -cuyos 230 años se celebran el 18 de octubre próximo- seguía la lógica de los emplazamientos poblacionales de España en América: recostarse a la vera de un curso de agua.El río ha sido sinónimo de comunicación en Gualeguaychú, desde su gestación hasta bien entrado el siglo XX (cuando cobraron relevancia las vías terrestres).Se entiende, entonces, el protagonismo que supo tener el puerto, en el transporte de gentes y mercaderías. Pero en la primera parte ese tráfico fue muy primitivo. La villa, hacia 1800, reunía unas pocas familias, muy pobres.Se cree que las manufacturas que llegaban vía fluvial de Buenos Aires, Montevideo y Santa Fe debieron pasar primero por el puerto que estaba situado en los campos de Landa.Los antecedentes más antiguos del que hoy conocemos se remontan a 1821. De ese año es el registro de la Capitanía del Puerto en el Archivo Histórico de Entre Ríos. Allí existía una oficina de contralor de la actividad mercantil portuaria, conocida como Resguardo de Aduana. Los documentos también refieren la existencia, en 1833, de un Guarda Costas.En el libro "Conferencias", de Elsa Beatriz Bachini, hay una viva y completa descripción del puerto local durante la segunda mitad del siglo XIX, es decir durante el período en que la sociedad nativa se forja al calor de la modernidad, que coincide con la entrada de inmigrantes europeos.La historiadora habla de que ésta fue la "época dorada del puerto", más allá de que la actividad portuaria haya sido intensa hasta la década de 1930/1940. Y esto se debe al viraje histórico operado en ese ciclo por Gualeguaychú, en su tránsito de villa hispana a ciudad liberal y mercantil. Urquiza lo hizo Dos hechos de gran trascendencia para que Gualeguaychú ingresara resueltamente a la modernidad fueron autoría del caudillo entrerriano. El 4 de noviembre de 1851 Justo José de Urquiza, por entonces gobernador de Entre Ríos, la eleva al estatus de ciudad.Es que "la villa de San José de Gualeguaychú, por la extensión de su población, por su comercio y por los importantes servicios que ha prestado, es acreedora a las consideraciones y alto aprecio del gobierno", refiere el decreto oficial.Un año más tarde, el vencedor de Caseros proclama la "libre navegación de los ríos", una vieja aspiración federal de las provincias litoraleñas contra la hegemonía de la Aduana de Buenos Aires, mantenida férreamente hasta entonces por Juan Manuel de Rosas.Era lo que necesitaba el puerto local para salir del letargo en que lo sumía la política centralista porteña, que con su sistema de puerto único y clausura de los ríos interiores, de cuño colonial, condenaba al resto del país al estancamiento económico.La medida de Urquiza marca el comienzo de una asombrosa prosperidad para Gualeguaychú, a partir de que su puerto de cabotaje empieza a funcionar a pleno. Es el momento en que se instaura el modelo ciudad-puerto, que no sólo hace fluir riqueza sino que "europeíza" a la sociedad nativa, con el ingreso de extranjeros provenientes del Viejo Continente.Hay otro dato significativo hacia 1852, según explicó a este diario la profesora Delia Reynoso: la entonces Capitanía del Puerto comienza a funcionar en su nuevo edificio (que se conserva), ubicado frente a la hoy Plaza Colón. Antes y después Cuenta Bachini que hasta la mitad del siglo XIX el tráfico por el puerto revelaba la inexistencia de una industria local. Salvo los productos de los emprendimientos saladeriles (carne vacuna, aceites de potro, velas de cebo), las manufacturas llegaban desde Buenos Aires.Se importaba sal, madera, barricas de azúcar, damajuanas de ginebra, rollos de tabaco, sacas de fariña, papel, aguardiente, cohetes y ajenjo, entre otros. La mayoría de los buques que traían esta carga, regresaban vacíos. Aunque algunos llevaban leña, cueros, cerdas y maderas de la zona.Este tráfico daba cuenta del austero nivel de vida de los pobladores de entonces. "Aquellos criollos, hombres y mujeres, eran muy sobrios. La primordial alimentación era carne asada o hervida, es decir lo más abundante y barato. Mate amargo, algunas veces dulce, y entre la gente más acomodada mazamorra, cuajada, y algunas frutas silvestres, con las que fabricaban dulces", relata la historiadora.Según refiere, el vestuario y los utensilios hogareños se correspondían con esta frugal alimentación. "Es así que los pocos buques que llegan a nuestro puerto transportan muy pocas cosas. Las necesidades de una población atrasada y pobre se satisfacían con lo menos".El quiebre se produce con la libre navegación de los ríos. Como se lee en el periódico local 'El Eco de Entre Ríos', del 2 de abril de 1853: "Buques de ultramar. Catorce existen actualmente cargando y descargando en estas aguas y por este puerto. He ahí el resultado de la abertura de los ríos (...)".Y con los barcos comienzan a llegar los inmigrantes europeos, con su cultura, sus industrias y sus artes. Una inyección de mano de obra calificada que va a dinamizar la economía doméstica, agrandándola y haciéndola más sofisticada.Esto es reflejo de la política poblacional encarada por el hombre fuerte de la Argentina de entonces. Las ideas liberales de Urquiza, en efecto, se expresan en la Constitución Nacional de 1853, sancionada en Santa Fe, cuyo preámbulo habla de "todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino".Iniciado el período de la Organización Nacional, en el que gobernar era sinónimo de poblar, Gualeguaychú devino cosmopolita. El puerto local se convirtió en la llave de ingreso de extranjeros, deseosos de mejorar su situación."Llegaron los vascos a trabajar en los saladeros, e instalaron los primeros hornos de ladrillo. Los italianos, unos artesanos de primera categoría y otros, los primeros labradores de nuestras tierras, donde comenzaron la siembra de trigo, a gran escala. Se levantan molinos que fabrican toneladas de harina, y el horno familiar, donde se cocían algunos escasos panes, tiene que dar lugar a las primeras panaderías, instaladas por los primeros inmigrantes franceses", refiere Bachini. Ciudad-puerto La actividad portuaria, eje del movimiento de personas y cosas nuevas, ocupa el centro de la escena ciudadana. El desarrollo económico de Gualeguaychú es inducido por el puerto, cuya aduana aportó rentas significativas a la Confederación.Entre los fenómenos en expansión está el comercio, asociado al hecho de que los recién llegados, pese a su vida austera y de sacrificio, consumen otros productos y visten de otra manera.Para aceitar el revitalizado mercado interno y la aparición de una nueva producción artesanal -dos efectos de la inmigración- a finales de la década de 1860 por iniciativa privada surgen las primeras actividades bancarias de Gualeguaychú.La emisión de billetes viene a resolver una necesidad de circulante en el mercado, donde el metálico (oro y plata) siempre fue escaso. "Otro fenómeno que se produjo casi naturalmente, derivado de la propia operatoria del puerto, fue el desplazamiento de la actividad comercial hacia esa zona", cuenta el profesor Alejando Guimera, al analizar la economía local en el libro "Historia de San José de Gualeguaychú".Allí refiere que eso provocó la necesidad de empedrar la calle que unía la zona portuaria con el centro (Alem) y de incorporarle gradualmente servicios (alumbrado y alojamiento).En el barrio del puerto se instalaron barracas, almacenes marítimos, empresas navieras, astilleros, fondas, casas de diversión, vendedores ambulantes, escuelas, entre otros emprendimientos.Bachini, en tanto, revela que el intenso tráfico fluvial impuso el mejoramiento físico del puerto, que hasta entonces "se conservaba como Díos lo había hecho". En 1863 se construye el muelle de piedra y se coloca el primer farol público de kerosén que se encendió en la ciudad."El muelle de piedra era simplemente una contención de la costa y la única comodidad para los pasajeros consistía en una escalera de piedra que bajaba hasta el río", explica al precisar que igual era complicado para los pasajeros bajar de los barcos.Por otro lado, la entrada al río Gualeguaychú siempre fue compleja porque el Uruguay genera allí bancos de arena. Los barcos se regular calado corrían riesgo de quedar varados.Esta situación estructural motivaba el reclamo de los vecinos para que se hicieran obras. Recién en 1904 se realizaron el dragado y canalización del río y la construcción de los murallones de piedra en la desembocadura. Otros hitos En 1878 se creó en Gualeguaychú el Asilo de Inmigrantes, el segundo después del de Buenos Aires. Allí se hospedaban los extranjeros que no tenían conocidos en la ciudad y desde allí se les encontraba lugar donde trabajar.En 1889 llega el ferrocarril a la ciudad y se inaugura el tranvía. "Hasta el puerto llega la vía del tren y poco a poco gran parte del transporte de mercadería en carro es suplantado por los vagones", señala Bachini.Con este movimiento el muelle de piedra aparece como precario e insuficiente. Y es por eso que para 1894 se comienza a construir el Muelle Nacional, que era de madera y perduró hasta 1935 cuando se construyó la actual Avenida Costanera.Comenta la historiadora: "Y los barcos no vienen sólo cargados con sal y más sal, tabaco y yerba. Ahora los grandes almacenes y barracas de Gualeguaychú de fin de siglo, descargan alfombras de Esmirna y perfumes franceses, (...) galletitas, chocolate, café, achicoria, calamares, horquillas, arados, duraznos, conservas, garbanzos, aceitunas, dátiles, nueces, hongos y alpargatas. Se han terminado ya los tiempos de los paisanos, y de los músicos de la banda descalzos. Con la inmigración que entrara por nuestro famoso puerto, llegó también la civilización".Por otro lado, del puerto ya no salen unas pocas cosas sino los preciosos frutos del campo de la zona, de sus ganaderos y labradores, de todos esos bienes que respondían al modelo agroexportador del país, que extendió su influencia durante buena parte del siglo XX. La época del ocaso Reynoso y Guimera, en un trabajo conjunto, sitúan el eclipse del puerto de Gualeguaychú en las décadas de 1960/1970, cuando la comunicación fluvial fue reemplazada por las comunicaciones terrestres, algo que se acentuó con la construcción de los complejos viales (túnel Subfluvial Paraná-Santa Fe, puente Puerto Unzué-Fray Bentos y complejo ferrovial Brazo Largo-Zárate).Es la época en que Gualeguaychú emprende, por iniciativa de sus vecinos, la construcción de un Parque Industrial, que le agregaría un nuevo perfil socioeconómico al histórico modelo agropecuario.Cuando el puerto dejó de funcionar, en la década del '80, el espacio fue afectado por la instalación de areneras. En 1997 se determina el traslado de esas empresas por razones ambientales.Entonces tiene lugar la reconversión del enclave como atractivo turístico. El Paseo del Puerto, así, pasa a ser un paraje que se integra al nuevo vector de la economía contemporánea: el turismo.La grúa, un brazo mecánico que a comienzos del siglo XX ayudó a cargar y descargar barcos, hoy es un ícono de la desaparecida actividad portuaria. Los galpones (ocho naves de 450 metros cuadrados cada una), que se comenzaron a construir en 1937 para reemplazar a los antiguos almacenes, hoy son un lugar para eventos, y el sitio donde los estudiantes arman sus carrozas.El muelle de hormigón construido en 1952, la Plaza Colón, la calle Alem, el edificio de la Capitanía del Puerto y la Aduana, son los otros elementos que hoy recuerdan que Gualeguaychú fue una ciudad-puerto.
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