El riesgo de perder el sentido de la vergüenza

En Japón los funcionarios que son sorprendidos en hechos de corrupción se suelen suicidar, porque no toleran la ignominia pública. Algo que nunca ocurriría en la Argentina pese a la práctica generalizada del latrocinio público.
En esta parte del mundo muchos no entienden las historias de esos funcionarios públicos nipones que ante un traspié que compromete su patrimonio moral, prefieren suicidarse, que arrastrar el estigma del deshonor.
El hecho de quitarse la vida por honor o por vergüenza, para escaparle a la humillación pública, tienen una larga y romántica tradición en Japón.
Se diría que la clase política nipona tiene un alto sentido de la vergüenza. "Turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante", así define a ese sentimiento noble y genuino la Real Academia Española.
Entre nosotros los argentinos, la vergüenza es algo que, si no está devaluado, se encuentra casi en vías de extinción. Por lo menos, en la llamada "clase política". ¿Hemos visto, acaso, a algunos de nuestros ex gobernantes, haciendo un mea culpa por las irregularidades cometidas?
Después de los casos escandalosos de corrupción de la última década, donde hay fiscales que hablan de "saqueo sistemático" del Estado, ¿alguno de los implicados se ha ruborizado siquiera por la situación?
¿Quién de los señalados por la justicia, acusado de "asociación ilícita", se ha puesto aunque más no sea colorado, ha expresado un dejo de culpa o de mortificación?
No hay registro en Argentina, país devastado por la corrupción a gran escala, de gente que se haya avergonzado por sus actos, que se haya arrepentido y pedido disculpas a la sociedad.
Sentir vergüenza por lo visto no es una cualidad en el país donde es deporte nacional echar la culpa al otro. ¿Dominan aquí los "sinvergüenza", es decir los sujetos que no tienen decoro o cuya moral no les impide cometer fechorías?
Es interesante observar el hecho de que uno de los colectivos en los que se ha detectado la falta de vergüenza es en los psicópatas. Y esto es básicamente porque tienen atrofiado el sentido moral, al no sentir culpa alguna.
El diccionario ilustra sobre distintas acepciones del término sinvergüenza. Refiere, por ejemplo, a la persona que no se sonroja por cometer acciones inmorales, en especial las relativas al pudor. Los sinónimos en este caso son elocuentes: descarado, desfachatado, desvergonzado, fresco o impertinente.
Por otro lado, se llama bribón, canalla, granuja, pillo, truhán, pícaro o vivillo a aquel que revela astucia o intención aviesa, que es hábil para el engaño o la mentira.
Por cierto que hay un sentido psicológico de la vergüenza que suele estar relacionado con una amenaza emocional, es decir con la posibilidad de que nuestra identidad e imagen quedan desafiadas de algún modo.
Los expertos afirman que la persona tímida suele sobrevalorar o temer la opinión que otros tengan sobre ella y eso puede ir acompañado de un cierto complejo de inferioridad.
El miedo al ridículo está profundamente vinculado al "qué dirán" y eso puede condicionar la confianza o la autoestima individual. En este sentido "ser vergonzoso" es una limitante para el desarrollo de la personalidad.
Pero lo importante es el concepto de vergüenza moral. En este caso este sentimiento revela, en realidad, que la persona tiene una reserva ética, que es capaz de sentir culpa por algo aberrante que realizó o está por realizar.
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