
¿Es un signo de debilidad o fortaleza buscar instalar el debate por la reelección, a menos de un año de haber obtenido el 54% de los votos y a más de tres de finalizar el mandato? ¿Sirve focalizar la mirada y canalizar energías en algo que hoy no afecta la gestión? El debate por la re-re llegó. El sueño de 'Cristina Eterna' está en marcha. Jorge Barroetaveña La obsesión por evitar que el desgate natural y la ley le pongan límite a la estancia del kirchnerismo en el poder es la decantación natural del debate que se pretende instalar. Los sectores más duros fueron los que lanzaron la primera piedra. El año pasado, cuando en el Congreso todavía volaban los papelitos que recibieron a la Presidenta en la jura de su segundo mandato, los paladares negros del oficialismo echaron a volar la idea. "Cristina eterna", fue el slogan que se les ocurrió y lo lanzaron a boca de jarro. Para la lógica de cualquier ciudadano, ponerse a pensar en lo que pasará dentro de cuatro años, se parece más a ciencia ficción que a otra cosa. Pero para la dirigencia política argentina, semejante cantidad de tiempo, suele concebirse desde la conveniencia personal antes que la colectiva.La Presidenta de la Nación, en este caso, no escapa a las reglas generales. Ya lo intentaron Alfonsín y Menem, los dos que estuvieron varios años en el poder y también se encandilaron con el sueño de la eternidad. El radical pergeñó el famoso Tercer Movimiento histórico, una síntesis de su partido y el peronismo, que murió antes de nacer. Los yerros de gestión, la oposición feroz del peronismo y la debilidad institucional de la Argentina se lo impidieron. Menem, después de arrancarle a los propios radicales la reforma reeleccionista de 1994, pretendió instalar la re-re. Rodolfo Barra fue el espolón de proa, pretendiendo una interpretación forzada, buscaron conseguir lo que nadie había conseguido: otro mandato. Y Cristina Fernández de Kirchner ahora, con su silencio, avala una intentona similar.Claro que hay una diferencia importante: Alfonsín y Menem hicieron aquellos intentos desde la debilidad de mandatos que languidecían. Después de la derrota de 1987, a manos del peronismo renovador, el poder de Alfonsín se escurrió como agua entre las manos. Menem, pese a haber conseguido su reelección en 1995, también enfrentó un rápido proceso de desgaste, perdiendo en 1997 las legislativas y en medio de una convertibilidad que daba señales de fatiga.Cristina viene de ganar la elección con el 54% de los votos y conserva aún, altos niveles de aceptación, para cualquiera que enfrenta su segundo mandato. Goza de otra ventaja inestimable. La performance electoral opositora fue tan pobre como improductiva al punto de dejar vacante el liderazgo de aquellos que no se sienten ni representados ni contenidos por el modelo nacional y popular. Pero la lógica de los tiempos kirchneristas, o cristinistas para ser más precisos, no sigue los parámetros normales. ¿Qué necesidad hay de instalar un tema como la re-re con tanta anticipación? Si el fuerte del gobierno ha sido su gestión económica, la llave para las victorias electorales, ¿no vale más concentrarse en aguantar el chubasco del 2012 y enfocar todos los cañones en las legislativas del 2013? ¿No corren el riesgo de darle una bandera a una oposición fragmentada y carente de discurso coherente? ¿Para qué acelerar los tiempos aumentado el riesgo de un desgaste prematuro, ante un fin inexorable?El silencio de la mandataria implica aceptación de la estrategia. Ningún distraído puede pensar que la Presidenta no le dio luz verde al debate. Pero hay un detalle que falta: en el horizonte kirchnerista no aparece nadie, hoy al menos, en condiciones de garantizar la continuidad del modelo. Scioli es un sapo que nadie está dispuesto a tragar y del entorno cristinista ninguno brilla tanto como para aspirar a sucederla. Ese vacío multiplica las especulaciones y fortalece la idea de Cristina eterna. Y deja una duda profunda flotando: si el modelo está sólido y no corre riesgos, ¿no es contradictorio que sólo Cristina sea su único garante?La Constitución establece la imposibilidad de la re-re. Chocolate por la noticia pero cuestión poco importante cuando de poder se trata. En la Argentina todo se modela de acuerdo a las circunstancias y nuestro escaso apego a la ley, sirve para eso. Es un mandato que viene de nuestra historia, caótica y desordenada, como cualquier otra, pero especialmente inclinada a respetar poco los mandatos constitucionales. Hoy, 2012, aún no se han reglamentado muchos aspectos de la última reforma del '94, y ya se piensa en volver a reformarla. Para algunos historiadores, la génesis de los males del último siglo estuvo en las sucesivas interrupciones de los procesos constitucionales con sus secuelas de golpes de estado de todo tipo. Y algo de eso debe haber. El electroencefalograma opositor ha dado plano todos estos años. Salvo la irrupción de Julio Cobos, que acabó por diluirse malamente, ninguna figura opositora movió el amperímetro. Ni Macri ha podido aprovechar hasta ahora la vidriera de Buenos Aires y haberle ganado al kirchnerismo un mano a mano el año pasado. Pero la reunión con José Manuel De la Sota es un indicio. Tan poco, o no tanto, sirvió para revolver el avispero. Fue como la foto de Scioli con Moyano. No fue necesario que hablaran, con una imagen bastó. El jueves pasó algo igual en Córdoba. Si hasta el juicio oral y público, que el Jefe de Gobierno porteño podría enfrentar el año que viene por el escándalo de las escuchas, podría servirle para levantar la puntería. Es que la Argentina es el reino del revés, como alguna vez escribió María Elena Walsh:
Me dijeron que en el Reino del Revésnada el pájaro y vuela el pez,que los gatos no hacen miau y dicen "yes",porque estudian mucho inglés.Me dijeron que en el Reino del Revésnadie baila con los pies,que un ladrón es vigilante y otro es juez,y que dos y dos son tres...