ANÁLISIS POLÍTICO
En silencio, Cristina le sigue contando las costillas al Presidente

En la carrera contra el tiempo, Alberto Fernández pelea con una sombra. Que siempre la tuvo, pero que a medida que pasan los días se agiganta. La pandemia y la cuarentena sirvieron para disimular las diferencias y encolumnar a toda la tropa detrás del mismo objetivo. Pero el tiempo y la disminución en la tensión sanitaria, trae a escena las deudas pendientes.
Por Jorge Barroetaveña Y ahí está el kirchnerismo agazapado esperando dar el zarpazo. Las diferencias quedaron expuestas como nunca esta semana, en la que el Presidente decidió cortar por lo sano y echar del ANSES a Alejandro Vanoli. Igual, no pudo ir más allá, porque en su lugar ubicó a alguien del riñón de Máximo Kirchner y llegada directa a su vicepresidenta. Es que la táctica de ‘lotear’ los ministerios y los puestos de decisión en el estado comenzó a dar señales de fatiga, por no decir fracaso. El primer indicio claro fue el escandalete en el Ministerio de Desarrollo Social con las licitaciones de aceite y otras yerbas. El Presidente cortó por lo sano y descabezó a más de una decena de funcionarios, pero el Ministro Arroyo quedó golpeado y con la autoridad menoscabada. Debajo de él se desató una interna feroz entre los movimientos sociales, kirchneristas, camporistas y albertistas. El segundo indicio llegó desde el ANSES y aquel viernes negro cuando cientos de miles de jubilados fueron expuestos al contagio, al mezclarse con otros beneficiarios sociales en las colas de los bancos. No lo quiso hacer para no quemarlo, pero el Presidente ese día le bajó el martillo a Alejandro Vanoli. No sólo por una cuestión estrictamente operativa y el grosero error que cometió, luego se sumaron otras decisiones erróneas, incluso la extraña implementación del IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) cuyo cobro, para los que no tienen cuenta bancaria, recién se concretaría a fines de junio, principios de julio. De emergencia claro no tiene nada, o le quedó poco al menos. Fue la gota que desbordó el vaso de la paciencia presidencial. Cuidado, el Presidente desplazó a Vanoli pero designó en su lugar a María Fernanda Raverta, una camporista de paladar exquisito, que le cae bien a Cristina y estaba en el gabinete de Kicillof. Rompió pero no se atrevió a ir más lejos ni a desafiar abiertamente el poder de la Vicepresidente que tiene a su gente manejando las cajas más importantes del estado. El punto final de la endeble táctica del ‘loteo’ fue la polémica en torno a las excarcelaciones. El Secretario de Derechos Humanos hace una semanas se cortó solo y pidió la libertad del hijo de Lázaro Báez, y después la del condenado y corrupto confeso Ricardo Jaime. El Presidente lo llamó al orden, lo levantó en peso por no haberle avisado pero no lo echó. En medio de la pandemia la justicia excarceló a Amado Boudou y las repercusiones negativas se diluyeron en medio de las consecuencias de la cuarentena. Pero la noticia de la excarcelación de violadores, asesinos y hasta narcos fue indigerible para buena parte de la población. Ese es el límite pareció decir la gente. Los cacerolazos, una expresión denostada por la política tradicional y que incomoda porque no se le puede echar la culpa a nadie, nunca se sabe a ciencia cierta cómo se convocan, provocaron incomodidad en el gobierno.
El jueves el Presidente primero y luego la Ministra de Justicia salieron a ponerle un freno a la ola, dejando asentado que no avalan ni promueven la excarcelación de nadie que haya cometido delitos graves. Las imágenes de Esquel de un grupo de vecinos queriendo linchar a un condenado por un secuestro, fueron la muestra. La opción habitual, incluso del propio mandatario, de acusar a una campaña mediática de instalar el tema, ya no alcanza para disimular las diferencias. Hay en el gobierno posturas distintas, y la polémica pública de Zaffaroni con Berni sirvió para describir la grieta interna, que va desde lo filosófico hasta lo operacional. Cristina debe haber esbozado una leve sonrisa cuando los escuchó. Desde el Senado ella hace lo suyo, erigiendo en su horizonte enemigos a quienes enfrentar. Y la Corte Suprema está entre sus favoritos. Su abogada, e integrante del personal administrativo del Senado tiró con munición gruesa y nadie se sonrojó, aprovechando la cuestión de las sesiones virtuales y el pedido al alto tribunal. “Es la Corte Suprema quien tiene que decidir ahora, si los argentinos vamos a escribir la historia con sangre o con razones. Porque la vamos a escribir igual. Como cantan los Redondos ‘Fijate de qué lado de la mecha te encontrás’". ¿Duro, no? Si no fue una apretada quedó bastante cerca de serlo, aunque se inscribe en las andanzas de la ex presidenta cuando lo era y tenía el atril a mano. Si la cuarentena sigue dando resultados y el de arriba nos da una manito, la Argentina de a poco irá recobrando la normalidad y tendrá que empezar a contarse las costillas, las sanas y las rotas. Lo mismo que está haciendo Cristina con Alberto. Y el Presidente lo sabe, claro que lo sabe.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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