Emanuel Dezorzi: “Todos me miraban distinto y nadie hablaba”
Emanuel Dezorzi tiene 37 años. Está a punto de casarse con Belén; no tiene hijos; es abogado y tiene un fuerte lazo con la dictadura militar. En primera persona contó la historia de su padre, Oscar "el Ruso" Dezorzi", secuestrado y desaparecido en agosto de 1976. AyerNací el 29 de febrero de 1976 en Paraná, donde vivían mis viejos. A las pocas semanas se produjo el Golpe de Estado y papá fue dejado cesante en el trabajo -trabajaba en un Ministerio- y dado de baja en la facultad. Estuvieron aproximadamente un mes más en Paraná y decidieron volver a Gualeguaychú porque la situación se estaba poniendo muy peligrosa y papá sabía que estaba en la mira.Llegaron a Gualeguaychú a fines de abril y transitoriamente se instalaron en las casas de mis abuelos, mi viejo en la casa de los padres y mamá y yo en la de sus padres. Papá empezó a buscar trabajo y un lugar donde vivir. Ingresó al Frigorífico y estaba por conseguir una casa para alquilar cuando se lo llevaron.El secuestro fue en la casa de mis abuelos paternos el 10 de agosto de 1976 a la madrugada, yo tenía cinco meses y medio. Nunca más se supo nada concreto de él. HoyA fines del año pasado se dictó sentencia condenando a Valentino, entonces Jefe del Regimiento de Gualeguaychú, a cadena perpetua. Dentro de las causas de la condena está la desaparición de papá. En esa misma causa estaban procesados Harguindeguy -Ministro del Interior de la dictadura- y Díaz Bessone -Jefe del segundo cuerpo del Ejército-, el primero falleció poco más de un mes antes de la sentencia, el segundo está incapacitado para ser juzgado. Esa causa tiene un prófugo que al momento de ser procesado tenía una alto cargo en la Policía Federal. El próximo 4 de abril se leerán los fundamentos del fallo.En toda la causa relativa a la desaparición de mi viejo no hay ningún elemento que permita determinar donde estuvo detenido ni que fue lo que le pasó. Y SiempreSer un hijo de desaparecido es ser distinto al resto, y ser distinto por algo de lo que, hasta hace unos años, no se podía hablar. En ciudades como Gualeguaychú, sobre todo en la década de los 80 y 90, ser distinto es negativo. Más aun cuando tal distinción se genera por circunstancias como estas. Después de muchos años de analizarme pude descubrir que siempre vi una mirada distinta hacia mí, no de parte de mi generación, sino de las generaciones de mis viejos y de mis abuelos. Casi todos sabían mi historia y qué había pasado con mi viejo. Todos me miraban distinto por eso, pero -salvo contadas excepciones- nadie hablaba. Esta mirada distinta era a veces positiva y a veces negativa, pero casi nunca neutral. El que sabía lo que había pasado había hecho un juicio interior sobre mi viejo y mi familia, en la mayoría de los casos era el juicio común en esa época, el que se pretendía imponer desde el poder: mi viejo no estaba, "porque algo había hecho". Este juicio se veía en las miradas y para un chico o un adolescente, descifrar esas miradas, entenderlas, procesarlas, es difícil normalmente, más aun cuando "de eso no se habla".A esto hay que sumar la incertidumbre del "no saber". Nosotros, toda mi familia, hasta hoy no sabemos qué fue de mi viejo, no sabemos nada. El no saber, la incertidumbre, genera un grado de angustia difícil de describir, más aun cuando viviste con eso desde siempre. Perder un padre, un esposo, un hijo, es una herida profunda que es difícil que cicatrice y la incertidumbre es un dedo que se mete en la herida día a día y la mantiene abierta y doliendo para siempre. Ese dedo sólo deja de abrir la herida cuando la incertidumbre desaparece y se sabe; se sabe dónde estuvo papá, se sabe qué le pasó, se sabe si lo mataron, se sabe dónde está el cuerpo.Mamá falleció el año pasado, a los cuatro días de que yo declaré en el juicio oral y al día siguiente de escucharme en una entrevista en la radio. Mamá falleció sin saber y con el dedo metido hasta el fondo en la herida de haber perdido al esposo y al padre de su primer hijo a los pocos meses de casada, cuando tenía 20 años.La vida de mi familia fue difícil, marcada por la situación de mi viejo desde siempre y mamá fue la que más sufrió esta situación. Nunca pudo resolver en su interior lo que había pasado. Una mezcla de dolor, culpa, enojo y la gran incertidumbre como una constante. A pesar de esto vivió bien y nos trasmitió a todos nosotros las ganas de saber y toda su energía para salir adelante. Tengo hermanos del segundo matrimonio de mamá. La teoría de la locura y el escapeNo sé cómo me explicaron lo que pasó, pero sí puedo decir que me llevó mucho tiempo entender lo que había pasado y mucho más aceptarlo. De chico pensaba que mi viejo no estaba porque no quería verme, que se había ido y que estaba escondido o viviendo en otro país. Después, ya adolescente, tenía miedo que estuviera loco, internado en un manicomio, sin saber quién era. Cómo se puede explicar que una persona está desaparecida, no es muerto, no es vivo, no está de viaje, simplemente no está. La imaginación de un chico ante esta situación lo puede llevar a cualquier lugar.Sí estoy convencido que nunca me trasmitieron odio ni resentimiento, ni mamá, ni mi abuela, ni ninguno de los integrantes de mi familia. No sé qué me contaron ni cómo lo hicieron, pero sí estoy seguro que lo hicieron bien...
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