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Por Gustavo J. Carbone
Hasta no hace muchos años, la calidad del ambiente que nos rodea permanecía con un bajo nivel de agresión. La torpeza y el afán desmedido de los grandes intereses económicos del mundo globalizado, montó un nuevo escenario altamente depredador.
Se ha ido concretando mediante estrategias sigilosas, subrepticias y traicioneras. La cultura de los hechos consumados, y la concepción despreciable sobre el desplazamiento de las consecuencias dañinas inevitables de la mega producción contaminante, se derivó por la fuerza hacia estos países.
Se han despertado por lógica, sentimientos de conservación naturales. Se alertó la gente común, a través de una sólida toma de conciencia por los pueblos, más que por sus gobiernos, sobre el futuro nefasto al que se ha decidido imponernos desde afuera.
Con la complicidad maldita de algunos que desde adentro se han enrolado en un colaboracionismo consecuente, favorecedor del daño irremediable para la salud y calidad de vida de las actuales y venideras generaciones, se ha determinado que en muy poco tiempo ya estuviesen aquí, ejecutando la acumulación silenciosa de una indiscutible contaminación.
Pero todos estos designios de la historia, en estos tiempos que nos toca vivir, y sufrir, han sido también el germen de una reacción social sin precedentes en el mundo, cuyo origen se ubica en Gualeguaychú.
Una reacción social auténtica y espontánea de una comunidad dispuesta a no negociar ni ceder un ápice, su proyecto y su perfil, respetuoso en primer lugar de la naturaleza que la rodea, que le pertenece.
EL AVASALLAMIENTO
El asentamiento sobre los recursos naturales que países del llamado primer mundo como Finlandia, España, Portugal u otros que han decidido descargar en nuestros países todas sus basuras, detonó la movilización que ha caracterizado la lucha local, a través de distintas acciones.
Si una acción ha resultado exitosa, llamativa y elocuente, es la Marcha que por quinto año consecutivo se ha de mostrar desde estas tierras, como verdadero ejemplo de demanda pacífica pero irrenunciable.
Mientras tanto esos países se manejan con el respaldo de una doble moral, indicadora de diferentes parámetros según la radicación y establecimiento de las empresas mega contaminantes se establezcan en el hemisferio “Norte” o en el “Sur” del planeta.
Por supuesto que no han podido ni podrán aplastar nuestra voluntad de seguir la custodia de la biodiversidad, que la naturaleza con su delicado equilibrio hace sostenible para la vida humana.
Los países como Finlandia o el propio Uruguay, otrora respetuosos de la custodia de esos valores, han sucumbido ante el poder económico y los grandes centros de decisión política.
Hoy en día, aquellos que antes aparecían como incorruptibles e intransigentes en materia de respeto por el cuidado de los recursos naturales, hoy han mutado hacia la irrespetuosidad, hacia la responsabilidad.
La irrespetuosidad y desconsideración por los recursos naturales ajenos, o aún los compartidos, como el río Uruguay. Es característico ahora por parte de ellos.
Avasallan derechos, desprecian la identidad de nuestros pueblos. Nada importa en el juego siniestro de los angurrientos de la renta. Mucho menos aún, les importa avanzar contra todo lo que los interfiera.
MARCHA SIN FRONTERA
La quinta Marcha que este año lleva el lema “Salvemos al Río Uruguay”, debe alimentar el sentimiento de unión que nos anima, como siempre, con el pueblo uruguayo.
Hasta aquí Gualeguaychú y la movilización social de la comunidad íntegra, se ha convertido en paradigma. Todos hemos aprehendido lo que significa un medioambiente descuidado.
En esa movilización social sin barreras de ninguna naturaleza, sin diferencias ideológicas, religiosas, de clases sociales, ha jugado un rol fundamental la Asamblea Ciudadana Ambiental.
Los vecinos que la han integrado, los que la integran y los que irán recogiendo la posta en el futuro para integrarse en la acción, merecen el reconocimiento permanente por su entrega a defender dignamente la causa que nos abarca y concierne a todos.
Por supuesto que el camino ha sido largo. Que lo será mucho más. La lucha desigual por el poder que se nos contrapone, es agotadora y no exenta de errores y hasta de excesos.
Es admirable pese a todo, la permanencia de quienes ofrecen su sacrificio diario. En todo momento. En nombre de ellos mismos. De nosotros. Son ganadores del reconocimiento de toda la sociedad.
A partir de ahora, después de este 26 de abril, seguro habrá de venir un tiempo de reflexión profunda, que permita superar los errores que sin duda también, se han cometido.
Pero tal cual históricamente se ha hecho, el debate que viene tiene que ser superador . Es necesario enriquecer los pensamientos. Las ideas nuevas sobre cómo sigue la lucha, o mejor dicho, cómo debe continuar, requiere de otra gran cuota de generosidad que de lugar a mayores espacios de diálogo respetuoso.
La evaluación y lectura amplia del mensaje comunitario expresado en la Marcha, debe ser muy profundo. La seriedad de las conclusiones no deben dejar lugar para actitudes caprichosas, individuales o egoístas.
Hasta en los más mínimos detalles, se debe recomponer la amistad social entre todos nosotros. La Marcha al Puente, anualmente sirve como oportunidad relevante para que todos transitemos un camino renovado, cada vez con mayor empuje, con mayor motivación.
Escuchémonos, unos a otros. Busquemos nuevos caminos. Busquemos ocupar nuevos espacios. La lucha nos identifica y nos iguala. Las acciones deben distinguirnos por una capacidad inteligente de elección.
Este día de hoy tiene que ser, sin duda alguna, un mojón más de lo que se consigue desde Gualeguaychú, cuando con fundamento decidimos enfrentar lo que aparece como una clara adversidad de nuestro estilo de vida.
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