EL DRAMA Y EL DOLOR EN PRIMERA PERSONA
El relato de tres madres gualeguaychuenses desesperadas: “Vivir con una persona que se droga es un infierno”

Hace unos cuantos años se minimizó el problema de la droga en la ciudad. Se decía que Gualeguaychú era un lugar de paso, pero que se consumía muy poco. No se lo tomó muy en serio y desde hace un tiempo prolongado es un flagelo que pega cada vez más, pese al esfuerzo de las fuerzas de seguridad.
El narco en sus diversas escalas está presente en buena parte de la ciudad. La Policía desbarata un kiosco, la Justicia condena a quienes comercializan, pero siempre queda alguien que sigue con el negocio.
Ahora El Día se reunió con un grupo de madres que padecen en primera persona el infierno de la droga. Una de ellas habló como pudo. La angustia, el dolor, el no saber qué hacer, la falta de respuestas del Estado, contar años de luchar contra la droga provocó que se quebrara una y otra vez.
El rostro de la mujer está surcado por la marca de noches enteras sin pegar un ojo, de no saber dónde estaba su hijo que tiene 30 años y que es adicto a las drogas desde los 13 años.
La mujer contó que tiene “cinco hijos y uno de ellos que tiene 30 años; es drogadicto y lleva casi 20 años consumiendo. Tenía 13 años cuando empezó gracias a un primo que lo inició en esta basura”. Ella vive sola “junto a mi hijo que consume y es una lucha de todos los días. También vive el menor de 20 años que hace una vida normal y no está en el mundo de la droga”.
El que “tiene problemas de adicción hace poco tiempo comenzó a trabajar lo que es un pequeño alivio, porque antes no quería laburar, dormía todo el día y deambulaba por la noche. Adquiría la droga a través de “amigos” o el propio primo que lo metió y es el que anda en la joda”.
Señaló que su casa “es un infierno: siempre faltan cosas, ropa, zapatillas, lo que imagines que seguramente vende a los transas para adquirir la basura que consume, también ha desaparecido ropa de hijo menor. Sí, es un verdadero calvario el que vivimos en casa. Vivir con una persona que se droga y que hace cualquier cosa para obtener la mercancía es un infierno”. Contó que lo ha querido llevar a distintos lugares para tratarse, pero “se niega y dice que va a salir solo, no quiere ayuda de nadie, le dije que iba a denunciarlo a la Justicia para que lo internaran, pero otra persona me aconsejó que no lo hiciera porque tiene 30 años, es mayor de edad y no vas a tener suerte”.
La vida pasa…
La madre contó a Ahora ElDía que todo esto le ha quitado años de vida. “Largas y angustiantes noches sin dormir, noches en los que tenía que salir a buscarlo porque no sabía dónde estaba, con quién y qué estaba haciendo, aunque lo imaginaba. Lo encontraba en la calle, en alguna Comisaría, nunca por robo, sí por pelear por amigos y defenderlos”.
Cuando habla con su hijo, él le asegura que “no vende drogas; que otros lo hacen, pero yo no”. Dijo que él “consume mucho, le he encontrado pastillas, bolsitas, porros y todo lo que hallado lo tiro a la basura. Cuando se entera que le tiré toda esa mierda se enoja conmigo, pero no me importa, porque lo quiero y lo único que me importa es su vida y al que te la arruinó nunca se la voy a perdonar”. Cerró diciendo que “la comunicación con el resto de los hermanos es prácticamente nula, y eso como madre me destroza”, cerró.

Otra señora, vive en el Barrio Franco, dijo que del “tema de las drogas en los barrios prácticamente no se habla y tampoco le veo solución. Vos te metes con un transa y es peor que enfrentar a un grupo de elite de cualquier fuerza de seguridad. Directamente te revientan la casa, te la queman, o en el menor de la casa te destruyen todo lo que tenes. Si bien todos sabemos quiénes son los que andan en la droga nadie quiere hablar. Se sabe dónde están los kioscos que funcionan a toda hora”.
Denunció que “los gurises, las criaturas, no pueden salir a a la calle. No pueden siquiera salir a jugar a la pelota por lo que pasa en el barrio. Hace cinco años que la situación comenzó a agravarse hasta llegar a un punto que sobrepasa los límites de cualquier persona. Antes, en un contexto complicada, tanto los transas como los adictos mantenían ciertos códigos. Ahora como los líderes transas no están, muchos de ellos están cumpliendo condenas, en tanto que los adictos compran la droga y comienzan a aspirar ahí mismo a la vista de todo el mundo a cualquier hora de cualquier día. Tengo un chiquito de cinco años que no puede estar mirando cómo van aspirando en una tarjeta o bien de la misma bolsita que compraron. También están aquellos que roban para comprar una bolsita que cambian por lo que seas, electrodomésticos inclusive. Es tal la desesperación por consumir que hacen cualquier cosa.”
Sostuvo que los que consumen "son cada vez más jóvenes y terminan, junto a sus familias, siendo esclavos de la droga. Quien ‘trabaja’ como transa progresa notoriamente. Hay uno que vivió 10 años en un ranchito y uno mira dónde vive ahora y no lo puede creer”.
La mujer dijo que no tiene miedo, pero también “mucho temor a que sigan cagándole la vida a las criaturas, porque es una elección de vida y el que elige el camino de las drogas termina muy mal”.
La gente que trabaja, entre las que se incluye, no tienen derecho siquiera a dormir. “Nosotros salimos a ganarnos el pan todos los días y no podemos dormir porque esta gente maneja horarios diferentes a nosotros. Muchos nos levantamos a las 6 de la mañana y quienes andan en este mundo perverso recién se están acostando y se levantan a las 4 dela tarde. Cerró diciendo que el transa levanta la plata y no consume; mientras que el “gato” si consume y pasa día y noche vendiendo y aspirando mercancía”.
La misma historia de siempre
Otra de las mujeres que habló con Ahora El Día, contó que vive en el Barrio Franco “desde chiquita y que la zona antes de la llegada de los estupefacientes, consumo y comercialización de los mismos era tranquila. Ahora los chicos de la madrugada van y vienen con el tema de la “pipa” que es una cuchara en donde van quemando y revolviendo una especie de cascarilla. Cuando consumen eso quedan muy mal y parecen zombies. Es algo muy triste de ver”.
Acotó que “desde hace un tiempo no se los ve tanto en la calle, porque han tomado casas cuyos dueños han fallecido. Los que tienen que comprar la droga salen a robar lo que sea para adquirir la mercancía y volver con la droga al lugar donde el resto está esperando, que generalmente es en una casa que hace las veces de guarida. En el barrio vivió un tiempito una familia muy complicada, la que finalmente se tuvo que ir, pero de vez en cuando regresan y se instalan en una casita. Hay chicos de entre 18 y 20 años que están perdidos mal. No podemos dejar nada en los patios internos porque te roban todo”.
Contó que “una familia no sabe qué hacer con sus chicos que están en el consumo, inclusive tuvieron que guardar las cosas de mayor valor en una pieza y cerrarla con llave. Hasta ese extremo se ha llegado”. Sostuvo que “en el mismo barrio estamos rodeados de transas y es normal ver autos de todo tipo, inclusive de alta gama que vienen a comprar. También podemos hablar de familias que tuvieron que dejar el barrio cansados de tanta inseguridad y del clima que se vive”.
La mujer narró que le “llama la atención que chicos de corta edad anden en la calle solos a la buena de Dios, porque sus padres andan en otra, chicos que a veces andan en bicicleta transportando vaya a saber qué”.
Finalmente, una vecina de calle de Tropas, contó que tuvieron que “sacar a un chico que estaba vendiendo en la zona, por la sencilla razón de que pretendemos que nuestros hijos lleven una vida lo más normal posible”.
De todas maneras en el asentamiento de Tropas “hay droga, pero se tapa todo. A uno de mis hijos lo pude sacar de la droga cuando se estaba iniciando. Nosotros le dimos a elegir. Era su familia o la droga y si elegía el segundo camino, le cerrábamos las puertas”.