REPRESENTAN EL 15% DEL PAÍS
Evangélicos, más allá de la ficción: Prejuicios y certezas de un mundo que crece aceleradamente
La serie El Reino, de Netflix, introdujo en la agenda mediática un debate que, si bien no es para nada nuevo, resulta distante y desconocido para la mayor parte de la población argentina: ¿Quiénes son los evangélicos? ¿Qué rol juegan en la política y en la disputa de poder real? Un pastor, una pastora y dos académicos aportaron su visión sobre este asunto.
Por Luciano Peralta El viernes último, Netflix anunció la segunda temporada de El Reino, la exitosa ficción argentina, creada por Claudia y Marcelo Piñeiro, que ofrece una trama en la que confluyen el poder político, el dinero, la fe y la ambición de un pastor evangelista que, tras el asesinato de su compañero de fórmula, se convierte en candidato a la presidencia de la República Argentina. La serie se estrenó el 13 de agosto, hace apenas dos semanas, y desató diversos y necesarios debates. Esa es, de hecho, la pretensión de estas líneas: aportar herramientas para conocer mejor un fenómeno religioso en constante crecimiento e impregnado de prejuicios. Resulta tentador analizar la forma en que los elementos de la ficción dialogan con la realidad más palpable e inmediata, pero no desde la crítica artística (sería, cuanto menos, un irrespetuoso si me atreviese) sino para entender mejor qué son las iglesias evangélicas y qué rol tienen en la sociedad argentina actual, en la política y en las clases populares. “El debate más importante, para mí por escándalo, es el que plantea qué de lo religioso es legítimo en cada sociedad, a qué religiones les imputamos legitimidad y a cuáles no. Eso es lo más interesante que la serie habilita a pensar”, dice, para esta nota, Marcos Carbonelli, politólogo, doctor en Ciencias Sociales (UBA), investigador del Conicet y autor del libro Los evangélicos en la política argentina. Crecimiento en los barrios y derrotas en las urnas. “Los evangélicos en la Argentina tienen una posición subordinada, han sido históricamente estigmatizados. Toda vez que la identidad nacional quedó consustanciada a la identidad católica eso significó para todo el resto de las creencias religiosas persecución, hostigamiento público y la acusación de ser sectas lavadoras de cerebros o agentes foráneos que atentan contra la identidad nacional”, enumera. “En el país hay una diversidad enorme de iglesias evangélicas. Lo cierto es que el modelo dominante no es el de la serie, es el de la pequeña iglesia de barrio, armada generalmente en la casa del pastor o la pastora, que congrega a cincuenta personas más o menos y tiene una fuerte inserción en el tejido social”, explica Carbonelli. El movimiento evangélico es de origen protestante, un movimiento cristiano que, a diferencia del catolicismo, basa la autoridad religiosa en la Biblia y no tienen un Papa, como los católicos, por eso su religión es evangélica, en lugar de apostólica La primera reflexión es clara: no existe una iglesia evangélica, son muchas. El mundo evangélico es muy diverso y fragmentado en cuanto a sus tradiciones teológicas. Los hay luteranos, metodistas, calvinistas, bautistas, menonitas, presbiterianos y pentecostales, por citar las denominaciones más conocidas. El movimiento evangélico es de origen protestante, un movimiento cristiano que, a diferencia del catolicismo, basa la autoridad religiosa en la Biblia y no tienen un Papa, como los católicos, por eso su religión es evangélica, en lugar de apostólica. Tampoco practican el culto a los santos y a la Virgen. “En América Latina se pueden reconocer al menos tres grandes tendencias evangélicas”, cuenta el sociólogo y antropólogo especializado en culturas populares y religión, y también investigador del Conicet, Pablo Semán. En esa línea diferencia a los protestantismos históricos, que llegaron desde Europa en el siglo XIX y mayormente quedaron circunscriptos a las comunidades de migrantes, de las tendencias evangelicales originadas en Estados Unidos, llegadas a América Latina desde los inicios del siglo pasado, con un fuerte sentido misional y proselitista apuntalado en el literalismo bíblico. Mientras que, en tercer término, ubica a los pentecostales, la tendencia de mayor crecimiento en el último medio siglo, tanto en Argentina como en la región. “El crecimiento viene desde 1910, por lo menos. Pero como empieza de cero se hace notorio recién en 1950, y desde ahí hasta los 80 hay una aceleración muy fuerte, especialmente de pequeñas iglesias autónomas de pastores nativos que se independizan de la tutela de las organizaciones extranjeras”, historiza Semán, autor del libro Vivir la fe y una de las voces más críticas en el debate sobre El Reino.
“La serie es, en el peor de los sentidos, una ficción que resulta de extremar los rasgos más negativos de una iglesia, que es la Universal del Reino de Dios, y de asimilar a la totalidad de los evnagélicos a esa situación. Eso nada tiene que ver con la realidad del mundo evangélico”, sostiene, al tiempo que cuestiona la tajante separación entre ficción y realidad. “Los autores dicen, por un lado, que quieren hacer una denuncia y, por otro, que quieren hacer ficción, como si la autoría de la ficción no tuviese determinaciones culturales. Más allá de las intenciones, la ficción no es autónoma; la ficción no deja de expresar conexiones con los conflictos del presente. Para mí, es denuncia muy mal documentada y una ficción muy pobre, muy poco reflexiva acerca de sus raíces sociales y culturales”. “En ese sentido -continúa- el problema es que la visión que se tiene de los evangélicos es porteñocéntrica. Los porteños ven el cine y la televisión y piensan que el mundo empieza y termina ahí. Y la verdad es que lo que aparece en los cines y en la televisión es la capa menos importante, más tardía y más superficial del mundo evangélico. El 70 por ciento de los evangélicos se congrega en iglesias chiquitas que no pertenecen a grandes redes ni salen en la tele. Pero tampoco los que están en televisión son como el pastor de la serie”. Claudia Florentín Mayer es comunicadora, teóloga protestante, feminista y durante varios años ejerció la tarea pastoral en la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, aunque explica que, si bien ya no ocupa ese rol de manera institucional, lo sigue haciendo en su vida diaria. Coincide con Semán sobre el recorte que implica la serie de Netflix, aunque lo relativiza: “Creo que es lo que hace el arte. Cualquier serie de buena calidad, en general, recorta y magnifica lo peor y lo mejor de las cosas. Lo espiritual es una experiencia de vida, tiene tantos matices que es imposible capturarlos todos. Coincido en que eso que se muestra no es representativo de la mayoría, así como reconozco que tengo amigos pentecostales que me dijeron que ellos vieron en la serie mucho más de lo que les gustaría reconocer respecto a lo que han transitado en sus iglesias”. “Uno de los debates habilitados en este sentido tiene que ver con la enorme diversidad del campo evangélico, que no es mayoritariamente eso que se ve. La serie se asemeja más al modelo brasileño, más que nada en lo que tiene que ver con el manejo del poder y del dinero”, diferencia Florentín Mayer. "Uno de los debates habilitados en este sentido tiene que ver con la enorme diversidad del campo evangélico, que no es mayoritariamente eso que se ve. La serie se asemeja más al modelo brasileño" Waldemar Von Hof, en tanto, es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de La Plata, con presencia en Gualeguaychú y en Entre Ríos desde hace 120 años, desde la llegada de la inmigración protestante ruso-alemana. Cuenta que no ha escrito ninguna reflexión sobre El Reino porque todavía no la ha terminado de ver, pero reconoce que le gustó y coincide en que “si bien es una ficción, no deja de tener los pies en algunas realidades”. “Creo igualmente que está más cerca de las realidades que vive el neopentecostalismo en Brasil, aunque hay algunos grupitos de similares características acá, en el país. Habilita, también, la discusión sobre la problemática que subyace detrás: la pobreza, la violencia policial y parapolicial y toda la cuestión política y judicial a la que el mundo religioso a veces está ligado. En nuestro país, el mundo católico y, en parte, el neopentecostalismo”, aporta Von Hof. Y realiza una separación entre el “evangelismo serio y moderado” y el “que tiene que ver más con esta línea del neopentecostalismo brasileño, ligada al Pare de sufrir, al show y a los programas de televisión”. Crecimiento evangélico y política “La encuesta que hicimos desde el Conicet en 2008 reveló que los evangélicos eran el 9% de la sociedad argentina y en la última realizada, en 2019, son el 15%”, expone Carbonelli. “La mitad de esos nuevos evangélicos son conversos del catolicismo. ¿Por qué sucede? Las razones son varias. Creo que el pentecostalismo dialoga muy bien con la matriz popular, donde no hay una separación tan tajante entre lo trascendente y lo cotidiano, sino que hay una idea de un Dios mucho más cercano y una idea diferente del milagro, que es manifestación de Dios y puede ocurrir en la vida cotidiana. Pero se llama milagro no solamente a las cuestiones más espectaculares, como puede ser curarse una enfermedad jodida, sino también el conseguir trabajo, rehacer tu pareja o superar el alcoholismo”, sostiene el especialista. “Es un mundo muy dinámico, de donde se entra y se sale. Además, no es que las personas que se convierten al evangelismo abandonan todo su cuerpo de creencias anterior. Siguen yendo al curandero o participando de una peregrinación católica. No es todo o nada”, aclara, reflexivo. “Los evangélicos crecen a costa del catolicismo, eso es real”, coincide Semán. “Pero no es que la gente pasa de una cosa X a una cosa Y, que no tienen nada que ver. La posición evangélica en los sectores populares reelabora y no termina de romper cierta forma del catolicismo precedente. Con lo que sí rompe es con el clero católico”. “Se cree que el modelo de iglesia es el católico y la verdad es que el catolicismo es un modo de relación absolutamente extraordinario en todo el mundo" “La iglesia católica tiene un dogma más rígido que las iglesias evangélicas y hoy aparece menos compatible que hace 80 años con la religiosidad de los sectores populares. Por otro lado, la vocación de autonomía de los sujetos populares se puede ejercer más fácilmente a través de la forma de organización evangélica”, aporta el académico que lleva más de 30 años de estudio sobre la temática, al tiempo que plantea una discusión de fondo: “Se cree que el modelo de iglesia es el católico y la verdad es que el catolicismo es un modo de relación absolutamente extraordinario en todo el mundo. No es que solamente los evangélicos no tienen Papa, no hay Papa judío, no hay Papa budista, no hay Papa cristiano ortodoxo, ni musulmán. No es que los evangélicos no tienen centralización, no la tiene nadie. La única religión que se organiza como Estado es el catolicismo”. El crecimiento de las iglesias evangélicas en la región y el modelo Bolsonaro en Brasil, más la posición de estos grupos en el debate por la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en Argentina han aportado a la idea de que los evangélicos representan las posiciones más conservadoras de la derecha política, como se representa en la serie de Netflix. Al respecto, Florentín Mayer sostiene que existen estereotipos y que nadie está a salvo de caer en ellos. Aunque considera que “la serie hace una cierta alerta sobre qué pasaría sí sectores como estos llegan al poder; no creo que sea un prejuicio, creo que es una lectura anticipada de cosas que ya están sucediendo en otros lugares”, opina. Y se separa de “cierta mirada ingenua que piensa que políticamente el mundo evangélico responde, necesariamente, a un pastor o líder de su comunidad de fe”. “Creer que determinada comunidad evangélica tiene un voto cautivo es un enorme error. También es un error pensar que el 15% de la población argentina, que es evangélica, vota de la misma manera”, concluye la teóloga protestante. El universo evangelista coincide mayoritariamente en temas de moral sexual (como el rechazo al aborto), en los que mantienen una idea conservadora, pero se evidencia muy diverso en cuanto a las procedencias religiosas y las simpatías políticas. Antes de Bolsonaro, en Brasil los evangélicos fueron estratégicos para el ascenso de Luiz Inácio Lula Da Silva al poder y, más acá en el tiempo, el izquierdista Juan Manuel López Obrador llegó a la presidencia de México con un fuerte respaldo de estas iglesias. “Creer que determinada comunidad evangélica tiene un voto cautivo es un enorme error. También es un error pensar que el 15% de la población argentina, que es evangélica, vota de la misma manera” “Está demostrado por un montón de trabajos de la ciencia política, la antropología y la sociología que, al momento del cuarto oscuro, de todas las identidades que portamos como sujetos, la que menos pesa es la identidad religiosa. Pesan cosas como la propia evaluación del gobierno, de la oposición, quien creo que me puede ayudar a mejorar el salario, etc., etc. Son variables mucho más clásicas las que entran en juego en el cuarto oscuro”, aporta Carbonelli. “Los modos plurales que los evangélicos elaboren para participar de la política pueden incluir la radicalización de una parte de ellos. Pero no por las vías que hasta ahora se han postulado. En parte, dependerá de cómo se articule el sistema político pospandémico”, completa Semán. Y retoma Carbonelli: “Existe la participación política en el mundo evangélico, como ha pasado históricamente con el catolicismo, donde uno puede encontrar que las parroquias han sido históricamente canteras de cuadros políticos, pero para diferentes extracciones de ese mundo partidario, no sólo en una dirección. Creo que vamos hacia eso”.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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