RECONVERTIDAS
Elisa y Carla, de los disfraces y las artesanías a la confección y venta de tapabocas
Pasaron más de dos meses en que miles de trabajadores de la ciudad debieron reconfigurar sus actividades, cambiar de rubro y adaptarse a la nueva realidad. ElDía dialogó con seis trabajadores que ahora hacen trabajos de cadetería, cocinan o fabrican tapabocas. En este apartado: reconvertidas a vendedoras de barbijos
Por Luciano Peralta y Rodrigo Peruzzo DEJÓ LOS DISFRACES En poco más de un mes, ya vendió 1500 tapabocas
Elisa Timoni tiene 35 años y hace 13 tiene su comercio de alquiler de disfracez, que ella misma confecciona, en Bolivar a pocos metros de Pellegrini. “En todo estos años es la primera vez que tuve que cerrar. Fue el viernes 13 de marzo, pensé que iba a durar poco todo esto, pero llevamos dos meses. La cosa empeoraba y la gente lo que menos iba a hacer era alquilar un disfraz. El año pasado me había comprado una máquina de sublimar, pero lo hacía como hobby”, cuanta Lisa a ElDía. En tiempo record, estudió programas de diseño y fue jugando con sus hijos que salió el primer tapabocas. “Hicimos una máscara de calavera, la subimos a las redes sociales y empezaron a llegar muchísimos pedidos. La segunda semana ya tenía más de cien pedidos por día”, relata. Los tapabocas son de neoprene y una triple capa de friselina por dentro. “Los comercios empezaron a pedirme en cantidad como para publicitarse y los pedidos siguieron aumentando. La verdad es que me fue muy bien, mucho mejor a como había empezado el año en el local”, indica. Lo curioso en términos comunicacionales es que la gran mayoría de los pedidos que recibe no son a través de su página web, ni por Instagram ni por Facebook. “La gran cantidad llegan gracias al estado de Whatsapp”, cuenta. Sin dudas, esta trabajadora pudo reconvertirse exitosamente durante la cuarentena. A la fecha, en poco más de un mes, ya vendió 1500 tapabocas y, afortunadamente, también comenzó a abrir sus local tres veces a la semana. “VIVO DE ESTO” Una artesana que lidia con los altos aumentos de los insumos Carla Lonardi se reconvirtió de un oficio artesanal a otro. Sigue pasando horas en el taller que montó en su casa, pero cambió (por el momento) el sublimado de tasas, remeras, gorros y souvenirs, por la confección de barbijos personalizados. “Vendía mucho para cumpleaños, venía laburando bien pero con el coronavirus se cortó todo”, cuenta karliña (así la conocen). “Los insumos de tinta y papel para sublimar se fueron por las nubes, porque son tintas importadas al igual que las tazas”, dice la joven de 33 años, e interpela: “imagínate que antes de la pandemia una taza de cerámica para sublimar salía $150 (sumado el envío a Gualeguaychú), y hoy ¡vale $240! Y para venderla con un mínimo margen de ganancia, tenés que cobrarla a $350”. Karliña comenzó haciendo tapabocas para ella, luego para su ‘compa’, después para sus amigos, y ahora la gente ya le pide por las redes sociales. “Compro la tela, corto los moldes, diseño la imagen que me piden, imprimo, estampo, y coso el barbijo”, explica. Ah, faltaron algunos pasos intermedios: cocinar, atender a su chiquito de 3 años y a su nena de 8 (“¡La tarea me vuelve loca!”), y hacer las cosas de la casa, aunque de esto último –agradece– se encarga más su pareja. “La idea de los tapaboca es venderlos a $100 para que sea accesible para todos, más allá de la elaboración que lleve”, dice ella. Y así lo hace, pese a que los insumos también aumentaron. El elástico valía $6 el metro y ahora sale $15, y la tela pasó de $90 a $150. “Vendo unos 6 o 7 por día, no llego a empatar los ingresos que tenía antes, pero me sirve para cubrir los gastos. Estoy viviendo de esto”, concluye Karliña, ansiosa por volver a su normalidad. ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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