Francisco Seguí, político y jurista

El secretario de Urquiza, redactor del célebre Pronunciamiento contra Rosas e influyente constituyente del '53, había nacido en Santa Fe. Pero en Gualeguaychú formó su familia y aquí descansan sus restos. Por Marcelo Lorenzo Juan Francisco Seguí (1822-1863) es aquel santafecino que sirvió con su pluma y consejo al caudillo entrerriano Urquiza en la revolución constitucional emprendida a mediados del siglo XIX.Pero este hombre está también estrechamente vinculado a la patria chica, especialmente por lazos de sangre. Por eso no es casual que el apellido Seguí tenga gravitación en la sociedad nativa.Cuenta la historia que el redactor del Pronunciamiento -el célebre documento con que el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza rompe con el poder rosista- ya estaba en la cima de su carrera política cuando conoce en Buenos Aires a Cornelia del Villar, hija de una familia tradicional de Gualeguaychú.El encuentro tuvo lugar durante los festejos que dio la sociedad porteña por el triunfo militar urquicista en Caseros (3 de febrero de 1852), que supuso el fin del régimen autoritario de Juan Manuel de Rosas.En esa fiesta nocturna con baile y música (conocida como "sarao") surgió el amor y la promesa de casamiento, según se lee "Cvadernos de Gualeguaychú" (N°15).Cornelia, que tenía entonces 18 años, volvió a su pueblo pocos días después de ese encuentro, pero Francisco debió permanecer en Buenos Aires para encargarse de la organización del Congreso de Santa Fe, en el que actuó como representante de su provincia natal.Esta circunstancia hace que la pareja se viera obligada a realizar un casamiento por poder. Así el 29 de noviembre de 1852, en la parroquia San José de Gualeguaychú, el novio estuvo representado en el altar por Rafael Furques. Cornelia tuvo que esperar, por tanto, hasta después de la sanción de la Constitución para consumar su matrimonio.El diputado por Santa fe le anticipa su regreso en una carta que reza: "Nada tiene la Patria que exigirme ya después de tantas fatigas -dice a Cornelia- y del tiempo que, separado de su amabilísima compañía, he saboreado días y meses amargos, ausente de una mujer querida, sin haber ejercido los derechos sacrosantos que tengo a tus cariños, a tu ternura, y a la expresión purísima de tu amor" (cita en "Cvadernos de Gualeguaychú" N°15). Legado familiarLa casa donde vivió el matrimonio Seguí-Del Villar en Gualeguaychú se encuentra en Luis N. Palma y J.F. Seguí (esq. SO). Se trata de la única residencia de un constituyente del '53 que aún se mantiene en pie.Juan Francisco Seguí y Cornelia del Villar tuvieron siete hijos, los cuales conformaron a su vez familias influyentes de Gualeguaychú: Malvina se casó con Luis Clavarino; Cornelia lo hizo con Protasio Méndez Casariego; Juana con Facundo Grané; Luisa con Matías Jacobo Spangenberg; José Francisco con Bernabela Aldao; Eduardo con Elisa Duportal y Claudio con Inés Wesley.Estos nombres y apellidos tuvieron gravitación propia en el proceso de entrada a la modernidad de la sociedad de Gualeguaychú, allá por la segunda mitad del siglo XIX.Destaca, por ejemplo, el matrimonio de Malvina Seguí con Luis Clavarino, quien fuera luego intendente de Gualeguaychú. Esta pareja fue gran benefactora de la comunidad, ya que entre otras acciones dejaron dos propiedades para que en ellas funcionaran instituciones educativas.En su solar residencial, ubicado en 25 de Mayo y Mitre (esq. SE) funciona del Colegio Nacional "Luis Clavarino". En tanto que el chalet de zona de quintas, al noroeste de la ciudad, fue donado a la Compañía de María, la cual creó en el lugar el Instituto "Malvina Seguí de Clavarino". Santafecino célebreTras una intensa vida como jurista, político y periodista, Juan Francisco Seguí falleció joven, a la edad de 41 años, en Buenos Aires, en diciembre de 1863. Y desde allí se traerán sus restos para que descansen en Gualeguaychú, en el panteón familiar ubicado en el Cementerio Norte.Algunos de sus coprovincianos, sin embargo, lamentan que los restos del "gran tribuno santafecino" no permanezcan en la "provincia que él amara tanto", como reclamó el periodista Juan José de Soiza Reilly, durante el discurso de homenaje a Seguí que se hiciera en la Universidad Nacional del Litoral, al cumplirse los cien años de su natalicio.Hay que pensar que el padre de Seguí, también de nombre Juan Francisco, fue activo personaje en la historia de Santa Fe. Graduado en Charcas, se plegó luego a la Revolución de Mayo de 1810. Pero sobre todo fue un ferviente defensor de la autonomía provincial, un rasgo de pensamiento que trasmitirá a su hijo.Francisco Seguí (hijo), aunque ayuda a Urquiza en el proceso de institucionalización del país, lo hace siempre en calidad de santafecino. De hecho representa a su provincia como diputado en el Congreso que redacta y aprueba la Constitución republicana, representativa y federal. El triunfo de SeguíBeatriz Bosch, la historiadora de Urquiza, sostiene que Seguí sobresalió en los debates en Santa Fe (junto a Juan María Gutiérrez, José Benjamín Gorostiaga, Martín Zapata y el presbítero Benjamín J. Lavaysse).Por su lado Soiza Reilly le da en realidad todo el crédito a nuestro personaje, asegurando que su habilidad dialéctica evitó que la sanción de la Carta Magna se postergara, a la espera de un tiempo menos convulsionado para el país, como fue la propuesta de Facundo Zuviría, presidente del Congreso.La discusión fundamental que se planteó en el recinto giró alrededor de un punto peliagudo: ¿Era el tiempo propicio para consagrar una Constitución? Quienes pedían la postergación alegaban que la Nación atravesaba por un tiempo de anarquía, y ése no era un clima social y político conveniente para la sanción de esa norma.Además la Constitución debía reflejar un estado de cosas, en términos de costumbres, hábitos y carácter, elementos preexistentes que estaban ausentes en el país.La réplica de Seguí fue que si esas condiciones previas no existían había que crearlas y el mejor instrumento para ello era la sanción de una Constitución. Si la política era adaptarse a la realidad, aclaró, pues entonces había que resignarse a la violencia indómita que asolaba al país.Pero la anarquía justamente era hija de la ausencia de ley. Una Constitución, en cambio, sería creadora de hábitos y costumbres, establecería una nueva cultura de la legalidad."El desorden, la anarquía, la relajación de las costumbres y la ignorancia están en la República Argentina en razón directa del tiempo que hemos vivido sin leyes", argumentó Seguí en la ocasión.Y continuó: "Las convulsiones locales, los movimientos de círculos, las revoluciones de intereses personales, en que se disputa el bastón de mando -pues todos se creen con derecho a empuñarlo-, no son más que el fruto del aislamiento provincial y de la falta de una ley general que declare y haga efectivos los derechos y deberes de todos; que determine y marque las atribuciones que ella impone (...) Así, señores, esta Constitución debe ser aclamada con enajenamiento patriótico por todos los que quieren mandar con dignidad a los pueblos y ser garantidos en sus altas funciones administrativas, así como por los que quieran ser mandados con arreglo a su calidad de hombres libres". Joaquín V. González, gran político, jurisconsulto y académico argentino, también recuerda la providencial intervención de Seguí a favor de dotar el país de una Carta Magna.Dice: "La magnífica arenga de Seguí en que éste refuta los argumentos por la postergación, contiene sólidos argumentos, arrancados de nuestra historia nacional y colonial, de nuestra sicología social y política y de la experiencia y saber acumulados hasta esa hora para fundar la necesidad de sancionar sin más la Constitución. Ni la ausencia de la provincia de Buenos Aires del seno del congreso era motivo justificado para aplazar aquella decisión, pues es evidente que era más posible atraerla por el prestigio de una ley de conciliación y de progreso que no por la incierta suerte de las armas".La destacada actuación de Seguí en el Congreso de Santa Fe ha quedado inmortalizada en el célebre cuadro de Antonio Alice, "Los constituyentes de 1853", donde sobresale la figura de nuestro personaje (que está de pie pronunciado su histórico discurso). Educado por los jesuitasUn dato relevante de la biografía de Seguí es que estudio en Buenos Aires con los jesuitas, con la intención de ser sacerdote, aunque finalmente no tomó los hábitos, optando por la carrera de abogado.La orden de San Ignacio, que practicaba una religión ilustrada, dejó sin embargo una impronta inconfundible en su formación. Llamativamente la casa jesuita donde estudió se llamó Colegio Republicano Federal.Luego dio clases de gramática castellana y latín en el Colegio Argentino de San Martín. En 1846 concluyó sus estudios de jurisprudencia en Córdoba, rama en la que se destacó en su vida pública.Seguí, como la mayoría de los hombres ilustrados de su época, militó en la masonería, siendo iniciado en la logia Jorge Washington de Uruguay.Además, tuvo una acción destacada en la organización del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, donde se formó la elite liberal de la época.Llegó a ser canciller de la Confederación Argentina, legislador y ministro de gobierno de Santa Fe, dirigió el diario "El Nacional Argentino", y fue miembro de la Cámara de Justicia de Paraná.Lucio V. Mansilla, en su libro "Retratos y Recuerdos", pinta a un Seguí de físico alto, delgado, ágil, y de rostro pálido. Cuenta que se transformaba cada vez que, en forma vehemente, defendía una posición."En cada discurso -dice- se le iba un poco la vida. La elocuencia le costaba su sangre. A menudo después de una de esas arengas tempestuosas y viriles, caía en brazo de sus amigos, arrojando sangre por la boca. Tenía que fortalecerse con alcohol. Murió tuberculoso, como había muerto su padre".
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