
¿Es posible festejar el Día de los Muertos? Algunas de las costumbres ancestrales gracias a las que los mexicanos viven la fecha como una verdadera fiesta.
Florencia Carbone
¿Se puede festejar el Día de los Muertos? Se puede.
Se puede cuando el festejo consiste primordialmente en recordar, que como dice el genial Eduardo Galeano en el arranque del Libro de los Abrazos "es volver a pasar por el corazón".
En México todo tiene color, hasta la muerte. Y todo hace que el corazón vibre de manera especial.
Los banderines -para ellos "papel picado"- llenan de color, alegría y dan vida a todo, incluso al Día de los Muertos.
Cuentan que originalmente eran artesanos los que hacían los dibujos calados. Ahora la fabricación se industrializó y de hecho millones de banderitas tiñen comercios, plazas y se usan para adornar la casa en tiempo de cumpleaños o porque sí.

El Día de los Muertos se empieza a vivir mucho antes del 2 de noviembre.
17.000 toneladas de flores
Los "cempasúchil" -nuestros copetes- tiñen de naranja las veredas y los parques. Es la flor que identifica el festejo a punto tal que se calcula que para esta época su producción en el país supera las 17.000 toneladas (un tercio se cosecha en Puebla).
Todo y todos se suman a la fecha.
Hay "pan de muerto", desde los tradicionales de azar, naranja y manteca (un bollo esponjoso y delicioso espolvoreado con azúcar), hasta los más innovadores rellenos con nata (crema para los argentinos), crema pastelera, dulce de leche con nuez (sí, también existe en México sólo que le llaman dulce de cajeta), y crema de avellana.
El producto se encuentra en las tradicionales panaderías pero también en los supermercados (la panificación tampoco escapó a la industrialización) y hasta en Estados Unidos. Las ventas para el denominado mercado de la nostalgia (millones de mexicanos y latinos que emigraron al norte) crecen cada año.
Dependiendo de la calidad, la presentación, el tamaño del producto y la zona en la que se esté, un pan de muerto se paga entre 9 y 100 pesos mexicanos (lo que equivale a 18 o 200 pesos argentinos).

Los empleados de los cafés y supermercados -y hasta los que trabajan en el aeropuerto- se maquillan y visten para la ocasión.
Hay "catrinas" circulando por donde se mire.
La Catrina es una figura femenina, obra del caricaturista mexicano José Guadalupe Posada, que originalmente se llamaba "La Calavera Garbancera".
La leyenda cuenta que se trataba de una burla a los indígenas que se habían enriquecido y menospreciaban sus orígenes y costumbres.
Aunque la figura tiene más de 100 años de historia, fue Diego Rivera quien la bautizó como Catrina y masificó su existencia.
El costado económico de la fiesta
El festejo se ha transformado en uno de los principales atractivos de México y por eso muchos hablan de la industria del Día de los Muertos.
Se calcula que entre flores, calaveras de azúcar, velas, panes y turistas, la conmemoración significa para el país un ingreso de 17.000 millones de pesos mexicanos (algo más de US$900 millones).

Las visitas desde el extranjero son un aporte fundamental: alrededor de 8 millones de turistas llegan a México especialmente para participar de la movida.
Según datos de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México, el año pasado, sólo en la capital del país, más de un millón de visitantes se sumó a la celebración.
Hay desfiles de máscaras gigantes, exposiciones de catrinas y alebrijes (seres imaginarios formados por elementos fisonómicos de diferentes animales). El alebrije es un tipo de artesanía mexicana que se fabrica a partir de la técnica de la cartonería y que con diferentes colores combina varios animales reales y da vida a seres fantásticos.
Para los golosos, el Día de los Muertos en México es una oportunidad imperdible.
Las calaveritas de azúcar son la golosina más tradicional, pero hay una variedad de dulces -en sabor, color y formato- que sorprende a cualquiera. Bombones, chocolates, tortas y turrones de distintos sabores (alicante de almendra, jijona de nuez, piñón, menta, cereza y arándanos) y hasta ataúdes de azúcar están al alcance de la mano.
La Feria y Festival del Alfeñique -antiguamente se la llamaba la Feria de todos los Santos-, en Toluca, es la meca.
El alfeñique es una pasta dulce y moldeable elaborada a base de azúcar pura de caña. Se trata, según los expertos, de una técnica árabe (alfeñique en árabe significa frágil) llevada a México por los españoles y que luego se fusionó con las creencias prehispánicas.

El alebrije es un tipo de artesanía mexicana que se fabrica a partir de la técnica de la cartonería y que con diferentes colores combina varios animales reales y da vida a seres fantásticos.
A sólo 63 km de la capital mexicana se despliega una enorme muestra -congrega a más de un millón de participantes cada año- que además de los dulces incluye música, teatro, danza, y un muestrario de la gastronomía típica del país.
Aunque en cada rincón del país la festividad por el Día de los Muertos tiene su propia impronta, hay elementos comunes que no pueden faltar, como el Altar.
El Altar se instala en honor a los familiares fallecidos. Es una construcción simbólica de varias plataformas en donde se colocan desde ofrendas florales hasta alimentos y bebidas como forma de rendir tributo a los que ya no están.
Qué hay sobre el Altar
El Altar de muertos varía según las regiones y creencias de las diferentes culturas.
Los diversos niveles que conforman el Altar representan el mundo material e inmaterial o las etapas que se deben de cruzar para llegar al descanso eterno. Por eso es que pueden verse altares de dos niveles (representan el cielo y la tierra), de tres niveles (representan el cielo, la tierra y el inframundo) o de siete niveles (en referencia a los siete niveles que debe atravesar el alma para poder llegar al descanso o paz espiritual).

Sobre el Altar se podrán encontrar banderines de colores (morado para simbolizar el luto cristiano y naranja, el luto azteca); retratos y fotografías de los familiares recordados (indica quiénes visitarán el hogar); las flores de cempasúchil (es habitual que con sus pétalos naranjas se construya un camino para guiar al difunto hasta el Altar); sal (es el elemento de purificación y sirve para que el cuerpo no se corrompa en su viaje de ida y vuelta hasta el siguiente año); velas (sus llamas sirven de guía para que las almas puedan llegar a sus antiguos lugares y también alumbran el regreso a su morada); incienso (aleja a los malos espíritus y purifica el ambiente); agua (es la bebida preferida del difunto. Se ofrece a las almas para que sacien su sed después del largo recorrido y tengan fuerzas para volver); comida (en algunos sitios colocan algunos de los platos favoritos del familiar. Es así como pueden encontrarse porciones de mole con pollo o calabaza en dulce de tacha); pan de muerto; y calaveritas de azúcar entre otras tantas cosas.
Todo eso forma parte de un ritual colorido y alegre que permite entender por qué en México es posible celebrar la muerte.
Esa enorme movida que arranca varios días antes del 2 de noviembre simboliza la espera y preparación para el regreso, la visita, compañía y protección de los seres más queridos que ya no están físicamente.
El empuje de Coco
Aunque la célebre película Coco ayudó mucho a difundir la tradición y permitió que quienes estamos lejos de esa cultura podamos entender -aunque sea por un rato- cómo es posible vivir la muerte de un ser querido desde la alegría y la esperanza de un reencuentro cercano, estar en México para estas fechas es de una riqueza deliciosa.
Por el ritual, por el respeto que se respira hacia los mayores, por el amor a las tradiciones... por eso, entre otras tantas cosas, es más fácil entender también lo que respondió un querido amigo mexicano cuando con la sorpresa e incredulidad de turista lejano, alguien le preguntó cómo es posible que festejaran la muerte.
"Es que en México sólo muere quien se olvida", contestó. Y ellos hacen todo lo que está al alcance de su mano para recordar, como en Coco, cuando suena "Recuérdame" y los sentimientos más añejos reviven.